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El revés petrolero de América Latina

Las ventas mexicanas de petróleo se han reducido un 62 %.

Las ventas mexicanas de petróleo se han reducido un 62 %.

Foto:REUTERS

Las compras de gasolina desde EE. UU. se han multiplicado por cuatro entre el 2014 y el 2016.

El viraje no es casual. Durante la última década, la economía de EE. UU. se ha atiborrado de petróleo debido a la fractura hidráulica (fracking), que le ha permitido incrementar la producción de crudo un 71,2% y reducir las importaciones un 26,4%, según la EIA.
Así, los estadounidenses han podido aprovechar la sed de combustibles latinoamericana, que ha ido en aumento, tanto por las necesidades de su parque automovilístico como de las centrales eléctricas. Unas exigencias que los países de la zona han sido incapaces de saciar, puesto que sus refinerías se han quedado obsoletas por falta de inversión.
“El surgimiento de EE. UU. como potencia petrolera casi autosuficiente no solo impone el reto de ser un competidor poderoso, sino también reduce su papel como consumidor”, dijo Alfredo Coutiño, director de Moody’s para América Latina.
Por si fuera poco, Canadá ha estrechado su relación con EE. UU. en los últimos 10 años, y ha ampliado sus ventas de petróleo pesado, suplantando de esta forma a México y Venezuela, principales exportadores latinos del producto. “El cambio en la balanza es radical”, señaló Gonzalo Escribano, responsable del programa Energía del Real Instituto Elcano.
En 2005, año en el que la economía estadounidense se entregó al ‘fracking’, los canadienses acaparaban el 17% de sus importaciones. Ahora controlan casi el 40%, según la EIA.

Por si fuera poco, Canadá ha estrechado su relación con EE. UU. en los últimos 10 años, y ha ampliado sus ventas de petróleo pesado, suplantando de esta forma a México y Venezuela

En tanto, las ventas mexicanas se han reducido un 62% y las venezolanas un 40%. Brasil, Colombia, Ecuador y Argentina han sentido menos el golpe.
México ha jugado un papel fundamental en este nuevo escenario. La economía de ese país ha sufrido una bajada en la producción de hidrocarburos, derivada de la falta de inversiones en su infraestructura y aderezada con una caída en los precios de las materias primas.
Este efecto combinado ha asestado un duro hachazo a las finanzas públicas. Los ingresos por la venta del petróleo han pasado de representar un 40% de los fondos del Gobierno en 2014 a un 16,3% en el 2016, según el Ministerio de Hacienda mexicano.
“La economía se ha despetrolizado de manera brutal y totalmente forzada”, afirma Luis Miguel Labardini, analista del sector energético del bufete Marcos y Asociados. Esto ha impedido hacer inversiones en Pemex, que se ha visto obligada a aumentar sus importaciones, principalmente de EE. UU..
En esta historia, la gasolina ha sido la gran protagonista. El país ha aumentado un 198% el volumen de sus compras foráneas de este combustible desde el 2005. El próximo año, México también adquirirá petróleo crudo. En el 2018, el país, que hace apenas siete años presumía de ser la octava nación que más crudo producía en el mundo, comprará 50.000 barriles diarios al vecino del norte. El pedido ya está hecho.
“En Venezuela, el país del petróleo, escasea el combustible”, titulaba El Nacional el 23 de marzo.
El diario venezolano relataba que los automovilistas se quedaban hasta 72 horas en cola en las estaciones de servicio para abastecerse. El país produce menos de un tercio de petróleo de lo que hacía en 1999, cuando Hugo Chávez, ahora fallecido, tomó las riendas del país.
A la espera de que los precios repunten, y a la par las inversiones en las refinerías, Venezuela ha tenido que abastecerse de combustibles en el exterior.
Las importaciones de gasolina procedentes de EE. UU. se han multiplicado por cuatro entre el 2014 y el 2016, según la EIA. Venezuela es ya el segundo mayor comprador de gasolina a EE. UU., solo detrás de México.
Brasil también se ha convertido en un gran importador de derivados del petróleo estadounidense. La balanza comercial del país es deficitaria desde el 2007 y se ha ido acrecentando de manera considerable.
Pero a diferencia de México y Venezuela, Brasil ha mantenido, con ciertos vaivenes, sus envíos de crudo hacia la primera economía del mundo, que ya no es su principal socio energético.
ÓSCAR GRANADOS
Ediciones EL PAÍS, SL 2017
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