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Remarque, el cronista que con crudeza narró la Primera Guerra

Estos hechos fueron registrados en 'Sin novedad en el frente', la famosa novela del alemán.

Erich Paul Remarque, segundo hijo de un matrimonio católico de la ciudad de Osnabrück, occidente alemán, tenía 16 años y estudiaba décimo grado de bachillerato en un gimnasio católico cuando estalló la Primera Guerra Mundial, el 28 de junio de 1914.
Sin novedad en el frente, su ópera prima, alcanzó por primera vez en Alemania el calificativo de best seller. Con el tiempo se consolidó como un clásico de la literatura mundial y nunca ha dejado de ser leída en los 70 idiomas a los que ha sido traducida.
Él y sus compañeros se refugiaban en los libros de griego, latín y álgebra, cuando, en noviembre de 1916, fueron reclutados para reabastecer el Batallón de Infantería y Regimento 78 del Frente Occidental de Guerra germano, apostado en territorio belga, que ocupaba Alemania.
Sin haber cumplido 20 años, Remarque fue soldado raso del Frente Occidental del Ejército Alemán, entre 1916 y 1918. Lo que vivió le sirvió, años más tarde, para plasmar su testimonio en forma de novela.
Remarque, visionariamente, concibió Sin novedad en el frente desde la perspectiva del soldado raso y desconocido, de cualquier nacionalidad, condenado a morir cercenado de las formas más crueles que el lector se pueda imaginar.
“Este libro no quiere ser ni una denuncia ni una confesión. Es el intento de reportar sobre una generación que fue destruida por la Guerra, aun cuando se haya salvado de sus granadas”, escribió Remarque en el prefacio.
Había decidido convertirse en el primer cronista independiente de la epidemia guerrerista que costó la vida a diez millones de soldados de Alemania, Austria, Hungría, Bulgaria, España, Francia, Inglaterra, Rusia, Serbia, Bélgica, Italia, Rumania, Japón y Estados Unidos.
Un tono de descripción certera, precisa, que no gastó ni una palabra para agredir o despreciar al soldado contrario, pero sí a la guerra, domina las 199 páginas de la novela, escrita en primera persona y cuyo protagonista literario es el soldado Paul Bäumer, de 19 años, también procedente de Osnabrük.
Sin aliento, escondido en una trinchera, invadida por ratas, que los soldados abrieron en lo que había sido un cementerio –al que, a su vez, las granadas de la Primera Guerra alcanzaron y de donde lograron levantar y volver a matar a los muertos–, Paul Bäumer dice sobre sobre la guerra y sobre sí mismo, ya casi al terminar su relato:
“Soy joven, tengo 20 años, pero no conozco de la vida nada más que la desesperación, la muerte, el miedo al encadenamiento (…). Soy joven pero al tiempo ya muy viejo. Veo cómo pueblos enteros son obligados a enfrentarse y que los mismos, silenciosa, ignorante, torpe y obediente e inocentemente, se matan entre sí. Veo que los cerebros más brillantes del mundo están desarrollando nuevas armas y encontrando nuevas palabras para prolongar y perfeccionar todavía más todo esto a mi alrededor. Esto que veo lo ven todos los jóvenes de mi edad, aquí en mi frente y en todo el mundo. Toda una generación está padeciendo esto mismo, aquí, conmigo” (...).
Quiso olvidarlo todo
Salvado por múltiples esquirlas de granada que inmovilizaron, temporalmente, sus brazos, manos y piernas, Remarque fue dado de baja del ejército en enero de 1919. Regresó a Osnabrük con la pretensión de “olvidar todo” y rehacer su vida.
Hasta 1922 trabajó como profesor de alemán, vendedor de seguros y redactor de reseñas literarias en un periódico local.
“Cargaba consigo retazos de sus diarios de guerra –explica su biógrafo, Thomas F Schneider–. Los repasaba de tanto en tanto y volvía a guardarlos, para escribir otros textos”.
