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Presidenciales

Iván Duque, una campaña de alto voltaje y finos equilibrios

En una actitud que se le ve natural, Duque deja que la gente se le acerque. A nadie le dice ‘no’ cuando le piden una selfi.

En una actitud que se le ve natural, Duque deja que la gente se le acerque. A nadie le dice ‘no’ cuando le piden una selfi.

Foto:Mauricio León / EL TIEMPO

Debe administrar las ventajas y desventajas que implica ser el heredero político de Álvaro Uribe.

Un grupo de experimentados reporteros de ELTIEMPO acompañó a los candidatos presidenciales en sus correrías políticas para ver sus estilos, sus énfasis, quiénes son las personas claves en su estructura y cómo los recibe la gente cuando se encuentra con ellos ‘en vivo y en directo’. Retratos de las campañas a menos de un mes de la primera vuelta para elegir al sucesor de Juan Manuel Santos en la Casa de Nariño.
Bastaron unos minutos dentro del centro comercial de un sector popular del sur de Bogotá (Centro Mayor) para que Iván Duque constatara que pisaba terreno hostil.
El grito solitario de un muchacho que lo miraba desde el segundo piso: “¡Petro, Presidente!”, se convirtió pronto en un coro cuyo volumen subió hasta ahogar la conversación que el candidato presidencial, intentando ignorar el hecho, sostenía con una joven que le exponía preocupaciones sobre el Tolima.
Duque se resistió a dejar sin repuesta a la joven de pelo negro, con quien siguió hablando incluso cuando fue evidente que el centro comercial estaba tomado por la polarización que vive el país, particularmente entre sus seguidores y los de Gustavo Petro, los dos candidatos que hasta ahora encabezan la intención de voto para la elección presidencial del 27 de mayo.
Los más de 20 escoltas que cuidan los pasos de Duque desde que se convirtió en el candidato de una coalición de derecha, encabezada por el Centro Democrático, el partido del expresidente Álvaro Uribe, se pusieron en alerta y cerraron el círculo en torno al candidato.
Entre ellos hay algunos policías ya retirados que cuidaron en algún momento a Uribe.
La tensión subió en medio de la competencia de coros que se armó por cuenta de quienes comenzaron a gritar: “¡Duque, Duque, Duque!”, mientras los del “¡Petro, Petro, Petro!” aumentaban el tono.
Dentro del tumulto que seguía al candidato presidencial iba el coronel Alfonso Plazas Vega, quien dirigió la retoma del Palacio de Justicia cuando lo asaltó la exguerrilla del el M-19, a la que perteneció Petro.
Duque siguió atendiendo a quienes le pedían selfis. Ni siquiera dejó de hacerlo cuando un muchacho le gritó: “Títere de Uribe, paraco” ni cuando una señora uribista replicó: “Petro, guerrillero”.
Si algo definió al candidato presidencial en esos momentos de crispación política fue la ecuanimidad. Él siguió saludando a la gente que se le acercaba.
Duque parece habituado a las agresiones de una contienda electoral, algo que no deja de ser sorprendente en un abogado y maestro en gerencia de políticas públicas que pasó 12 años en Washington trabajando en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), donde lo suyo era la diplomacia financiera y no la contingencia política.
Hay algo que podría explicar la serenidad con la que este bogotano de 41 años, con apenas 5 en la actividad política, enfrenta los altibajos de la campaña: su historia como hijo de un político. El antioqueño Iván Duque Escobar, quien fue gobernador de Antioquia, ministro de Minas y Energía y Registrador Nacional.
Después del episodio en el Centro Mayor, Duque solo comentó que le había parecido un hecho natural dentro de la actual campaña política.
“Peor que gritaran Vargas Lleras en vez de gritar Petro”, le dijo a EL TIEMPO, con lo cual no tuvo reparo en dejar en evidencia quién es para su coalición el verdadero rival.
En medio de la refriega en el centro comercial, se dejó guiar por su grueso grupo de escoltas, al que ya parece acostumbrado.
Cuando apenas era uno de los cinco precandidatos del uribismo a la Presidencia, a Duque lo solían acompañar solo dos escoltas y Julio César Venegas, conductor de confianza de su familia, pues trabajó con su padre, quien murió el 3 de julio del 2016.
Mientras Duque esté en Bogotá, Julio César es el conductor que lo lleva y lo trae.
El resto de su habitual equipo sí cambió, y el responsable de la reconfiguración del grupo de trabajo del candidato presidencial fue Luis Guillermo Echeverri, quien entre el 2002 y el 2009 fue director ejecutivo del BID en representación de Colombia, Perú y Ecuador, y quien hoy gerencia la campaña.
Iván Duque

El aspirante presidencial de la coalición de derecha se ve obligado a lidiar con lo bueno y lo malo que implica para él ser el heredero de Álvaro Uribe Vélez.

