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Uno puede lograr todo lo que se propone: Luis Javier Mosquera

Luis Javier Mosquera, pesista colombiano.

Luis Javier Mosquera, pesista colombiano.

Foto:AFP

El pesista colombiano estuvo a punto de renunciar a su sueño por cuenta de las lesiones.

Sin escuchar radio ni ver televisión, el pesista Luis Javier Mosquera Lozano se levantó temprano, besó a su esposa, Diana Cadena, y a su hijo, Jhosser Stick Mosquera, de tres años, y salió en su motocicleta rumbo a un taller en Yumbo (Valle).
No tenía afán mientras esperaba que le pusieran una 'pechera' nueva en el motor de la moto cuando lo llamó al celular su fisioterapeuta Daniel Gil y lo dejó mudo. “Daniel me repetía: ‘Luis, lo conseguiste, lo conseguiste’, ya cuando le pregunté de qué se trataba, me dijo que habían pillado al otro competidor porque arrojó positivo en doping. Yo no podía creerlo”, cuenta el deportista.
La noticia, que ya circulaba por cables de prensa internacional corrió por la cuadra del popular barrio Guacandá, donde Mosquera vive en el segundo piso de la casa que les heredó su padre José Novarino Mosquera, fallecido el año pasado.  De cuarto en la categoría 69 kilos saltó al bronce ante la descalificación por dopaje del kirguiso Izzat Artykov.
Mosquera se devolvió en la moto, sin reparar, hasta su casa, y supo que era verdad por la algarabía ante esa medalla, "la que siempre quise, por la que me esforcé".
Allí estaban sus hermanos Jhon Jairo y José David, también mundialista de pesas.
"En la televisión ya decían cosas y los muchachos en el taller se empezaron a tomar fotos conmigo, fue algo instantáneo", señala Mosquera.
Luis Javier Mosquera, de 21 años, supo que había valido la pena quedarse en la villa olímpica de Río (Brasil) y soportar una luxación en su rodilla derecha, un desgarro en esa misma pierna y el dolor en un hombro. Venía de una cirugía en la columna en febrero pasado. Recuerda que un mes antes de la competencia llegó a salir con sus maletas en la mano de la concentración. Estaba cansado de los dolores que sentía y de las lesiones que no sanaban y por las que no se le permitía entrenar hasta que no estuviera completamente recuperado. Las dolencias no le permitían entrenar en un principio y se sentía inútil, pero sus compañeros y entrenadores lograron convencerlo de que se quedara para recuperarse y competir, para luchar por la victoria. "Es que si me hubiesen dado un mes más de recuperación, estoy prácticamente seguro de que otra hubiera sido la historia, sin embargo, la obra de Dios es así y así lo quiso".
El joven yumbeño recuerda la tristeza que lo embargó durante dos meses de concentración en Brasil, en los que no podía salir y lo único que veía por su ventana era una gran montaña. Al contemplarla por las mañanas trataba de pensar en su familia y su hijo para mantenerse fuerte, aunque eso no evitaba que sus lágrimas brotaran por la soledad y el momento que pasaba.
“Esto es emocionante. Con otros pesistas sí comentamos, en broma, que el pesista del bronce estaba como nervioso en la prueba antidoping. Pero no pensábamos que en realidad se hubiera puesto a inyectarse cosas. Yo recuerdo que él hasta me saludó al terminar la competencia y yo lo miré extrañado, por lo que se había comentado”, narró el deportista.
La satisfacción de Mosquera radica en ver su sueño cumplido, pues desde que tenía que ir hasta en bicicleta a Cali para entrenar y las veces que tuvo que sacrificar las salidas con amigos por entrenar entre semana y trabajar como peluquero para costear sus gastos, siempre imaginó con ganar el dinero que le permitiera reparar el gimnasio en el que empezó a formarse en su natal Yumbo.
“Él siempre quiere que la gente esté bien, admiro mucho eso de Luis. Siempre me dijo que cuando ganara una medalla en los Olímpicos iba a arreglar el gimnasio. Él ahora entrena en Cali con la Selección, pero quiere seguir entrenando acá en Yumbo”, dijo su esposa, Diana Cadena, también pesista.
En ese gimnasio, ubicado en el barrio Bolívar, a las afueras de Yumbo, Lus Javier llegó a no encontrar el peso necesario para entrenar; también, recuerda que en varias oportunidades la condicion de las barras le produjo lesiones en manos y muñecas. Aún así procuró siempre entrenar ahí, o buscar la preparación en Cali, para que el dia que tuviera los recursos pudiera llevar a cabo una gran obra por el deporte de su municipio.