La carta a Zweig
Así, hasta 1921, cuando Remarque decidió escribirle una carta, acompañada de varios textos, al escritor austriaco Stefan Zweig –quien desde hacía años se había exiliado en Suiza– en la que le rogaba decirle si tenía derecho a pensar en seguir escribiendo.
Meses más tarde, el veterano de guerra de 22 años recibió la respuesta de Zweig en una sola frase. “Siga, siga, siga escribiendo”.
En alguna de las pocas entrevistas que dio en Alemania, Remarque contó que esta contestación le “cortó el aliento, por un instante, y le devolvió el sentido, para toda la vida”.
En 1922, se instaló en Berlín, donde trabajó por varios años como redactor deportivo y redactor en jefe del diario Sport im Bild, editor de páginas sociales, redactor de artículos sobre llantas, autos, botes...
“En las noches de mis horas libres intentaba escribir algo. No llegué lejos. El regreso del silencio me recordaba que sufría depresiones, desespero, desconsuelo, vacío, ansiedad. En el intento de curarme a mí mismo busqué la causa. Así llegué de nuevo a mis recuerdos sobre la guerra. Comprendí que me pasaba lo mismo que a mis camaradas sobrevivientes, todos estábamos vacíos por dentro, desorientados, exaltados y minutos después pasivos, desinteresados y profundamente traumatizados”, le confesó Remarque, en 1929, al crítico literario Axel Eggebrecht, uno de los primeros en reseñar su obra.
“El mismo día en que entendí mi estado, comencé a escribir, sin pausa, todas las noches, entre cuatro y cinco horas. En 6 semanas de los primeros meses de 1928 terminé Im Westen nichts Neues (Sin novedad en Occidente, traducida al español como Sin novedad en el frente) según dejó consignado en una autoentrevista publicada por el diario Die Welt, en marzo de 1966.
Remarque envió el manuscrito al jefe de la prestigiosa editorial Fischer de Berlín, quien se la devolvió, advirtiéndole que era un proyecto fallido, puesto que “nadie quiere leer algo sobre la guerra”.
El escritor engavetó el texto hasta que, en una ocasión, comentó el asunto con un amigo, quien le propuso que él podría enviárselo a un conocido, que, a su vez, tenía un amigo en la editorial Ullstein. Semanas después, Remarque recibió una carta del propio editor Ullstein invitándolo a un café, para conversar sobre “ese texto”.
La propuesta de Ullstein consistía en que Remarque tenía que correr con parte de las pérdidas económicas que pudiera ocasionar a la editorial la publicación del libro. Si no tenía cómo pagar, debería trabajar para la editorial, sin remuneración. Remarque asintió.
Publicación por entregas
Con ojo de buen cubero, y para medir la temperatura del libro, el editor Ullstein ideó publicar entregas del primer capítulo, diariamente, en uno de los periódicos de su editorial, el Vossische Zeitung, que de todas maneras tenía su saldo en rojo, por lo que si el libro no causaba efecto, el periódico simplemente terminaría de morirse, sin provocar ya mayor daño.
Las entregas comenzaron el 28 de noviembre de 1928. Una semana después, la redacción ya había recibido mil quinientas “cartas de los lectores” y una semana más tarde, ya se había enbolsillado “30 mil pedidos del libro”, según el registro del propio librero Ullstein, para la biografía de Remarque trabajada por Thomas F. Schneider, escritor e historiador que hoy dirige el centro Erich María Remarque, en Osnabruck.
Por fin, el 29 de enero de 1929 salió a la venta la versión en libro que en mayo de ese mismo año logró un nivel de ventas de medio millón de ejemplares y en junio ajustó el millón, solo en Alemania.
“Tuvimos que contratar 6 imprentas extra para dar abasto a la demanda. Remarque tocó el nervio de una generación que no había podido hablar de la guerra y que se sintió representada en el relato, sin maquillaje, que hizo Remarque”, escribió el librero Ullstein.
En Alemania no había antecedentes de un éxito literario de esa magnitud. Ni Goethe y Schiller juntos superaban el éxito en volumen de edición y ventas.
