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'La muerte del cuerpo no es el fin': Eben Alexander

El neurocirujano que estuvo en coma durante siete días publicó un libro que es un éxito en ventas.

CLAUDIA SANDOVAL GÓMEZ
El neurocirujano Eben Alexander ha pasado buena parte de su vida estudiando el cerebro y las interacciones entre el sistema nervioso y el sistema endocrino. Quizá por eso no podía dejar de acudir a la ciencia cuando necesitaba explicación para algún fenómeno anormal.
A lo largo de su juventud, en la que no solo se apasionó por sus estudios en Duke y Harvard, sino por los lanzamientos en paracaídas, tampoco mostró un lado espiritual –confiesa que raramente iba a la iglesia u oraba– y ya en su práctica como cirujano escuchaba, pero inmediatamente descartaba, historias de experiencias cercanas a la muerte que le contaban sus pacientes.
Todo esto cambió la madrugada del 10 de noviembre de 2008. A los 54 años, en la mayor ironía que pueda haberle jugado el destino, el neurocirujano cayó víctima de una severa meningitis bacteriana que atacó el córtex de su cerebro. Durante siete días permaneció sumido en un coma profundo sin ninguna muestra de actividad cerebral, por lo menos ninguna que pudieran detectar los aparatos médicos, mientras sus doctores intentaban determinar, sin mucho éxito, el origen de la bacteria que lo atacaba.
Durante esos siete días, Alexander dice haber experimentado un viaje a una dimensión divina donde no tenía memoria de su vida humana y donde el tiempo y el espacio no se experimentaban de la forma como los conocemos, pero donde percibió un amor infinito.
En este ‘reino’, donde Alexander no veía con los ojos ni escuchaba con los oídos, también se encontró con seres iluminados y llenos de felicidad (él asume que eran ángeles) que vivían en medio de un paisaje verde y frondoso con “árboles, campos, arroyos y cascadas”. Allí también conoció al “creador”.
Cuando sus doctores le daban 2 por ciento de probabilidades de supervivencia y casi cero de una recuperación con un cerebro funcional, Alexander se despertó. Sus memorias humanas seguían refundidas, pero las de su viaje a este mundo alterno estaban completamente vivas. “Las sentía demasiado reales como para que fueran un sueño”, dice. Por recomendación de su hijo, escribió toda su “odisea” como una forma de entender esa experiencia, un proceso que le tomó casi seis semanas.
Parte de este manuscrito se convirtió en La prueba del cielo, un libro cuya edición en inglés salió a la venta en octubre pasado y, al cierre de esta edición, completaba 41 semanas en la lista de los best sellers de no ficción de The New York Times. En Colombia, lideraba la lista de los más vendidos.
Desde Lynchburg, Virginia, donde vive, el doctor Alexander, de 59 años, habló por teléfono con EL TIEMPO sobre su experiencia, los cuestionamientos científicos a su libro y de cómo hasta hoy ninguno de sus doctores ha podido explicar su recuperación milagrosa. ¿La principal lección? “Eres amado y apreciado profunda y eternamente. No tienes nada que temer. Nada de lo que hagas puede ser malo… La muerte del cuerpo no es el fin”, dice.
Este libro habla más de la conciencia y su carácter eterno que sobre el mismo cielo.
Creo que la lección importante es que todo gira en torno a la conciencia, lo que sugiere ampliamente que el espíritu fuente de esa conciencia es eterno y en realidad se enriquece cuando se libera de nuestro cuerpo y cerebro. Se convierte en una entidad más rica en conocimiento. Es mucho más que una “prueba del cielo”.
De hecho, la palabra ‘cielo’ solo aparece en su libro desde el capítulo 20. ¿Hubo presión de la casa editorial en este sentido?
