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Un homenaje a los músicos colombianos en documental de Emilio Sánchez

Sánchez reúne a Eddy Martínez, Francisco Zumaqué, Harold Orozco y Pablus Gallinazus.

MYRIAM BAUTISTA
El salón se llenó. Sobresalían las cabezas blancas en un auditorio universitario poblado de jóvenes. Además de la expectativa ante un estreno, fueron recurrentes los abrazos y apretones que hacían levantar de sus asientos, más de una vez, a muchos de los asistentes. La alegría que propicia el encuentro entre personas que hacía muchos años no se veían se sintió y se vivió.
Fue un lunes de mayo de este año, en la presentación del trabajo de grado de Emilio Sánchez Salamanca. Su documental obtuvo mención de honor, la más alta nota para una tesis de Ciencias de la Comunicación, en la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá.
Emilio Sánchez Salamanca, 25 años, no tuvo que dedicar mucho tiempo a encontrar el tema de su trabajo para optar a su grado de comunicador social. Le bastó con recordar algunos de sus documentales musicales preferidos, que ha visto muchas veces en su “larga vida” de cinéfilo. La idea no se demoró en aparecer. Podía contar, de manera muy resumida, la vida de cuatro glorias de la música colombiana, todos mayores de cincuenta años. A muchos de sus compañeros de pupitre los nombres de esos maestros no les decían nada. No los conocían. Para él, en cambio, eran parte de su vida. Creció oyendo sobre ellos y admirándolos.
Tal vez, la mayor influencia le vino por el documental Buscando a Sugar Man, del sueco Malek Bendjelloul, sobre la apasionante y rara vida del cantante norteamericano Sixto Rodríguez, quien se ganó, con una investigación profunda y con sobrados méritos estéticos, el Oscar al mejor documental en 2012. Pero no fue esa cinta la única que lo guio. Recordó también el documental sobre Vinicius de Moraes, que reúne a todos los músicos brasileños que acompañaron en algún momento la vida de uno de los míticos creadores de la Garota de Ipanema, como Caetano Veloso, María Betania, Gilberto Gil y tantos otros. También lo influenció conceptualmente el famosísimo Buena Vista Social Club, del alemán Win Wenders y, por supuesto, el Café de los Maestros, del argentino Santos Olaya, concebido para reunir a los mejores exponentes del tango en una presentación en el Colón de Buenos Aires, lo que parecía, para la época, una herejía porque en ese teatro solo se oía música clásica.
Con esos modelos, procedió a buscar a sus personajes. El pastuso Eddy Martínez, el caleño Harold Orozco, el piedecuestano (Santander) Pablus Gallinazus y el cereteño (Córdoba) Francisco Zumaqué desfilan por la pantalla, en 52 minutos, entre suspiros de quienes fueron, y siguen siendo, sus fans y entre sorpresas mayúsculas y minúsculas de gran cantidad de jóvenes que, así suene a herejía, no los conocían y se impusieron como tarea buscar su música y oírla porque les gustó lo que vieron y oyeron.
En esa mañana de premier solo pudieron asistir los maestros Francisco Zumaqué y Harold Orozco. Uno de los momentos más emotivos de esa presentación fue cuando el maestro Francisco Zumaqué invitó a Harold Orozco al escenario para interpretar, a dúo, Colombia caribe, y cuando Harold Orozco cantó su bella y nostálgica composición Destino la ciudad, que fue por los años ochenta la banda sonora de una popular telenovela y estuvo, por semanas, entre las canciones más populares.
Los profetas de mi tierra es el título del documental, tal vez lo menos original de la cinta. La puesta en escena es singular, fresca, auténtica. Las entrevistas, reveladoras. Las presentaciones artísticas, muy bien logradas. Las conexiones, por ejemplo, de la música de Gallinazus con un grupo de jóvenes intérpretes de hip hop resultaron acertadas. En síntesis es una de las mejores presentaciones, por si hiciera falta, de estos señores músicos. Maestros que han dedicado su vida a componer, dirigir, crear y recrear con exquisitez la música nuestra y del mundo, con un sello muy particular, su sello de autenticidad y originalidad.
