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Uruguay goleó 3-0 a Colombia y la dejó al borde de la eliminación

Waller, Schiappacasse y De la Cruz, anotaron los goles para el equipo 'charrúa'.

PABLO ROMERO
Colombia vivió una pesadilla: goleada 3-0, un penalti en contra, un expulsado, el desespero, la impotencia, las mismas fallas defensivas, las mismas incapacidades en ataque. Fueron 90 minutos que parecieron el tercer tiempo del juego contra Venezuela o contra Argentina, los dos anteriores que tampoco ganó. Fue más de lo mismo, solo que ahora quedó al límite de la eliminación en el Suramericano y el cupo al Mundial se ve tan lejos como la propia Corea, sede de esa cita.
Fue más de lo mismo: Colombia estuvo confundida desde el comienzo; además de errática e imprecisa. Más se demoraba en tener la pelota que en entregársela al rival. No sirvió ni siquiera que en la cancha estuvieran Juan Camilo Hernández y Juan Pablo Ramírez, dos de los talentosos que venían siendo suplentes. Pues esta vez arrancaron de titulares y le dieron la razón al ‘Piscis’ Restrepo: Ramírez fue una sombra que ni se sintió; Hernández mostró tantas ganas que estas confundieron su fútbol.
Colombia arrancó corriendo todos los balones, como si la actitud pudiera disimular las grietas del equipo. Uruguay, el líder, el favorito, el mejor equipo del Suramericano, jugó con la calma del que se siente superior. Esperó a que su rival bajara la intensidad inicial, que se cansara, y luego lo atacó cuando quiso, con jugadas precisas. Y le hizo daño y lo humilló.
Al término del primer tiempo el partido registraba tres opciones de gol: todas para Uruguay, que además hizo uno. Cuando el partido recién comenzaba Colombia ya había sentido el terror. Uruguay le llegó a su zona con paredes, entrando al área como si hubiera pedido permiso y Colombia –su zaga– le abrió la puerta. El uruguayo Amaral falló con el arco solo. Eso fue solo un anuncio. Luego, Rodrigo Bentancur pateó tan solo que debió asustarse porque mandó el balón arriba, lejos. Fue la segunda gran oportunidad. Después fue el turno de Benavidez que no necesitó desmarcarse, pues nadie lo marcaba. Cabeceó solo, luego de un tiro de esquina en corto, y falló. Era como si Uruguay quisiera perdonarle la vida a Colombia, como si quisiera darle una oportunidad. Pero Colombia no reaccionó.
El gol uruguayo se presentía, iba a llegar en cualquier instante. Y así fue, y antes de acabar el primer tiempo. Facundo Waller recibió la pelota al borde del área grande y la englobó y colgó al portero Arias.
En ese instante, con el 1-0 en contra, Colombia añoró el descanso a ver qué podía inventar, pero de allí regresó sin solución y sin milagro.
En el segundo tiempo la tarea era más titánica. Antes del partido necesitaba ganar sí o sí, ahora el empate ya era mucho premio.
Y el equipo tuvo las mismas falencias del comienzo, del pasado y del antepasado; las mismas incapacidades. Entró Luis Díaz a ver si podía inventar algo y en la primera pelota que recibió la tiró casi afuera del estadio. Más de lo mismo.
Entonces, Uruguay decidió volver a acelerar, desperdició un par de ocasiones más, porque siempre sus rematadores quedaron libres de marca.
El segundo gol fue, por supuesto, en otro error defensivo. La zaga achicando al rival, los centrales, como todo el partido, sin comunicarse, sin hablar, confundidos, y el pase fue para el uruguayo Schiappacasse que definió con más claridad que su apellido, justo a la salida del portero Arias. Fue el 2-0 y los rostros de los jugadores colombianos, y del ‘Piscis’ Restrepo y de los pocos hinchas en las tribunas del estadio Atahualpa de Quito, ya no solo eran los rostros de la derrota, sino además del pánico, como si todos presintieran que aún faltaba más pesadilla y que no tenían ni el fútbol ni las fuerzas para despertarse.
Un remate de horror
Los minutos finales del partido fueron el reflejo del desespero colombiano. Hárold Balanta luchó con un rival y le ganó con un codazo feroz. Recibió la tarjeta roja y se fue. Colombia perdiendo 2-0 y ya con 10 hombres solo podía suplicar por el final del partido.
Pero faltaba más. En otra de las fáciles llegadas uruguayas el otro Balanta, Kevin, se lanzó para evitar un remate y derribó a su rival. Penalti. Nicolás de la Cruz lo pateó abajo, a un costado, con serenidad, y el portero colombiano por poco lo ataja, pero eso ya hubiera sido mucho pedirle a una selección sin signos de mejoría, entregada y humillada.
Si Arias lo hubiera atajado seguro no habría alcanzado a impulsar a sus compañeros. Quedaban 8 minutos para el final.
Si en anteriores partidos Colombia luchó hasta el final y peleó por un empate de último momento, esta vez solo suplicaba por el final. Perdió y perdió feo. Quedó en el fondo de la tabla del Suramericano y sin signos de mejoría. Le quedan Ecuador y Brasil para buscar una hazaña. El Mundial se ve tan lejos como la propia Corea.
PABLO ROMERO
Redactor de EL TIEMPO
En Twitter: @PabloRomeroET
PABLO ROMERO
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