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La vida de Falcao García fuera de la cancha

El colombiano cambió de aires este martes y ahora jugará en AS Mónaco.

Era noviembre del 2000. Acostumbrado a ser un gitano por causa de la profesión de su padre, el muchacho de 14 años alistaba su maleta para un nuevo viaje, con rumbo a Buenos Aires, aunque esta vez se iba solo, a forjar nada menos que su propia vida. Antes de irse, el papá, un exfutbolista llamado Radamel García, lo llamó y le dijo: "Cuando yo me vine de Santa Marta a Bogotá, eran 18 horas de viaje en bus o una hora en avión. Tú vas a estar a seis horas en avión o a 15 días en bus. Ahora no me vas a decir que extrañas algo, o que estás aburrido".
Radamel Falcao García, el protagonista de esta historia, no ha hecho más que hacerle caso a su padre desde ese momento. Hoy, casi 13 años después, ya no puede devolverse en bus: ninguno puede cruzar el Océano Atlántico. Se destacó en Argentina, brilló en Portugal y es ídolo en Atlético de Madrid, ahora tratará de alcanzar la gloria en Mónaco. Y todo, porque trató de cumplir al pie de la letra todas las metas que se trazó. Ese viaje a Buenos Aires fue el primer día del resto de su vida. Fue el momento definitivo para determinar que su existencia iba a estar marcada, "de la mano de Dios", por un balón de fútbol. Pero tuvo que sacrificarse, y mucho, para salir adelante.
Toda la infancia y la adolescencia de Falcao estuvieron tras un balón. Su padre lo llevaba a los entrenamientos, tanto en Colombia como en Venezuela, donde le dio tiempo extra a su carrera. Allí, el reciente campeón de la Copa del Rey en España, estuvo a punto de darle un giro a su vida. Literalmente, de golpe.
En Venezuela, los futbolistas jóvenes calentaban jugando béisbol. Un día, Falcao llegó a entrenar con las inferiores del equipo El Vigía y se metió en una de las novenas: recibió un bolazo en la cara. Llorando, llegó a su casa y le exigió a su padre que le enseñara a jugar. Y aprendió. Entrenaba todas las tardes de 2 a 4 en diamante y después pasaba a la cancha de fútbol. En los dos le iba bien, a tal punto que su padre lo llevó a una prueba seria. "Míralo y me dices si te sirve", dijo.
No solamente sirvió. "Es buenísimo. Corre muy bien las bases y es rapidísimo", le dijo el entrenador. Alcanzó a ser preseleccionado para un torneo nacional, en Mérida. Quería parecerse a los dos peloteros venezolanos más exitosos del momento, Omar Vizquel y Ozzie Guillén. Pero a la hora de decidir con cuál deporte quedarse, pesó más el balón que la pelota caliente. Y cuando estuvo a punto de ir a una preselección de fútbol de Venezuela, Radamel papá cruzó la frontera de regreso: si 'Falcaíto' iba a jugar en una Selección, tenía que ser en la de Colombia.
Ya en Bogotá, Falcao tuvo que comenzar otra vez. Y las cosas no fueron fáciles. "Cuando entrenaba con la Selección Bogotá, había que montar en colectivo. Era fijo pararnos en la Avenida Boyacá y 'echar dedo' para que me llevaran. Por ahorrar unos pesos, lo hacíamos. Por lo general eran volquetas", recuerda Falcao. "Llegaba a mi casa a las 8, 8:30 de la noche, muerto. A veces no podía hacer las tareas del colegio. Me acostaba a las 11 y al otro día, a las 5 de la mañana, otra vez, arriba".
Por esa dedicación al fútbol, Falcao, prácticamente, no tenía tiempo libre. Cuando no estaba en la cancha, iba a clase al Nuevo Gimnasio Cristiano, al que llegó en octavo grado. "Yo veía a mis compañeros de clase que se tomaban un día libre, iban a un centro comercial. Yo no. No pude disfrutar de mi adolescencia como la mayoría. En Colombia nunca fui a una discoteca".
El fútbol comenzó a darle fama: "En el primer partido, cuando llegué, me escogieron de último: ¡Hice como cinco goles...! Luego, siempre me llamaron de primero".
