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'Ingreso fácil no dejaba hacer un buen sistema de impuestos': Stiglitz

¿Qué hacer sin el auge de precios del petróleo? El laureado economista plantea algunas alternativas.

MAURICIO GALINDO
Al escuchar a Joseph Stiglitz, premio nobel de economía en 2001, se diría que para Colombia todos los caminos conducen a los impuestos. O casi todos, al menos si se trata de mantener los avances sociales.
Impuestos al carbono, a las ganancias, a la tierra. Si acaso, no menciona el de las gaseosas. Pero si llega al tema tributario, no es por casualidad: países como Colombia, dice, “no desarrollaron un buen sistema tributario, porque había ingresos fáciles del crudo”, pues, recalca, en los tiempos de auge de precios, se cree que las cosas serán así para siempre.
A pesar de haber estado en las entrañas del establecimiento, nada más ni nada menos que como vicepresidente y economista jefe del Banco Mundial, sigue siendo recordado por su dura crítica a la banca multilateral. Esta fue consignada en su libro ‘El malestar en la globalización’, solo un par de años después de haber salido del Banco y al año de ganar el Nobel –junto con George Akerlof y Michael Spence–.
Fue tan dura su crítica que motivó una respuesta vehemente de Kenneth Rogoff, quien tenía el cargo equivalente en el Fondo Monetario Internacional (FMI). Stiglitz, quien participó en el foro ‘El futuro de Colombia’, de la Universidad del Rosario y EL TIEMPO, en Bogotá, mantuvo esta charla con este diario.
Usted afirma que Colombia recibió un regalito con los precios del petróleo. ¿Por qué no se tradujo en una reducción mayor de la desigualdad?
Creo que el dinero debió ser invertido, y apartado, para reconocer que era un regalito temporal, que debió ser utilizado como una oportunidad singular para atender un problema que viene de vieja data. Pero lo que termina pasando es que todo el mundo se cree la idea de que cuando el precio está alto, siempre va a quedarse alto.
Usted también afirma que cuando hubo buenos ingresos, el gasto fue procíclico. ¿No se aprovechó la bonanza de precios?
No la usaron a cabalidad, diría yo. O sea, su economía sí creció. Pero creo que tendrían que haber dicho ‘mire, esto es inusual, hay que ahorrar ese dinero para un propósito especial’. Y solucionar o reducir la inequidad hubiera sido uno de esos propósitos en los cuales invertir esos ahorros.
A dos años y medio de la caída del petróleo, ¿cómo debe responder una economía como la de Colombia?
Obviamente, necesitan seguir diversificando su economía, y ustedes lo han hecho bastante mejor que muchísimos países. Naciones del Medio Oriente no han tenido éxito en la diversificación. Creería que su gobierno, como otros donde el crudo era importante, no desarrolló un buen sistema tributario, porque había ingresos fáciles del crudo, así que tiene una evasión de impuestos alta y una manera de evitar los impuestos, también alta. Así que ahora uno tiene que mejorar la administración de los tributos. Tienen disposiciones en su código tributario que son absolutamente regresivas y el tratamiento especial de las ganancias de capital y de los dividendos. Así que, de nuevo, reformas en ese sentido mejoran el ingreso promedio y reducen la inequidad.
El auge permitió más gasto social, como el de subsidios condicionados, lo que ayudó a bajar la pobreza. ¿Cómo mantener ese gasto, en la estrechez actual?
Esos son buenos gastos… Ahí es donde uno tiene que subir los tributos: impuestos sobre la contaminación; más predial sobre la tenencia de tierras; impuestos a los dividendos, a las ganancias ocasionales y a las ganancias de capital.
Ahora, yo sé que hay mucha crítica sobre el aumento tributario que acaban de recibir en su última reforma. Incrementar los impuestos siempre se critica porque alguien está cediendo parte de su ingreso. Por eso es que hay que ponderar muy bien y tener sumo cuidado sobre dónde es que se modifican los impuestos.
Creería que una reforma podría lograr un consenso social sobre la idea de que la contaminación es mala y tenemos que contribuir para reducir el calentamiento global. Trabajar para que haya un consenso nacional de gravar la contaminación. Que uno pueda decir ‘muy bien, subimos un impuesto al carbono y ayudamos precisamente a los pobres que padecen la contaminación’. Los ricos siempre dicen ‘sí, sí, es que es por los pobres’, pero los ricos no se preocupan por los pobres. Se están preocupando porque no les caigan impuestos adicionales.
Por el lado tributario, ¿qué otro impuesto que permita mantener el gasto de los buenos tiempos podría lograr algún consenso?
Toma mucho debate lograr un impuesto socialmente aceptable, y la gente siempre va a estar buscando argumentos acerca de que ‘un impuesto a las ganancias de capital va a ahuyentar la inversión…’, siempre habrá razones, pero en realidad, he demostrado que un impuesto sobre ganancias ocasionales y de capital realmente anima, estimula el crecimiento. Especialmente sobre ganancias ocasionales por tenencias de la tierra. La gente gastaría menos en especular con precios de la tierra e invertiría mejor en capital productivo. Yo he demostrado eso en mis estudios.
Hace 15 años, usted fue muy crítico del papel de la banca multilateral, mientras países como Colombia tomaban decisiones en esa línea. ¿El balance de esas decisiones es bueno?
Primero, cuando los critiqué a ellos no dije que todo lo que sugerían estuviera mal. Eso no fue lo que dije. En algunas cosas que decían tenían razón y en otras no. Doy un ejemplo: algunos países no les prestaron atención a sus presupuestos, y cuando el FMI y el Banco Mundial les dijeron ‘ustedes tienen que prestarles atención a sus presupuestos’, eso estaba bien hecho.
Pero a veces dijeron ‘ustedes no deberían pedir prestado’, y ahí fueron excesivamente cortoplacistas. Y los países sí pueden pedir prestado si están haciendo inversiones productivas que van a pagar dos veces y medio la deuda. Así que pensé que fueron excesivamente austeros. Yo era muy crítico del hecho de que no le prestaban casi atención a la desigualdad, y hoy están de acuerdo conmigo y ahora le prestan mucha atención a la inequidad.
Entonces, el FMI de hoy tiene una cara distinta…
En la época que usted menciona yo escribí ‘El malestar en la globalización’, y tuvimos una gran discusión acerca de los controles de capital, y ahora están de acuerdo conmigo en que, bajo ciertas circunstancias, los controles de capital son cosas buenas. Así que lo que yo diría es que ha tenido buenas influencias, y algunas no son tan buenas.
Mi crítica principal era que, en vez de promover un debate democrático acerca de cada uno de los asuntos que estoy mencionando, tienen la tendencia a imponer, a dictar sus puntos de vista. Y a veces estaban bien y a veces estaban mal. Y a veces el país tomaba la decisión correcta, y a veces, decisión incorrecta. Y considero que su papel debe ser dar su visión, compartir lo que está ocurriendo en cada país, pero darle espacio para que cada uno tome sus propias decisiones, y a veces van a tener razón y a veces van a estar equivocados.
Desde entonces a hoy, ¿habla con Kenneth Rogoff?
Oh sí, muchas veces.
¿Y ahora sí están de acuerdo?
En muchos temas sí. Concordamos en que Trump es un desastre. ¡Y él es republicano!
MAURICIO GALINDO
Editor de Economía de EL TIEMPO
MAURICIO GALINDO
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