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Tahití directo al corazón

Una demostración de cómo vivir el fútbol, como lo que es: un juego.

En medio del hiperprofesionalismo, junto a las mejores selecciones del planeta, un grupo de 23 desconocidos logró mezclarse en ese mundo, reconocer de entrada su inferioridad y gozarse su estadía en la sede de la próxima Copa Mundial de la Fifa.
Tahití se aguantó dos goleadas y le recordó al mundo que el fútbol es solamente un juego y que lo que vale es divertirse detrás de un balón. En tres partidos marcaron apenas un gol (que celebraron como si fueran campeones), recibieron 24, pero no tuvieron presión para sacar al técnico, vándalos amenazando a los jugadores, ni miradas de reproche.
Al contrario. El público local, desde que el equipo aterrizó en Brasil, los ha acogido con cariño. La clasificación a la Copa Confederaciones llegó de carambola. El año pasado, logró su primera corona continental, al ganar la Copa de Oceanía gracias a una serie de coincidencias.
Australia, cansada de jugar repechajes, se pasó a la confederación asiática y así, la ‘potencia’ era Nueva Zelanda. Pero el gran favorito cayó en semifinales frente a Nueva Caledonia y Tahití sacó a Islas Salomón, que era el local. En la final, los tahitianos ganaron 1-0 y por eso se codean hoy con los grandes. Uniformados con camisas rojas con flores blancas, fueron los primeros en llegar a la sede del torneo, el 7 de junio.
Ocho de los integrantes del plantel ya habían tenido una experiencia en torneos Fifa: jugaron el Mundial Sub-20 de Egipto, en el 2009, en el que, por supuesto, terminaron de últimos, con tres derrotas, 21 goles en contra y ninguno anotado.
Apenas llegaron a Fortaleza, los tahitianos tuvieron la primera muestra de cariño. Un grupo de hinchas del Ibis, el peor equipo del mundo, según Guinness, los esperaba en la puerta del hotel. Hubo fotos, abrazos y el club, que juega en el estado de Pernambuco, sacó una camiseta especial para hacerles fuerza.
La gran mayoría del equipo nunca había estado en una rueda de prensa, no sabía qué era una zona mixta y no había jugado en estadios tan grandes como los brasileños. El debut fue en el Mineirao de Belo Horizonte, donde se reencontró con Nigeria.
Decimos “reencontró” porque en aquél mundial de Egipto ya habían perdido 5-0 frente al mismo rival. A Jonathan Tehau, uno de los cuatro hermanos que integran el plantel, le quedó el honor de anotar el primer gol de su país en un torneo Fifa. Pero el destino era perder ampliamente: 6-1.
“Se me caían las lágrimas mientras sonaba el himno nacional. Estamos acostumbrados a ver los grandes campeonatos delante de nuestro televisor, pero esta vez éramos nosotros los protagonistas”, dijo el técnico Eddy Etaeta.
El segundo partido, contra España, fue otro reencuentro. ¡También jugaron contra ese país en Egipto! Esa vez perdieron 8-0 y en la nómina española se repetían dos nombres con respecto a 2009: César Azpilcueta y Jordi Alba.
Los tahitianos decidieron hacer un homenaje antes de empezar: uno por uno, los jugadores de la ‘Roja’ recibieron collares artesanales ¡hechos por los propios jugadores! El juego era la final del campeonato mundial del miedo escénico: tenían que enfrentar la mejor selección del mundo en los últimos cuatro años, en el mítico estadio Maracaná, y con la expectativa de que la pelea no terminara en ridículo.
“Si hago un gol, le digo al técnico ‘¡Sáqueme, mándeme de regreso a Tahití!’ ¡Sería increíble!”, dijo antes del juego el único profesional del equipo, Marama Vahirua. Fue una lucha desigual en la que los tahitianos decidieron asumir con decoro su papel de víctimas. Uno por uno, fueron cayendo los goles. Pero también los aplausos de los hinchas brasileños, que sintieron a Tahití como equipo propio.
Cantaron el ¡ole! cada vez que hicieron tres toques seguidos. Ovacionaron a Nicolás Vallar, zaguero que, curiosamente, juega con el número 10, cuando se agachó a amarrarle los guayos al portero, Mikael Roche.
Y gritaron con el alma cuando Fernando Torres erró un penalti y el arquero festejó como si fuera la final del mundo. “Perdiendo 8- 0, un penal en contra y tu rival lo falla... Solo tengo que agradecerle a Dios”, dijo Roche.
JOSÉ ORLANDO ASCENCIO
Subeditor de Deportes
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