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La ley de cine cumple 10 años con muy buenos resultados

Análisis sobre el significado de esta ley, que fortaleció la producción cinematográfica en el país.

MAURICIO REINA
A primera vista, la escena parece corriente. Varias personas discuten en un restaurante algo que les apasiona: hacer cine. El grupo abarca desde la directora de la primera película de la saga Crepúsculo, Catherine Hardwicke, pasando por productores de Hollywood, como Andi Isaacs (Piratas del Caribe 2 y 3) y Jeff Most (El cuervo), hasta el documentalista francés Denis Poncet, ganador de un Óscar. Todos coinciden en destacar la buena salud del sector cinematográfico que conocieron hace pocos días.
El episodio tuvo lugar la semana pasada en Bogotá, y el sector al que se referían era el colombiano. Esto no es importante porque se trate de extranjeros hablando bien del país, sino porque son profesionales de la industria del cine analizando la viabilidad de rodar en el país. Su conclusión es unánime: el sector cinematográfico colombiano tiene los recursos técnicos y humanos necesarios para cualquier producción internacional.
¿Cómo así? ¿Sector cinematográfico colombiano? ¿Recursos técnicos y humanos de talla internacional? Pero si hasta hace poco cualquiera que se presentara como director de cine en el país era visto con cierta sorna. Ahora, en cambio, no es raro que un muchacho les diga a sus papás que quiere estudiar cine y respalde su decisión con datos del sector. Uno de los más contundentes: mientras que en la década del 90 se estrenaban, en promedio, tres películas cada año, desde el 2003, esa cifra pasó a 11.
Este resurgimiento se debe en gran parte a la Ley 814 de 2003, mejor conocida como la ley de cine, que está cumpliendo una década de existencia. La oportunidad es propicia para hacer un balance de lo logrado y los retos que enfrenta.
La transformación
Una política que busque el desarrollo del cine colombiano debe plantearse, por lo menos, estos objetivos: fomentar la producción de películas nacionales, propender porque lleguen a la mayor cantidad de público posible, garantizar miradas libres y diversas sobre lo que somos, y propiciar las condiciones para que la actividad sea sostenible. Con esta ley el sector ha tenido logros importantes en varios de esos rubros, pero aún enfrenta grandes retos para garantizar su sostenibilidad.
Los mayores éxitos de estos 10 años se concentran en el fortalecimiento de la producción. De hecho, los dos grandes instrumentos creados por la ley hacen énfasis en el fomento de la oferta de cine nacional. El primero es el Fondo para el Desarrollo Cinematográfico (FDC), que se nutre de recursos aportados por los productores, distribuidores y exhibidores. La ley establece que al menos 70 por ciento de esos recursos se destinen a fomentar la producción, mediante estímulos otorgados en convocatorias abiertas. El 30 por ciento restante se dedica a apoyar programas de formación, preservación y distribución del cine nacional. El segundo instrumento consiste en el otorgamiento de incentivos tributarios a quienes hagan inversiones o donaciones a proyectos cinematográficos nacionales, quienes así garantizan la recuperación de parte de sus recursos como una reducción en el pago de impuestos. En estos 10 años, el FDC ha recaudado casi 90.000 millones de pesos y ha entregado más de 1.400 estímulos, mientras que se han entregado incentivos tributarios por unos 110.000 millones de pesos para la producción de alrededor de 115 proyectos cinematográficos. Como resultado de la aplicación de estos instrumentos, la producción de cine en el país se ha fortalecido de manera significativa.
Durante los 10 años de vigencia de la ley se han estrenado más de 100 películas colombianas, una tendencia que se ha ido fortaleciendo a medida que pasa el tiempo. El año pasado, los estrenos nacionales alcanzaron la cifra récord de 23, lo que contrasta con las tres películas colombianas que se estrenaban por año en los noventa.