Emilio Sánchez Salamanca, aunque hace parte de la familia de los Sánchez Cristo, casi todos exitosos en actividades del entretenimiento, no se apoyó solamente en su linaje para volver realidad sus imágenes.
Trabajó con determinación su idea; por más de dos años, contó con una buena dosis de suerte y, claro, su apellido fue en algunas oportunidades la mejor herramienta para convertir en positivas las negativas. O mejor, como él dice: “Ser nieto de mi abuelo, Julio Sánchez Vanegas; hijo de mi papá, Jaime Sánchez Cristo; hijo de la mamá más mamá de todas, Virginia Salamanca”, su varita mágica. Ellos fueron las mejores referencias para abrir de par en par las puertas de las casas de esos cuatro grandes de la música, quienes le permitieron esculcar, indagar, husmear por sus vidas y grabar las horas que fueran necesarias para redondear el proyecto.
¿Cómo lo logró?
“Con Eddy Martínez pasó algo rarísimo. Me llegó a mi cuenta de Twitter un mensaje de una de mis oyentes, que no tenía ni idea de que yo estaba en este proyecto, en el que se leía que Eddy Martínez estaba en Colombia y que sería interesante entrevistarlo. Me encimó un número de teléfono que marqué de inmediato, y con quién me encuentro: con Eddy en vivo y en directo, y ahí le conté el proyecto, que estaba planeado para hacerse en un año, y el aceptó de una. Miguel de Narváez me puso en contacto con Zumaqué y él, con la Orquesta Filarmónica Juvenil de Bogotá y con el cantante Valeriano Lanchas, que aparecen en el documental. En mi primer cortometraje: En busca del musical perdido, un homenaje a todos los musicales de televisión de los años setenta y ochenta, trabajé con Harold, y como sentía que le había quedado debiendo, lo volví a contactar y él de inmediato me dijo que sí, que contara con él. Y para terminar la historia, la ex de Pablus Gallinazus me dio su número en Bucaramanga, donde reside, y le conté. Me dijo que cuando quisiera. A los dos días estaba en su casa grabando. Pero, creo que las cosas no hubieran sido tan sencillas si no fuera nieto de Julio Sánchez Vanegas. Se lo debo todo. No hay en Colombia músico, artista, cantante que no haya trabajado con mi abuelo, y eso hizo que los cuatro músicos y todos los demás artistas que aparecen en la cinta se comprometieran conmigo de manera total”.
Eddy Martínez, pianista, compositor y arreglista, Francisco Zumaqué, director y compositor, Harold Orozco, cantante y arreglista y Pablus Gallinazo, compositor y cantante.
Aunque satisfecho con el resultado de Los profetas de mi tierra, a Emilio le hubiera gustado un toque con los cuatro, pero por los compromisos de todos resultó imposible. Y como si se tratara de una competencia deportiva, Emilio repite en la entrevista su gratitud hacia quienes lo han arropado y aupado.
“Les agradezco a mi padre, a mi madre, a los músicos y a toda la gente que dio su tiempo y su talento, para que mi película se haya podido terminar, tal y como la concebí”.
Desde los nueve años
Desde muy pequeño, dos años para ser exactos, Emilio Sánchez Salamanca se fue haciendo un melómano de todas las horas, cuando su padre dijo una noche que se iba a escuchar música y su pequeño hijo lo siguió. Jaime lo puso a oír a Sergio Méndez. Desde ese día, su vida cambió para siempre. No ha dejado escuchar un solo día música. También, desde esa corta edad, se comenzó a destacar por su habilidad para hablar, con coherencia, sin parar. Habilidad que sigue manteniendo, ahora con mayor seguridad y con una buena dosis de modestia y humildad que no le impiden confesar que desconoce el significado de alguna palabra o que no tiene suficientes elementos de juicio para dictar cátedra sobre algunos temas musicales o comentar una que otra película que no ha visto. Aunque, por su serena y convincente argumentación, pareciera que lo supiera todo sobre música, músicos y cine.
Bachiller del Colegio Nueva Granada, Emilio se pasea desde los 9 años por las cabinas de radio de las más importantes emisoras con seguridad y familiaridad.
