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Casi mil venezolanos acuden diariamente a la Extranjería en Chile

En Santiago los migrantes venezolanos hacen cola en las oficinas de extranjería para obtener visas temporales.

En Santiago los migrantes venezolanos hacen cola en las oficinas de extranjería para obtener visas temporales.

Foto:Vanessa Venezia

Cuatro meses deben esperar los extranjeros para el permiso de trabajo y visa temporaria en Santiago.

Al menos cinco cuadras ocupa la fila de extranjeros para entrar a la Policía de Investigaciones de Chile (PDI) y así poder registrar su visa temporaria o definitiva. Es la mañana del 19 de febrero de 2018.
Un total de 2.200 inmigrantes ingresarán a la sede del organismo en el transcurso de seis horas, desde las 8:00 de la mañana y hasta las 2:00 de la tarde, Algunos, incluso, deciden acampar desde las 3:00 de la madrugada, entre las esquinas de Eleuterio Ramírez y Serrano de Santiago de Chile para garantizar su acceso. Del total, casi mil de ellos son venezolanos. “La cantidad de venezolanos ha aumentado en los últimos meses. Han superado a los haitianos y peruanos”, responde el trabajador de la PDI que verifica la información de los pasaportes para permitir la entrada.
Tania Vergara llegó a Chile hace seis meses. Tiene 53 años, pero la edad no le importó mucho a la hora de decidir emigrar, pues veía lo rápido que estaba perdiendo peso cuando estaba en Valencia, al centro de Venezuela. “Rebajé 15 kilos en seis meses. Mis tres hijos se vinieron un año antes y mandaban dinero. Pero, a veces, el problema no era el dinero, sino que no encontraba la comida. Tenía que hacer cola o andar detrás de los bachaqueros. No podía”, cuenta mientras espera en la fila.
En sus manos lleva el pasaporte con la visa estampada previamente en el Departamento de Extranjería y Migración, situado en la calle Fanor Velasco. Allí llegó a las 4:00 de la mañana a hacer la primera cola. Tras cinco horas de espera fue atendida para luego ir a la segunda larga fila del día en la PDI. La tercera, y última, para completar el proceso de su visa temporaria —vigente por un año— será en el Registro Civil, donde podrá solicitar su cédula chilena con el número de Rol Único Tributario (RUT).
Fueron cuatro meses de espera para que Tania pudiera tener su status legal. Los primeros dos meses trabajó como “nana puertas adentro” (encargada de las tareas domésticas) en casa de una familia chilena. Ellos mismos accedieron a darle el contrato laboral, con el que pudo solicitar sus papeles. “Ahora recuerdo cuando me negaba a contestar las videollamadas de mis hijos para que no me vieran tan flaca. Lo primero que hicieron cuando llegué fue darme comida todo el tiempo. Tengo que decirles: Ya, no quiero comer más”, dice la menuda mujer al tiempo que sonríe.
Pasadas las 10:00 de la mañana, el calor de verano en Santiago se intensifica. El trasnocho y la impaciencia se vuelven más pesados. Es lo que aprovechan los vendedores de bebidas frías, helados, chucherías y cualquier comida típica que resulte un alimento reconfortante.
Ángel Contreras, de 33 años, se graduó en Venezuela como contador, pero ahora es uno de los que ofrece pastelitos y empanadas venezolanas desde 600 pesos (1 dólar). Hizo esa misma cola hace un año, cuando el trámite era mucho más rápido y la cantidad de extranjeros, menor. El permiso de trabajo le llegó en dos meses y la visa, 15 días después. Ahora debe solicitar la definitiva, pero hace dos semanas lo echaron de su “pega” (palabra usada en Chile para referirse al trabajo) como cajero y los dueños de la tienda se niegan a darle el contrato, uno de los requisitos para la solicitud.
“Mientras tanto, no me puedo quedar cruzado de brazos. Tengo unos ahorros, pero no quiero tocar fondo, así que dije: ¿por qué no pruebo vendiendo pastelitos? Me levanto a las 4:00 de las mañana, los hago y me vengo a la PDI”, detalla Ángel, que vive a unas cuadras de allí. “No quise que me siguieran explotando. Aquí se aprovechan de los extranjeros. Yo he sido garzón (mesero), cajero, encargado de tiendas y siempre se han aprovechado y pagan menos de lo que deberían”, agrega.
En las calles de Santiago cientos de venezolanos hacen filas para presentar sus solicitudes de empleo.

En las calles de Santiago cientos de venezolanos hacen filas para presentar sus solicitudes de empleo.