Esta expansión del cine nacional ha abarcado una variedad de miradas sobre nuestra realidad. Al lado de comedias megataquilleras, como las dos entregas de El paseo, se han producido películas de autor cuyo valor artístico fue reconocido internacionalmente, como Los viajes del viento, La sirga y Porfirio. Esta diversidad controvierte la percepción común de que el cine colombiano muestra solo violencia, y se refleja en la multiplicidad de géneros de las cintas más taquilleras del periodo.
Esa expansión de la oferta de cine nacional ha estado acompañada por un aumento de la demanda, aunque no de las mismas proporciones. El año pasado, 3’400.000 espectadores pagaron por ver una película colombiana, una cifra nada despreciable que representó 8,2 por ciento de la asistencia total a cine. Aunque ese porcentaje no ha sido estable en los últimos años, supera el de otros países con mayor trayectoria cinematográfica como México, donde las cintas locales atrajeron menos de 5 por ciento de los espectadores en 2012.
No todo es color de rosa
Con el fortalecimiento de la producción, el aumento de la asistencia, la multiplicidad de géneros y la profesionalización del sector, cualquiera diría que el cine colombiano ya salió al otro lado. Sin embargo, esos logros penden de un hilo: el de la rentabilidad del negocio.
Hacer cine es una actividad cara, y la recuperación de lo invertido requiere de una gran cantidad de espectadores. Una película corriente en Colombia puede costar entre 1.000 y 8.000 millones de pesos, y aunque los esquemas de recuperación dependen del modelo de negocio de cada proyecto, una producción mediana con recursos de varias convocatorias debe tener alrededor de 500.000 espectadores para recuperar la inversión.
Varias de las cintas nacionales más taquilleras han superado esa cifra, pero muchas de las más de 100 películas estrenadas en los últimos 10 años no pudieron. Eso significa que muchos proyectos desarrollados gracias la ley de cine no han logrado su punto de equilibrio.
Si bien la posibilidad de perder es inherente al negocio del cine, en mercados como el gringo hay una mayor diversificación del riesgo, por la gran cantidad de películas que ruedan los grandes estudios, mientras que en Colombia una productora puede desaparecer con un solo proyecto fallido.
Los productores colombianos más veteranos reconocen que muchos de los que invirtieron en los albores de la ley del cine se han alejado de la actividad desencantados. Pero esos mismos productores han aprendido a los golpes y ahora encaran su trabajo con rigor empresarial. Hoy no es raro que el rodaje de una película esté antecedido por estudios de mercado y la optimización de los flujos de financiación, conformando modelos de negocio más realistas y que están atrayendo a una segunda generación de inversionistas.
Por eso ahora la política pública debe orientarse a la construcción de mecanismos para que las cintas nacionales lleguen a más espectadores, ya sea en nuestro mercado o en el exterior.
Hay que mirar hacia otros mercados
Aunque no hay fórmulas, es necesario encontrar caminos alternativos a las distribuidoras tradicionales que tienen como prioridad a Hollywood. También es fundamental la formación de nuevos públicos, pues muchos rechazan nuestro cine sin conocerlo. Es inaudito que las películas colombianas no lleguen al mercado de 500 millones de hispanoparlantes del mundo. Esto indica que hay que trabajar en intensificar la cooperación y la coproducción regional. He ahí una agenda para los próximos diez años.
Opiniones
Felipe Aljure
Director y guionista
“Lo malo es que de las tres patas que sostienen la Ley de Cine, solo se han desarrollado dos: deducción tributaria y convocatorias. Sin la tercera, que es la titularización, existe un vacío. Con esta más gente podrá invertir menos sumas, lo cual distribuye el riesgo y saca la inversión del campo de los mecenas y la abre al pequeño inversionista”.
Carlos Llano
Gerente de distribución de Cine Colombia
“Lo bueno: se hacen más películas y se ha profesionalizado más la actividad. Lo malo: que la buena o mala participación del cine colombiano en el mercado nacional depende casi que exclusivamente de cómo les vaya a los filmes de Dago García”.
MAURICIO REINA
Investigador de Fedesarrollo y crítico de cine.
MAURICIO REINA
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