“Llegué ahí por la magia de mi mamá. Una noche que ella tenía que salir con mi hermana, le pidió a mi papá que me llevara al estudio donde él grababa Buscando la noche, con la promesa de que yo no diría ni mu. Y claro, hice caso… omiso y cogí el micrófono y comencé a hablar. Mi papá fue incapaz de hacerme callar y como me salió bien, me prometió llevarme una vez por semana y ahí, a los nueve años, comenzó mi carrera. A los once hice mi primer programa en solitario, de bandas musicales de cine, que bauticé Cinema Paradiso”.
La música, a través de medios que no son solamente auditivos, es su mayor placer. “El lado visual de la música es lo que más me gusta trabajar, porque con estos materiales se pueden hacer cosas muy interesantes”.
Y ahora qué
En estos días, Emilio está en la fase de promoción de su documental, pero no da muchos datos porque es supersticioso, como lo son casi todos los artistas. En esa labor anda con su productor, Juan Ortiz, a quien le hace un reconocimiento especial, “porque me aguantó durante año y medio”. También está de cabeza leyendo y releyendo todo lo que se ha publicado sobre Frank Sinatra, uno de sus ídolos y repitiendo todas las películas que se han hecho de Sinatra, porque en diciembre se cumplirá el centenario de su nacimiento y prepara un especial de radio. El 14 de mayo de 1998, cuando Sinatra murió, recibió sentidas condolencias de todos sus allegados que sabían del luto que guardaría por la desaparición de su cantante. Igual pasó cuando murió Michael Jackson, otro de sus ídolos extranjeros.
Emilio Sánchez Salamanca está muy feliz porque este año fue llamado, por méritos propios, para presentar los Gramys en el canal de City Televisión. Y esa misma felicidad ilumina su rostro cuando habla de su hermana menor, de la que se siente muy orgulloso porque estudia cine en Barcelona (España) y cada uno de sus proyectos es novedoso y de gran originalidad.
Su documental Los profetas de mi tierra será, con los años, una de las piezas pioneras de la música nacional. Una memoria audiovisual que hasta ahora es escasa en casi todos los terrenos de nuestra historia, y mucho más en el campo musical, y que hace que Emilio sostenga: “Ya sé por qué las personas de mi generación no conocen a estos maestros”.
Que los músicos de su documental están activos no tiene para él la menor discusión, y hace el barrido: Eddy Martínez siempre está tocando en Bogotá, en el exterior y ahora tiene un montón de proyectos en marcha en Pasto. Zumaqué no para. Pablus Gallinazu también trabaja en Bucaramanga en su música y con su escritura y Harold anda en montón de cosas nuevas. Las piezas del rompecabezas de nuestra historia están ahí, la cuestión es armarla”.
Además de los músicos nacionales que homenajeó, admira y oye a menudo a Yury Buenaventura, a los Gaiteros de San Jacinto, Joe Arroyo… y a Marbelle, con quien ha hecho proyectos y se lamenta de que ha recibido mucho palo, de manera injusta. Le fascina su bella voz. “Canta jazz de manera maravillosa”. Además, recalca lo buena persona que es y lo interesante.
La búsqueda musical de Emilio no termina en hablar, escribir y hacer películas, sino que la interpreta: toca piano y batería, también canta y encanta como DJ (disc jockey). Hizo una primera sesión, con vinilos, en RPM Record en la zona T, hace pocos días. No podía ser una sesión tradicional sino que le añadió anécdotas. “Conté anécdotas sobre la música que iba poniendo. Duré tres horas y media y a la gente le gustó”.
Y es que Emilio Sánchez Salamanca gusta porque es muy simpático, con gran sentido del humor, agradable en su narración. Está creciendo, no en estatura porque ya no aumentará los dos metros diez centímetros que mide, sino en personalidad, que lo hace un hombre de radio sencillo y con gran compromiso frente al micrófono para hablar de música y de músicos, y ahora detrás de las cámaras y al frente de los guiones porque le encanta escribirlos.
Los profetas de mi tierra es el primer documental de una serie en la cual el tema es la memoria visual de la música y el entretenimiento, para homenajear a quienes han dejado huella. Será, por ahora, en lo que se ocupará.
MYRIAM BAUTISTA
Especial para EL TIEMPO
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