El hecho de que estudiara en aquel colegio no era gratuito. Su mamá, Carmenza Zárate, es cristiana y ya en esa época asistía a la Casa sobre la Roca. Allí, Falcao hizo parte de 'Timoteos', una comunidad cristiana para jóvenes entre los 12 y los 22 años. "Ella me crió con los fundamentos de la Biblia. A los 8 años di el paso de seguir a Jesucristo", recordó. En esa iglesia, Falcao conoció, ya convertido en pastor, al argentino Silvano Espíndola, exjugador de Millonarios, equipo del que es fanático a pesar de que su padre nunca jugó allí. Él lo llevó primero al equipo Fair Play y a Lanceros Boyacá, donde debutó como profesional y, luego, a River, tras intentos fallidos a Vélez (1999) y al Ajax (2000).
Cambio de vida
Los primeros días en Argentina fueron duros. Vivía en la pensión del club, en un cuarto que tenía que compartir con dos compañeros. Le costó acostumbrarse al frío del invierno y cada vez que viajaba a Colombia le robaban los guayos y los abrigos. Con el paso del tiempo, hizo amigos y guardaba sus cosas en las casas de ellos, y después de su debut en la A, Carmenza y sus dos hermanas, Melani y Michelle, se fueron a Buenos Aires.
También extrañaba el sancocho, el ajiaco, los pandebonos y la bandeja paisa, pero cuando su padre llamaba a preguntar por él, lo ocultaba. Tenía en su cabeza ese "no me vayas a salir con que extrañas algo o que estás aburrido", que le dijo su papá antes de irse. Con el tiempo, se acostumbró al asado argentino, ahora una de sus comidas favoritas.
Allá se ganó el apodo. El programa de TV 'Fútbol de Primera', escogía al mejor jugador del partido más importante de la jornada, 'El tigre de la cancha'. En un partido de la octava de River, Falcao hizo siete goles. Gonzalo Ludueña, un compañero, hoy en Defensores de Belgrano, le dijo: "Che, ¡fuiste el tigre de la cancha!". Y así se quedó: el 'Tigre'.
Y lo más importante de su paso por Argentina: conoció a su esposa, Lorelei Tarón. "Con ella me caso", dijo apenas la vio en la iglesia a la que asistía en Buenos Aires. Comenzó a armar reuniones para que se la presentaran, hasta que logró que se fijara en él. Se casaron el 12 de diciembre de 2007. Ya son cinco años y medio en los que comparten todo: oran juntos, salen a comer, van a cine (su mayor distracción)... Después de años de sacrificio, tiene ahora más tiempo para divertirse.
Es apasionado por la tecnología: cuando jugaba en Porto, a donde llegó a cambio de 5,5 millones de dólares en el 2009, sus compañeros lo llamaban "el terror de las comunicaciones". Carga su iBook para todas partes y en twitter escribe varias veces al día. Hasta este martes tenía 2.567.600 seguidores. Algún día espera retomar sus estudios de periodismo.
Ya no extraña tanto la comida colombiana: Lorelei aprendió, gracias a la mamá y las tías de Falcao, a prepararla. Lo único que no puede hacer es subirse a un bus para regresar a Colombia. Está a 10 horas de avión. Ya tendrá tiempo...
¿Y de dónde salió su nombre?
Paulo Roberto Falcao (foto) fue un gran volante de la Selección de Brasil en el Mundial de España-82. Ganó cinco títulos 'gauchos' y tres brasileños con el Inter de Porto Alegre. En 1980 fue transferido a Roma y ganó la Liga en 1983. El fanatismo por este jugador hizo que Radamel García bautizara así a su hijo.
Frases
Jorge Valdano
Exfutbolista y entrenador gaucho
"Hay más clubes que lo puedan comprar que 'Falcaos' para vender".
Carlos 'Pibe' Valderrama
Exjugador de la selección Colombia
"El pueblo colombiano está muy orgulloso, porque es un jugador con un gran olfato de gol, que no es fácil".
Diego Simeone
Entrenador del Atlético Madrid
"Falcao es un jugador admirable, siempre quiere más, no tiene techo. Ojalá pueda quedarse. Lo mejor que le pase me hará feliz".
Juan Manuel Santos
Presidente de Colombia
"Lo felicité a nombre de los 46 millones de colombianos. Le dije que para nosotros era un orgullo".
JOSÉ ORLANDO ASCENCIO
Subeditor de Deportes
EL TIEMPO
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