Foto:ELTIEMPO.COM

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El sello de Fabio Echeverri

Pero más que eso, Luis Guillermo es amigo personal de Duque desde hace 17 años e hijo del empresario antioqueño Fabio Echeverri Correa –fallecido el 28 de octubre del año pasado–, artífice de las campañas presidenciales de Uribe y de su triunfo en la primera vuelta de la elección del 2002, cuando Uribe era escasamente conocido a nivel nacional.
Ahora Duque sostiene que, “con humildad”, trabaja para ganar en primera vuelta. Y le pide a cada seguidor con el que habla que le sume a otro votante, para ir multiplicando.
Como gerente de su campaña, Luis Guillermo Echeverri considera que “para el país es mejor tener presidente en una primera vuelta”. Y, con un marcado acento paisa agrega: “Pero ganado no hay sino en los corrales”.
¿Y eso qué significa?, le pregunta EL TIEMPO?
–¡Que ganado no hay nada, que hay que trabajar todos los días, sin cálculos! –responde.
Confiesa que “¡ni de fundas!” habría sido gerente de la actual campaña si el precandidato uribista ganador no hubiera sido Duque.
Luis Guillermo Echeverri no suele salir a las correrías políticas con el candidato presidencial, sino que pasa la mayor parte de su tiempo en la sede central de la campaña, en el norte de Bogotá.
Quien usualmente acompaña a Duque es la cartagenera Alicia Arango, quien se desempeña como su jefa de debate.
La exsecretaria privada de Uribe en la Presidencia sigue a Duque a distancia de los tumultos, pero está siempre atenta a los detalles.
Otra integrante de la campaña muy cercana al candidato es María Paula Correa, su asistente personal y quien trabajó con Uribe durante sus dos gobiernos.
El día de la ajetreada visita al centro comercial del sur de Bogotá, el debate entre la gente de la campaña más cercana a Duque era si debía quedarse para almorzar allí, como se había planeado originalmente para propiciar el contacto con la gente que visitaba el lugar, o si era mejor suspender ese plan.
Alguien llegó a decir que los administradores del lugar preferían que no se quedara a almorzar para evitar un nuevo momento de tensión que pudiera alterar la rutina de quienes pasaban allí la tarde en familia o entre amigos. Al final, la decisión la tomó el propio candidato.
Se quedó, hizo fila ante la caja registradora de Kokoriko, pagó su pedido y el de otras personas, y almorzó en el lugar.

El equipo en la sombra

Para enterar a los medios de comunicación y al país de lo que Duque hace, dice y propone, su campaña tiene una estructura conformada por tres equipos.
El primero, de dos periodistas, un camarógrafo y un fotógrafo, sigue al candidato y recoge las declaraciones, imágenes y videos de sus recorridos.
El segundo, de cinco periodistas, depura el material en la sede de la campaña. “En este grupo promediamos los 40 años –cuenta uno de ellos–. Escribimos los comunicados y nos encargamos de los mensajes en Twitter”.
El tercer equipo, conformado por unos 15 ‘millennials’, se encarga de los contenidos para Instagram, Facebook y WhatsApp.
Duque delega, pero si algún mensaje que considera importante se le pasa por alto al equipo de medios, puede llamar a cualquier hora de la noche para decirlo. “Es firme y a veces se enoja, pero nunca dice las cosas de mala manera”, cuenta uno de los miembros de su campaña.
El sábado de la visita al centro comercial del sur, el día de Duque había comenzado con un recorrido por el barrio La Alquería de Bogotá, donde todo le salió a pedir de boca.
El aplauso, los vivas, la simpatía de los comerciantes de textiles que decían confiar en él para que los ayude a superar la crisis económica que les provoca el contrabando de telas chinas, fueron la marca de esa visita.
Allí, incluso, el candidato era llamado “Presidente”. “¿Me permite un selfi, Presidente?”, era la invitación constante.
Su visita a esa populosa zona comercial fue organizada por un concejal del Centro Democrático. Por eso, el recorrido por los almacenes tuvo la tradicional puesta en escena de una campaña política: con papayera pagada hasta las 12:15 del día, para animar la visita, y un vehículo que recorría las calles con un cartel en el que Duque aparecía fotografiado con Uribe.

Ventaja electoral vs. hostilidad

El candidato lucía cómodo entre la gente del barrio. Nunca perdió la sonrisa con los vecinos y comerciantes que se agolpaban a su alrededor. Y siempre respondió con un ‘Sí’ a las decenas de solicitudes de selfis. Su estilo evidente es la cordialidad
Incluso, férreos críticos del uribismo suelen abstraer al candidato de su filiación política.
Por ejemplo, la congresista de Alianza Verde Angélica Lozano ha destacado en entrevistas la personalidad de Duque. “El problema es lo que representa”, ha dicho.
Más allá del juicio de valor, el hecho es que Duque es el hombre de Uribe en esta campaña presidencial, con lo que esto implica para el candidato.
Por un lado, Duque sigue encabezando hoy las encuestas, pero por el otro lado tiene que lidiar con momentos como el que vivió en el Centro Mayor y con la hostilidad que aflora en algunos segmentos antiuribistas de la sociedad colombiana.
Hasta ahora el candidato presidencial ha salido bien librado.
Duque incluye a Uribe en el grupo de las cinco personas que han marcado su vida. Y frente a la reiterada pregunta de si en un gobierno suyo mandaría el expresidente, se ha limitado a decir que ve al hoy senador del Centro Democrático como “un gran aliado” suyo en el Congreso.

Cinco personas claves de su equipo

Marta Lucía Ramírez
Fórmula vicepresidencial
Es consejera programática. Reemplaza a Duque cuando él no alcanza a cumplir toda la agenda. Fue ministra de Defensa.
Luis Guillermo Echeverri
Gerente de la campaña
Armó el equipo de campaña de Iván Duque. Es hijo de Fabio Echeverri Correa, quien estuvo detrás de las campañas presidenciales de Uribe.
Alicia Arango
Jefa de debate
Exsecretaria privada de Álvaro Uribe en la Presidencia de la República. Acompaña a Iván Duque en casi todas las correrías de su campaña.
Felipe Buitrago
Jefe programático
Es amigo de Iván Duque. Escribió con el hoy candidato presidencial el libro La economía naranja. Buitrago fue consultor del BID, donde también trabajó Duque.
María Paula Correa
Asistente personal
Trabajó con Uribe durante sus dos gobiernos y al final fue cónsul en Nueva York. Acompaña a Duque en todos sus actos de campaña.
MARISOL GÓMEZ GIRALDO
Editora de EL TIEMPO
En Twitter: @MarisolGmezG
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