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Música y Libros

Ramón Gener, un español poseído de la pasión operística

A Gener no le gusta que lo llamen un ‘divulgador’; prefiere decir que ‘comparte’ con el público la ópera.

A Gener no le gusta que lo llamen un ‘divulgador’; prefiere decir que ‘comparte’ con el público la ópera.

Foto:Mauricio Moreno / EL TIEMPO

El pianista y cantante lírico está en Colombia para el lanzamiento de la colección ‘This is Opera’.

¿A qué edad vio u oyó por primera vez una ópera?
A la edad de seis años, mi madre nos apuntó a mis hermanos mayores y a mí al conservatorio. Allí los alumnos teníamos la posibilidad de asistir a los ensayos generales de las óperas. Así que mi madre, que es una ‘superfreaky’ de la ópera, nos llevaba. En mi primer libro, ‘Si Beethoven pudiera escucharme’, cuento esa experiencia de ir a la ópera con seis años y cómo me dormí. Porque recuerdo que no me gustó en absoluto. Pese a eso, la ópera siempre ha estado conmigo.
¿A qué edad cree que sería ideal llevar a un niño a la ópera?
No sabría, porque a lo mejor hay niños en que a los seis lo es, pero sin duda para mí no lo fue. Es una pregunta difícil de generalizar. Pero creo que al que le tiene que llegar le llega. Es algo que está ahí, latente, que tienes dentro, y a lo mejor no has tenido los medios. Pero si estás llamado a que eso algún día te toque, te toca. A lo mejor llega con treinta, o con cuarenta o con ochenta, pero en el momento en que llegue, llega. Es para no irse nunca más. Da igual la edad que tengas. Es una droga dura, muy dura.
En España, ¿qué tanta popularidad ha tenido la ópera?
España es un país que tiene una grandiosa tradición operística y un género propio operístico, la zarzuela. De ahí, naturalmente, tiene un público, y ese público es el que es. Por eso, cuando me propusieron: “Oye, ¿por qué no hablas de ópera en la televisión?”, yo me planteé siempre: si lo vamos a hacer, que sea para las personas que no van a la ópera, para quienes creen que la ópera no va con ellos, que es una cosa que nunca los va a seducir. Porque las personas que van ya van: en España hay unos cuantos teatros de ópera que funcionan regularmente, que tienen su temporada, y están siempre llenos. Me resisto a pensar que haya gente que crea que la ópera no va con ellos: es algo que va contra la propia naturaleza de la ópera. La ópera no es más que un teatro con música.
Se sabe que las obras de Shakespeare se presentaban en lugares muy populares. La ópera nace en los palacios, pero ¿en algún momento llegó a tener esa popularidad?
La ópera era inmensamente popular. Ahora tenemos una situación de que es una especie de música solo para unos pocos, y yo me rebelo contra esto. En el siglo XIX tenemos que pensar a la gente yendo a la ópera como quien va al cine, o ve la televisión, o como quien se pone frente al celular a ver su Twitter o su Facebook. La gente iba a la ópera con su pan, su chorizo, su salami, y comían y charlaban mientras la función iba en marcha. Es a finales del siglo XIX cuando las cosas comienzan a cambiar. Pero al final, más allá la actitud, o de cómo tenemos que enfrentarnos a esta música, a este teatro que tiene música, lo importante es que el hombre siempre ha tenido la necesidad de representarse a sí mismo, desde los griegos. Una necesidad imperiosa de saber cómo somos, por qué somos como somos, y el mejor modo de hacer eso es poniéndose en un escenario y viéndonos representados. La ópera hace eso: nos representa a nosotros mismos. Y habla de las cosas que son fundamentales.
De lo que la gente vive cotidianamente...
¿Qué es lo más importante de ‘La traviata’? Sería entender que hay una mujer que ha sido abusada sexualmente por su padre, que huye de su casa, que llega a París, que la única oportunidad que tiene para vivir es prostituyéndose y que lo único que quiere es encontrar a un hombre para amar. Y eso es universal, atemporal. Todo el mundo necesita alguien a quien amar.
Si uno va a ver ‘La bohème’, de Puccini, habla de cuatro amigos: un pintor, un poeta, un músico y un filósofo. Viven en una buhardilla de Montmartre, en París, y salen todas las noches y piensan que toda la vida van a ser jóvenes. Que nunca van a tener que pagar los recibos. Pero un día la muerte los acecha y, de repente, en un día se hacen mayores. Cuántos de nosotros no hemos tenido esa sensación de que un día te miras al espejo y te has hecho mayor.
Y si vas a ver ‘Carmen’, pues habla de una mujer que quiere ser libre y tiene un tipo tan cretino al lado que no soporta los celos y la mata.
Por eso tienen tanto calado...
Son temas consustanciales al ser humano, trascendentales, atemporales y universales y que dentro de cinco mil años van a ser exactamente iguales, porque la condición humana nunca cambia. Si a todo esto resulta que le añades la música de un gran compositor, es un coctel que no puede fallar. A todo el mundo le tiene que gustar.