Remarque, de 31 años, envió uno de los primeros ejemplares a Stefan Zweig, con una misiva corta, tranquila, en la que agradecía la respuesta anterior y esperaba que “esta obra justifique el tiempo que se tomó en escribirla”.
Zweig respondió públicamente: “Su obra es Maestra, siga escribiendo”.
En el exterior y durante el mismo 1929, Sin novedad en el frente fue traducida a 26 idiomas, que se multiplicaron por dos en 1930, cuando Hollywood estrenó la película del mismo nombre, basada en el libro y dirigida por Lewis Millestone, un filme que ganó dos Óscares el siguiente año.
El éxito en ventas, las crónicas, reseñas literarias y manifestaciones contra la guerra terminada hacía diez años alertó en Alemania a los líderes del partido Nazi, de Adolfo Hitler, quienes tomaron cartas en el asunto en noviembre de 1930, cuando la película iba a ser estrenada en el país.
“El libro de Remarque y la película que lo inspiró es un ataque grave y deliberado contra el honor de los soldados alemanes quienes, heroicamente sufrieron y lucharon por su madre Patria en el frente de batalla. El Ministerio de Guerra debe oponerse a la exhibición en salas germanas de una película que da protagonismo a un soldado débil de fuerzas y de carácter”, rezó una impronta escrita por el mismo Joseph Goebbels, ya en curso de ser uno de los principales lugartenientes de Hitler.
El furor de la gente impidió que se cumpliera la prohibición del film, pero no logró que la película pasara por una fuerte censura de imágenes y texto.
El cuatro de diciembre de 1930 se produjo su estreno en Berlín, no sin librarse del acoso e intento de sabotaje por parte de los nazis.
Múltiples registros periodísticos dejaron testimonio de las escenas”. La sala de estreno en el barrio Nollendorf fue poblada por cientos de ratones blancos que divagaban por todo el piso. También detonaron diminutos petardos cargados de aire putrefacto. Afuera de la sala, agentes de civil registraban la entrada de personajes conocidos, tomaban nota del nombre, no dieron abasto, la sala misma no dio abasto para tanto público...”, publicó el legendario Berliner Morgenpost.
La presión reiterada del partido Nacionalsocialista contra el gobierno de entonces logró la prohibición de la película en el restante territorio germano.
Fue en ese momento cuando se iniciaron las protestas públicas de escritores contemporáneos de Remarque, como Heinrich Mann, Carl von Ossietzky, Carl Zuckmayer y Bertolt Brecht contra la prohibición y los acosos contra Remarque.
En 1931, Remarque respondió a los ataques de los nazis con una nueva novela, El camino de ida y vuelta, también sobre la Primera Guerra, y en el mismo tono de Sin novedad en el frente, cuya publicación lo rotuló para siempre como uno de los principales enemigos de Adolfo Hitler, quien a su llegada al poder, en 1933, prohibió, primero las dos novelas y luego las envió de primero a la quema de libros de mayo de ese año.
Adicionalmente despojó a Remarque de su ciudadanía alemana. Desde Suiza, donde ya se había instalado en 1932 y enterado de su repatriación, el escritor dijo: “Dadas las circunstancias y lo que va a suceder con Alemania, recibo ese despojo como un honor”.
Una vida intensa
Después de escribir otras nueve novelas, como ‘Tiempo de vivir tiempo de morir’, Noche de Lisboa’, ‘Arco de Triunfo’, ‘Tres camaradas’, ‘El obelisco negro’ –todas sobre la guerra, postguerra, nueva guerra, emigración, desarraigo, persecución contra los judíos–, de tener un torrencial romance con Marlene Dietrich y vivir en Suiza y Estados Unidos, Erich María Remarque murió en 1970, sin haber nunca recobrado ni haber pedido la devolución de su nacionalidad germana.
PATRICIA SALAZAR FIGUEROA
CORRESPONSAL DE EL TIEMPO – BERLÍN
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