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'La educación es la clave de una paz duradera'

Secretario de educación de Ocde reflexiona sobre el desarrollo y potencial del país en ese aspecto.

Colombia tiene ahora una oportunidad histórica de poner fin a uno de los conflictos armados más prolongados del mundo. ¿Será capaz el país de aprovechar esta ocasión para desarrollar su enorme potencial económico, social y cultural?
Eso depende, en gran medida, de lo que ocurra en los salones de clase.
La educación es la clave de una paz duradera. El nuevo informe de la Ocde (Organización para la Coo-peración y el Desarrollo Económicos), La educación en Colombia, muestra que, en los últimos 15 años, el sector ha vivido una transformación extraordinaria.
El acceso a la educación preescolar y a la educación terciaria se ha más que duplicado en este periodo, y la esperanza de vida escolar ha aumentado dos años. Y no solo eso: Colombia ha sido uno de los pocos países del mundo que han logrado incrementar el número de estudiantes y mejorar su aprendizaje al mismo tiempo.
De hecho, Colombia fue uno de los cuatro países que mostraron un mayor avance en los resultados de lectura del Programa Internacional para la Evaluación de Alumnos (Pisa), de la Ocde, en 2012.
En la medida en que Colombia vaya avanzando posiciones en la economía mundial, su éxito educativo no consistirá únicamente en la mejora según los estándares nacionales, sino también en el desempeño de los estudiantes colombianos en comparación con sus pares de todo el mundo.
Para empezar, el país necesita unos estándares de aprendizaje comunes que fijen altas expectativas para todos los estudiantes del territorio nacional, independientemente de su nivel socioeconómico, del lugar donde vivan o de la escuela a la que asistan.
Según los resultados de Pisa, los estudiantes de 15 años en Colombia todavía están tres años por detrás de sus pares en otros países miembros de la Ocde. Desarrollar estos estándares le daría al país la oportunidad de definir los conocimientos, las habilidades y los valores que requiere una nueva Colombia más inclusiva.
En segundo lugar, todos los niños deberían tener acceso a la educación desde muy pequeños. Las grandes desigualdades observadas en el acceso a la educación terciaria (sólo el 9 % de los alumnos de las familias más pobres llegan a la universidad, frente al 53 % de los alumnos de las familias más ricas) se empiezan a gestar antes de que los niños comiencen a ir a la escuela.
Dos de las medidas más eficaces para cerrar la brecha son priorizar a los más desfavorecidos en el acceso a la educación preescolar y garantizar que todos estén en la escuela a los cinco años.
En tercer lugar, hay que empoderar a los docentes para que lideren esta transformación; aunque esto sólo ocurrirá si tienen claridad sobre lo que se espera de ellos y si reciben el apoyo necesario para enseñar de una forma más eficaz.
Por ejemplo, cerca del 41% de los estudiantes colombianos de 15 años ha repetido al menos un curso, lo que significa que los docentes pasan las dificultades a los siguientes docentes, en lugar de resolverlas; todo ello a pesar de que los resultados de Pisa demuestran que repetir curso no solo es ineficaz, sino que además desmotiva a los estudiantes y es costoso para el sistema.
Los docentes de los países que logran los mejores resultados están sujetos a altos estándares y trabajan conjuntamente para mejorar sus métodos de enseñanza. La autonomía profesional en el seno de una cultura colaborativa crea, a su vez, condiciones óptimas para que los estudiantes aprendan.
En cuarto lugar, las inversiones en educación serán más beneficiosas si los estudiantes salen del sistema educativo con las habilidades que necesitan la economía y la sociedad.
Por ello, es preciso que los gobiernos aúnen esfuerzos para definir trayectorias y calificaciones educativas claras, para apoyar a los estudiantes en la elección de su carrera y para forjar alianzas con los futuros empleadores y brindar más oportunidades de prácticas a los estudiantes.
Estas reformas deben ser prioritarias en zonas rurales, donde unos vínculos más fuertes entre educación y trabajo serán claves para el desarrollo.
Ninguna de estas reformas es fácil, rápida o de bajo costo; pero el país sólo será capaz de cosechar los beneficios de esta paz tan ansiada, si las afronta con una visión clara y compartida sobre el futuro del sistema educativo.
ANDREAS SCHLEICHER
Secretario de educación de la Ocde
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