¿Qué fue lo que propició el nacimiento de la ópera?
En el Renacimiento, en Florencia, a finales de 1590-1600, había un grupo de personas que se llamaban la Camerata Florentina, o Camerata de Giovanni de Bardi, que fue quien propició esto, y estudiando cómo era ese teatro griego se dieron cuenta de que no se recitaba, sino que se cantaba, con una melodía muy básica, a una sola voz. Fue un descubrimiento muy importante porque hasta entonces, lo que se hacía era cantar en coro, primero con el canto gregoriano y después pasó a ser con armonía de diferentes voces. Así se dieron cuenta de que los griegos no cantaban en polifonía, ni con grandes coros, sino a una única voz. Y dijeron: “Vamos a hacer teatro como lo hacían ellos: cantando a una única voz”.
Con el Renacimiento comienza todo, porque comienzan a preguntarse y a estudiar cómo eran las cosas. Sí. Eran varias voces. Ellos recitaban el texto con una modalidad que se llamaba la salmodia, con las máscaras.
Ese descubrimiento fue apasionante. Y ellos, como tenían ese ideal de belleza clásico, hicieron la primera ópera, ‘Dafne’, de la cual se conoce solo el texto, no la música. De la primera que se conoce texto y música fue ‘Eurídice’, también basada en un mito griego, con acompañamiento de cuatro o cinco instrumentos. Se convirtió en un bombazo. Algo totalmente nuevo, como cuando nació el rocanrol. Un descubrimiento. Y a partir de ahí se comenzó a expandir por las ciudades de Italia. El papa de Roma dijo: “¡Este espectáculo tan nuevo yo también lo quiero!”.
Entonces, el señor que montaba los espectáculos del papa Barberini, viendo que a la gente le encantaba el espectáculo, decidió ir a la República de Venecia, porque era un lugar más liberal, y montar su propio espectáculo, y fue el primero que llamó a compositores para que le hicieran óperas, llamó a poetas para que hicieran textos, y alquiló teatros para que le hicieran óperas y así cobrar la entrada. Fue el primero que cobró para entrar a un espectáculo en pleno Renacimiento. El espectáculo fue un éxito tan grande que en el siglo XVII había más de diez teatros funcionando en Venecia, y siempre estaban llenos.
¿Cómo era la presentación de una ópera, cómo era el público?
Los espectáculos duraban tres, cuatro, cinco, siete horas; había unos intermedios tremendos. Y mientras estaban viendo la ópera charlaban, jugaban cartas, cerraban negocios, subían al quinto piso a mirar a las prostitutas. Porque los pisos estaban estratificados. En el más alto, las prostitutas; en el siguiente, los judíos, que de allí no podían bajar; en el segundo, los artesanos, la incipiente burguesía, y en el primero, los nobles. En la platea estaba la chusma, la parte más básica de la sociedad.
El espectáculo se veía de un modo totalmente diferente. Así fue como nació el teatro a la italiana. Han pasado 418 años, y estamos aquí, en Bogotá, hablando de la ópera. Por esa capacidad de la ópera de decir de dónde venimos y hacia dónde vamos.
¿Cómo nació el programa de televisión ‘This is Opera’, que ha sido un éxito en Europa, y luego esta colección sobre la ópera que lleva el mismo nombre y que EL TIEMPO lanza hoy?
Yo fui cantante de ópera un tiempo, y de repente me encontré delante de la gente hablando sobre historia de la ópera y de la música. En una de estas charlas apareció un productor de televisión, y me dijo deberíamos hacer un programa de televisión. Le dije: ‘Con mucho gusto, pero yo no tengo ni idea de televisión’. Me vinieron a buscar, y les dije que me gustaría que fuera con la intención de que cualquier persona se pueda sentir interpelada por el programa.
Por eso, de lo que hablamos en el programa es sobre todo de los sentimientos, de las emociones. Explicamos música y el porqué de las cosas. ¿Por qué? Porque, por ejemplo, cuando uno ve ‘Aída’ ve a una persona que se enamora de la persona equivocada. De su enemigo. ¿A cuánta gente no le ha pasado eso?
Háblenos de la colección ‘This is Opera’, que contiene varios planos complementarios para disfrutarla.
La colección contiene los treinta capítulos de mi programa de televisión, y alrededor de cada uno de esos treinta se ha hecho un libro, se trata de tener un libro físico y el programa de televisión y el DVD, con un libro explicatorio de esa ópera y un CD en el que hay algunos de los fragmentos más importantes de la ópera.
De todo este trabajo, ¿cuál es la parte que hace?
Sería imposible hacer esos textos, después de que grabo en español y en inglés. De manera que son escritos por otras personas y revisados por mí. Yo estoy metido en mi nuevo trabajo, que es una serie que se llama ‘This is Art’ y se estrena este domingo en España, en Movistar Televisión. También hecho para el que no sabe.
¿Cuál es su ópera favorita?
Mi ópera favorita es la que tengo por trabajar. Me he dado cuenta de que esa es mi manera de ser fiel a lo que hago.
FRANCISCO CELIS ALBÁN
Editor de EL TIEMPO
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