El título fue idea del editor. Yo tenía un título más científico. Al principio no me gustó Prueba del cielo por varias razones: muchos de mis asociados y colegas que conocieron profundamente mi historia me decían con insistencia, “esto es mucho más que una prueba del cielo”. El cielo es un concepto muy pequeño que no alcanza a abarcar lo que quiere expresar el libro… La implicación de la eternidad de las almas, las conexiones entre ellas y la naturaleza divina de nuestro espíritu es lo que se ofrece acá como el núcleo de toda realidad. Así que tiene razón, ‘cielo’ fue una palabra por la que ejerció presión el editor, pero estuve de acuerdo una vez me di cuenta de que el libro estaba ayudando a los escépticos. Es una forma de atraerlos hacia una nueva forma de pensar, usualmente como un primer paso. La idea es que se den cuenta de que sí existe la eternidad, hay un Dios y hay un cielo.
¿Mucha gente se ha acercado a contarle otras experiencias similares?
Sí, claro. Mucha, mucha gente se acerca a contarme lo que les pasó y a hablar de lo similares que son sus experiencias. Lo importante son las pequeñas diferencias entre las historias, que es lo que frena a muchos de los escépticos.
Estas similitudes podrían ser producto de una memoria cultural colectiva, ya que hemos estado expuestos al mismo tipo de iconografía sobre el cielo...
Para mí, lo interesante es que si usted realmente da un paso atrás y mira desde fuera casi tres mil años de cultura alrededor del mundo, ahí es cuando las similitudes se vuelven notables y empiezan a revelar algo más profundo de lo que podría arrojar simplemente un sesgo cultural que está integrado en nosotros. Pero esto es real, absolutamente real. Ese reino es mucho más real que este reino terrestre, y los miles que han estado allá y han regresado resaltan cuán impresionantemente ultrarreal es esa dimensión. Estas historias no son similares por nuestra memoria colectiva con la que el cerebro juega algunos trucos, sino porque ese reino es completamente real… La clave para entender esto, o como ahora lo veo todo, es que no se trata de algo humano; eso es crucial. Es ahí donde los escépticos quedan sin salida.
Cuando usted viajó a esa dimensión no tenía memoria, pero cuando despertó de su coma recordó todos los detalles de la experiencia. ¿Cómo explica eso?
La meningitis severa fue crucial al permitir un escenario en el que todo esto pasara, y he pensado que esa condición fue la que me dio una especie de amnesia sobre mi vida como humano, lo que a su vez me permitió hacer un viaje tan profundo y lo que permitió que surgieran ese tipo de lecciones. Y de hecho, he dicho que mi experiencia es la prueba de la regla de que la conciencia se enriquece cuando se libera del cuerpo y la mente. Si hubiera recordado algo, por ejemplo, si hubiera visto a mi padre que había fallecido cuatro años antes, hubiera estado más tentado a decir que lo que viví fue un truco de la mente. Y el hecho de que no recordé nada de mi vida pasada fue lo que me permitió ir hacia capas más profundas de esa dimensión y en lugar de ver a alguien conocido me encuentro con mi hermana biológica, a quien nunca había visto en mi vida.
¿Cómo ha cambiado su vida después de esa experiencia?
Cuatro meses después (de despertar) fue cuando tuve esta tremenda revelación (la de su hermana). Eso me ayudó a entender de forma más completa mi viaje (...). Eso me llevó a darme cuenta de que todo se reduce al amor, a ese poder infinito de amor incondicional desde la fuente creadora y que la misión de nuestras almas acá es vivir ese amor y sintonizarnos más y más con ese amor y compasión. Es una energía enormemente sanadora. Y también incluye el reconocimiento de que la reencarnación hace absolutamente parte de la combinación. No somos libres para ser egoístas y ambiciosos… Esto cambió la forma como veo nuestra existencia... darme cuenta de que somos seres espirituales eternos.
Ha dicho que el libro cubre apenas una tercera parte de lo que escribió al salir del hospital. ¿Publicará más libros?