"Hay muchos, y mejores que yo, que no siguieron por el tema económico. Yo soy un convencido de que si uno quiere algo, se esfuerza y hace lo que sea para conseguirlo. Hoy, Dios y el tiempo me dan la razón, se puede soñar en grande y cumplirse a uno mismo", sostiene.
Desde pequeño ha sido un ganador, una promesa, y reflejo de ello son sus resultados en el actual ciclo Olímpico: ganó la plata en los Juegos Suramericanos de Chile y el oro en los Juegos Panamericanos de Toronto (Canadá). En el 2014, en Kazán (Rusia), tres medallas de oro en el Mundial Sub-20 y reeditó ese resultado en el Mundial de Wroclaw (Polonia), en el 2015.
“Esto es la muestra de que uno puede lograr lo que se propone. Yo antes del 2013 no conté con ningún apoyo, todo lo hice gracias a mi sacrificio, porque mi hijo me motivaba, porque quería que él estuviera bien y hacerlo a través de este deporte que me apasiona. Mi padre siempre fue mi mayor motivador, él estuvo siempre pendiente y en toda competencia en la que yo estaba él estaba en primera fila, siempre quise que me viera colgarme una medalla olímpica, pero hoy lo hice y sé que él me está mirando”, señala el pesista.
Gracias a la noticia la Alcaldía de Yumbo le aseguró que se empezarán algunas gestiones para la recuperación del gimnasio, aquel donde su sueño se inició con tan solo ocho años viendo a sus hermanos entrenar.
Para el pesista, que sigue sin arreglar su moto aún, las noticias positivas no pararon porque la Alcaldía y el consorcio Vipa Yumbo, con presencia del vicepresidente Germán Vargas Lleras y la ministra de Vivienda, Elsa Noguera, le entregaron una vivienda entre las 400 que otorga el proyecto Hacienda Verde, en ese municipio.
El jueves, sentado en su casa, recibiendo la visita de sus vecinos, quienes querían abrazarlo y ponerlo como ejemplo ante sus hijos, Luis Javier relató el sufrimiento de hace un año, cuando una hernia lo alejó del Mundial en Houston, en Estados Unidos.
“Allí solo pude pensar ‘chao Olímpicos’, pero Dios sabe cómo hace sus cosas, por eso en febrero el doctor Jorge Ramírez (que también operó a Óscar Figueroa) me operó y llegué a Río, no en un 100 por ciento, pero llegué. Usted sabe que uno es terco, si uno quiere algo para su familia no me hubiera importado quedarme sin espalda por obtener esa medalla, no la conseguí y fue lo que más me dolió, pero Dios me permite vivirlo hoy”, señala el joven deportista.
Por ahora solo quiere descansar, recuperarse rápido de las lesiones que tiene y llegar con buen ritmo al próximo mundial que se realizará en Estados Unidos, en octubre del 2017.
“Lo bueno de él, más allá de la fuerza y la mentalidad, es esa capacidad que tiene de ser positivo. Cuando la situación está más dura él no se deja afectar”, cuenta Damaris Delgado Castillo, quien lo entrenó durante 11 años.
La entrenadora asegura que su terquedad es lo que más lejos lo ha llevado.
“Recuerdo mucho que para unos Juegos Departamentales él quería competir, pero la categoría era para niños de nueve años y él solo contaba con ocho, ese día lloró tanto. Es que él podía ganarles a los que competían, siempre ha sido así, un prodigio”, cuenta la entrenadora Delgado.
Satisfecho, Luis Javier recuerda con orgullo sus dos campeonatos mundiales obtenidos en la categoría Sub-17 y sus dos títulos mundiales en la categoría Sub-20, las pesas lo unieron más con su familia, le permitieron conocer a su esposa que también practica este deporte y hoy le permiten celebrar un nuevo triunfo para que su casa brille con una medalla más.
Para el deportista, es importante destacar que el deporte tiene excelente recurso humano en su ciudad y en el Valle del Cauca, pero asegura que no deberían los deportistas sufrir tanto para obtener el apoyo que les permita mostrarse. Sin embargo, este joven del que muchos recibieron un corte de pelo en el barrio Guacandá se mantuvo, terco como siempre, con un sueño en su cabeza y lo mantuvo arriba, así como lo ha hecho con sus marcas personales de 155 y 192 kilos en el levantamiento de pesas.
"Creo que esta medalla va a opacar las fotos y los demás trofeos que tenemos aquí en la casa, no sé, estoy emocionado, aunque más emocionante hubiese sido ganar la medalla en Río, es que a los mundiales va todo el mundo, pero en los Olímpicos eso es por cupos, lo cual me parece que no le deja a uno margen de error. De todas formas, me siguen pareciendo más duros los mundiales", remata Luis Javier, que suda entre los abrazos y las personas que ingresan a su casa, sin parar, para felicitarle por el logro.
MIGUEL ÁNGEL ESPINOSA
Redactor de EL TIEMPO
Cali
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