Foto:Vanessa Venezia

Gabriel Torres, de 25 años, coincide con Ángel. Llegó de Caracas hace ocho meses. Los primeros días se le despegaron las suelas de un par de zapatos tras largas horas de caminatas para dejar currículos por doquier. “Yo soy TSU (Técnico Superior Universitario) en Informática. En Venezuela trabajé en bancos, tenía carro, comodidades. Todo lo que poseía lo vendí para venirme y los primeros meses, como no tenía papeles, hacía lo que consiguiera por aquí y por allá. En algunos negocios ni siquiera me pagaron. En otros, trabajé doce horas y solo me dieron 130 mil pesos mensuales (221 dólares). No podía ni comer bien. Ahora, gracias a Dios, conseguí a unos chinos buenos que tienen un restaurante. Me dieron contrato y después de cuatro meses esperando, aquí estoy para registrar mi temporaria”, relata el joven.
Sin embargo, no se arrepiente de venir a Chile. La inseguridad fue el detonante que lo hizo migrar: “Me tenía loco. Me atracaban casi que semanal. Tenía que salir de allá”.
A principios de octubre de este año, Maryuri Vargas dejó su familia en Trujillo, Venezuela y comenzó un viaje por tierra que duraría siete días hasta llegar a su destino final, Santiago de Chile. De inmediato logró que le dieran una oferta laboral como profesora particular de inglés y francés —es Licenciada en Idiomas—. Fue hasta la oficina central de Correos de Chile, en Plaza de Armas, y envió la solicitud. Hasta la fecha, ni siquiera ha obtenido el permiso de trabajo.
Como su status no está legal para trabajar formalmente, le ha tocado pasar tragos amargos para conservar empleos y mantenerse. “Algunos jefes se han querido propasar solo para ver si acepto lo que proponen por dinero. Me han tratado mal. Me han pagado mal o simplemente no me pagan. He aguantado abusos por tres lochas (centavos). Pero debo trabajar y hacer algo mientras me salen mis papeles”.
Maryuri trabaja durante el día de lunes a jueves y los fines de semana, como reponedora (encargada de colocar los productos en los estantes de supermercados) durante la noche. “En el negocio donde trabajo ahorita, me tocó ver a uno de mis compañeros como un zombie. Estaba caminando con los ojos cerrados y se quedó parado en uno de los pasillos como diez minutos. Casi se caía, se medio despertaba y volvía a cerrar los ojos. Supongo que estaba sonámbulo. También trabaja de día y de noche para traer a su familia que sigue en Venezuela”.
Pero a pesar de los abusos o el poco salario, todos afirman que viven mucho mejor que en Venezuela. Incluso, si mandan diez mil pesos en remesas a familiares, al cambio se convierten en 3 millones de bolívares, lo que puede resolver para un mercado sencillo.
Algunos corren con mejor suerte. Julio Yépez es de Barquisimeto. Tras pensarlo durante meses tomó la decisión. Viajó hasta Cúcuta (Colombia) por tierra y desde allí abordó un avión con su esposa y su bebé de 7 meses rumbo a Santiago. Llegaron a finales de noviembre y en menos de una semana consiguió un empleo en una empresa inmobiliaria donde puede ejercer su profesión como jefe de comunicaciones internas y externas de la corporación. Sin papeles, sin status legal y con un sueldo relativamente decente para lo que les pagan a otros recién llegados. Le dieron contrato y ahora espera su temporaria.
Con el bebé todo es más rápido. Se enteró de un operativo para menores de edad a realizarse en la Embajada de Venezuela. Llevó los requisitos necesarios y en un mes exacto llamaron para informar que tenía su visa. Esto gracias a un decreto especial firmado por la expresidenta Michelle Bachelet a mediados del año 2017 para que los niños gozaran de todos los beneficios del Estado en educación y salud en igualdad de condiciones que los nacidos en Chile.
Llegada de extranjeros en aumento. De acuerdo con información del Departamento de Extranjería y Migración, más de 600 mil inmigrantes estarían en Chile a finales del año 2017. Además, el periódico chileno Pulso reseñó que durante el 2016 se entregaron 53.622 permanencias definitivas, “lo que representa un aumento de 9,8% en relación a 2015, pero un incremento de 25% en comparación a 2014. La presencia de ciudadanos haitianos, venezolanos y colombianos experimentó la mayor alza en los últimos dos años. Para el caso de los venezolanos, se pasó de 685 visas definitivas en 2014 a 1.737 en 2016, lo que representa un alza de 153%”.
Y la cantidad de venezolanos que llegan diariamente sigue en aumento. Eso explicaría el por qué la demora en la obtención de permisos de trabajo, visas temporarias y definitivas.
El tema migratorio ha sido altamente discutido en el escenario político de Chile. Incluso formó parte de la campaña presidencial de 2017 entre Alejandro Guillier y Sebastián Piñera. Ambos estaban de acuerdo en que el país necesitaba una política migratoria más selectiva. Piñera, quien resultó ganador, ya ha adelantado que “no es responsabilidad de Chile reinsertar y rehabilitar a todos los habitantes del mundo” y que endurecerá las leyes en esta área.
Chilenos divididos. Según una encuesta realizada por la Universidad Central de Chile en el año 2016, el 60% de los habitantes de Santiago consultados creían que los inmigrantes eran un aporte al país, y un 55,6% aseguraba que el Estado debía preocuparse más por los chilenos que por los extranjeros.
Teresa Bohorquez es una ama de casa chilena. No ve problema con la llegada de los venezolanos. “Son gente educada, preparada. Vienen a trabajar y no molestan. Huyen de la dictadura y nosotros entendemos eso”.
Mientras que Danilo, un hombre de 50 años, cuenta que hace unos meses lo echaron de su trabajo.
-Me buscaron reemplazo con un venezolano-
A Danilo le pagaban 700 mil pesos. Al venezolano que lo reemplazó, 350 mil. “¿Sabes? Este país no va a aguantar. Puede que ellos hagan más ricos a los ricos, pero en algún momento no todos los que se vienen tendrán trabajo". Se despide porque su exesposa lo estaba llamando para pedirle el dinero de sus hijos. Se aleja con pasos cortos, pausados e inseguros.
Por Vanessa Arenas
Reportaje Venezuela a la fuga
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