Sí, ya estoy trabajando en otro libro. Me tomará probablemente unos dos años terminarlo. Cubre la otra parte del material que podría haber sido demasiado elevado. Este libro (La prueba del cielo) está dirigido a los lectores en general. Mucho del material en el manuscrito que no incluimos en este libro tiene que ver con la naturaleza del libre albedrío, de un plan predeterminado, un plan divino y cómo funciona eso con nuestro libre albedrío, la verdadera naturaleza de la causalidad (...).
Usted ha dicho en varias ocasiones lo difícil que fue poner en palabras lo que vivió. ¿Cree que el hecho de que usted tuviera un historial educativo e intelectual tan alto le dio una ventaja para traducir mejor a nuestro lenguaje esa experiencia?
Le digo una cosa, pensar demasiado, mirarlo con un enfoque demasiado intelectual lo arruina. Esto no es sobre lógica o pensamiento racional, o búsqueda intelectual o educación extrema. Esas cosas son el enemigo. Pueden haberme ayudado a verbalizar mi viaje, pero de hecho, en el núcleo de todo esto se trata de corazón y amor, conciencia profunda, la cual está disponible para cada uno de nosotros. Y esa pequeña voz del neurocirujano en mí es el enemigo; tuve que apagarla para poder conocer esto.
¿Le han propuesto hacer una película?
Sí, Universal Studios compró los derechos para una película, y creo que están muy interesados y hay varios realizadores de documentales que me han contactado. El problema es que no hay forma de representar completamente la realidad visual o auditoria de ese reino… empezando porque es una dimensión donde no se ve con los ojos, ni se escucha con los odios… es una forma muy diferente de conocer cosas. Así que es casi imposible tratarlo de traducir a nuestro limitado lenguaje visual y auditorio.
Usted contó cómo sus colegas escucharon su historia con escepticismo. ¿Tras cuatro años y un libro, ha cambiado esa percepción?
A medida que aprenden más sobre la conciencia, creo que muchos de ellos, incluso aquellos fuera de la neurociencia, entienden esto por completo, entienden que es completamente real, que esta es la dirección hacia la que va la ciencia moderna. He recibido invitaciones para hablar en escuelas de medicina y de enfermería y el colegio estadounidense de cirujanos.
Hay personas, algunos de ellos científicos también, que dicen que lo que usted experimentó fue una alucinación...
Obviamente no han leído el libro, o no han prestado atención a ninguna parte de la historia. Yo fui mi propio mayor escéptico, yo hice la tarea con mis colegas revisando mi historia clínica. Fue un trabajo intenso de tres años y medio con otros en tratar de explicar lo que me pasó. Y desde el principio fue aparente que lo que me sucedió no fue un sueño o una alucinación. Y aquellos que escriben blogs diciendo que todo fue una alucinación no tienen ni idea de lo que están hablando.
Uno de sus sellos es el corbatín. ¿De dónde viene?
Aprendí a usarlo cuando supe que tenía una oferta de trabajo en el hospital Brigham & Women’s de la Escuela de Medicina de Harvard. Algunos de mis colegas me dijeron que si quería trabajar en ese hospital, tenía que usar corbatín. Son muy prácticos en la sala de emergencia cuando no quieren que una corbata se enrede con nada o recoja gérmenes. Y también me di cuenta hace poco que el corbatín es un símbolo de la mariposa, lo cual es ahora muy importante para mí. En retrospectiva, tal vez hubo otra razón para que yo usara corbatín.
Y el hecho de que se haya despertado de su coma en el día séptimo es también muy simbólico...
Como le he dicho a mucha gente, simplemente cuento la historia como pasó. No traté de añadirle nada, de adornarla para hacerla más atractiva, ni de quitarle cosas que la hacían menos atractiva.
CLAUDIA SANDOVAL GÓMEZ
Para EL TIEMPO
CLAUDIA SANDOVAL GÓMEZ
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