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La verdad detrás de la compra y venta de los niños futbolistas

Juan Pablo Meneses viajó a Latinoamérica y a España para establecer funcionamiento de este negocio.

JUAN PABLO MENESES
Hace pocas semanas cumplió 11 años y cree que el fútbol puede sacarlo de la pobreza. Lo dice muy seguro. Piensa que una carrera de futbolista, con triunfos y goles y aviones y giras y copas y contratos y anuncios publicitarios y hoteles y autógrafos, va a alejarlo de aquí, de esta cancha de tierra en una ciudad de América Latina, de este barrio donde es un peligro andar solo de noche y la droga corre más veloz que las ratas.
Cree que si juega bien y trabaja duro podrá conocer mundo. Por eso entrena mucho más de lo que estudia. Y sueña con llegar a que lo fiche algún equipo de Europa. Se imagina en lo más alto, vistiendo la camiseta del Barcelona o el Real Madrid o el Inter o la Juventus. No descarta Inglaterra; tampoco la Bundesliga. Sabe que quiere triunfar, aunque dice que no quiere volverse loco con el éxito deportivo.
Lleva un aro de diamantes de fantasía en la oreja derecha y tiene una cicatriz cerca de la boca, el pelo cortito arriba y casi rapado a los lados, las rodillas magulladas, menos de un metro treinta de estatura y el mejor futuro de todo el barrio.
En la cancha de tierra ya empieza un nuevo partido y él, que acaba de jugar y perder...
(...) Para escribir Niños futbolistas, mi plan consistía en comprar con dinero en efectivo al protagonista del libro. Un experimento narrativo que suelo llamar ‘periodismo cash’, pues no es la primera vez que los billetes le dan estructura a mi relato, cuya fórmula es así de sencilla (...). Todo con el objetivo de conocer, desde dentro y de cerca, esas partes de la industria y el negocio que, por motivos que iremos revelando, solemos desconocer o no suelen importarnos. (...)
Los niños de la Academia Deportiva Cantolao hace poco han terminado un partido en una de las canchas de tierra y ahora están rodeando al técnico. Se llama Hugo Melgar y lleva diez años entrenando a pequeños futbolistas. Es bajo, habla fuerte y lleva ropa deportiva del Real Madrid. Dice que le gustan los colores del equipo merengue.
La Academia está situada en la ciudad del Callao, al oeste de Lima (Perú).
Para muchos de estos pequeños, y para los familiares que los acompañan, el fútbol no es un juego: se trata de un asunto serio, por el que vale la pena dejar otras cosas de lado y que puede reportarles jugosos dividendos en el futuro. Lo dicen sin ambages. Por lo mismo, la mayoría de estos chicos cumplen los horarios de entrenamiento con rigor de oficinistas, y todo el entorno familiar acomoda agendas y rutinas en función de los menores. Estos muchachos ya trabajan. (...)
No hay cifras oficiales del tráfico de niños jugadores. El fútbol solo se reconoce formalmente como trabajo cuando el jugador ha firmado su primer contrato profesional. Antes de eso, se considera un deporte. Aunque, en realidad, constituye una inversión. Un proyecto en el que la edad de inicio y selección es cada vez más prematura. (...)
A la entrada del campo donde entrena Cantolao me recibe Dante Mandriotti, un sesentón corpulento, nieto de un inmigrante italiano que se instaló en el puerto hace casi un siglo y allí montó una suerte de imperio pesquero de albacora y merluza. Desde hace 30 años, Dante se encarga de ‘pescar’ nuevos futbolistas.
–Nosotros tratamos de colocarlos en los clubes antes de los 18. Los mejores van a Europa. Directo, sin jugar acá. Esta noche se va uno a Bélgica. Con 17 años. Y tenemos a otro en el Schalke 04; el caso especial de un chico huérfano de padre y madre. Lo trajimos a los 10 años de un sitio peligroso del Callao y aquí se quedó, y ahora está en el Schalke –me cuenta Dante, mientras recorremos las canchas a paso lento. Frente a nosotros juegan un centenar de niños y jóvenes que en pocos años ya serán viejos.
Dante habla de su éxito. Dice que siempre lo llaman de Europa buscando futuras estrellas mundiales. Dice que no hay mejor academia que la suya. Dice que, además de convertirlos en grandes futbolistas, acá se los aleja de la pobreza. Dice que no tiene miedo de los cazatalentos. Dice, me dice, que qué ando buscando. Me pregunta si acaso soy un espía. Un espía chileno en el Perú. Le hablo del libro. Le digo que estoy buscando claves para un buen negocio. Y que me cuente cuáles son las recomendaciones para comprar un niño futbolista.
–Que sea rápido. Si es rápido puede llegar; si es lento, no. El problema es la mente; eso es clave. Todo lo físico y lo técnico se pueden trabajar; la mente no, y la rapidez tampoco.
* * * *
El abuelo de C. L. O. I. se llama Juan Carlos, viste ropa deportiva y trabaja en la calle Uruguay de Valparaíso. Es presidente de un club pequeño. (...) Juan Carlos saluda amablemente, sabe que ando buscándolo hace tiempo, y algo le ha adelantado Margarita Flores. Me dice que el muchacho ha tenido malas experiencias, que un entrenador lo hacía correr sin nadie más, que él le reclamó al entrenador, que su nieto tiene mucho futuro.
–Es rápido, ¿no?
–Sí, es rápido el Milo. Lo que pasa es que yo lo mandé a freír al entrenador porque no lo tomó en cuenta.
–¿Pero él tiene ganas de jugar?
–A este le encanta entrenar; yo lo llevaba a todos los entrenamientos de los Wanderers. Siempre iba. Lo que pasa es que, cuando se porta mal en el colegio, lo saco.
–¿Se porta muy mal?
–Ahora se está portando bien. (...)
–¿Y en la cancha?
–Yo le explico que tiene que ser ordenado. Él es líder del equipo, pero las quiere hacer todas y esto es un equipo. Yo siempre le digo que tiene que portarse bien. (...)
–La idea mía, con este libro, además de contar la historia de Milo, es ver la posibilidad de llevarlo a España. Es una posibilidad muy remota, pero en eso estamos.
–¿Y usted lo haría como agente?
–La idea es comprarle a usted el pase de él. Me habían dicho que está como a unas sesenta lucas –le digo. (...).
Juan Carlos se queda callado.
–¿Pero usted se lo llevaría? –pregunta, triste.
–No, la idea es tener el derecho a gestionarlo y luego quedarme con un porcentaje de la transferencia. Eso es lo que se usa ahora.
–Pero yo tengo entendido, porque ahora el Milo está reconocido por el club, que ya no vale esa plata que usted dice. Vale más.
–Bueno, pero si él todavía no ha explotado. Es una apuesta muy remota.
–Lo sé, estoy de acuerdo. No ha explotado. Pero ahora se manejan otros calores.
–Podríamos llegar a un acuerdo por una parte del pase. ¿Le interesa?
–Claro, todo es conversable. (...)
Acerca de Meneses
Es autor de ‘Equipaje de mano’, ‘La vida de una vaca’, ‘Sexo y poder’, ‘Crónicas argentinas’ y ‘Hotel España’. En México editó la antología ‘Generación ¡Bang!’, de jóvenes cronistas del narco. En Buenos Aires fundó la Escuela de Periodismo Portátil. Sus crónicas se han publicado en más de veinte países. Dirige en Chile el diario ‘hoyxhoy’.
JUAN PABLO MENESES
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