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Música y Libros

Rock y tinta en los dedos de David Fricke

A sus 66 años, David Fricke sigue buscando música nueva para sorprenderse.

A sus 66 años, David Fricke sigue buscando música nueva para sorprenderse.

Foto:Cortesía Rolling Stone

El editor senior de Rolling Stone representa una época única en la historia de la música.

Andrea Morante
Tras años de estar buscando el vinilo Satori, el único que sacó la banda japonesa Flower Travellin’ Band con sus versiones alucinógenas del disco debut de Black Sabbath apenas dos años después (en 1971) de que la británica sembrara ese ‘libro del Génesis’ del metal, David Fricke encontró un original en una tienda en Tokio. Exhaló mientras acariciaba con sus largos dedos huesudos el celofán (que es como el satén en aquel clímax del coleccionista). 
Pero, entonces, su esposa le mostró el precio, puso el polo a tierra y le dijo que en esas vacaciones no podían darse semejante lujo.
Normal. Le pasa a cualquiera, incluso al editor sénior y crítico musical más célebre en los últimos 30 años de la revista Rolling Stone, quien en una de sus columnas había dicho que Satori estaba entre sus 10 álbumes favoritos.
Y es que a sus 65 años, Fricke es consciente del precio del apostolado ético que escogió desde los años 70, cuando empezó como DJ radial en la emisora de su universidad y luego como cronista, entrevistador, crítico musical sin comprometerse con sus fuentes, registrando la memoria de la cultura rock desde una máquina de escribir: “Si escogiste este oficio, sabes que no fue por dinero, porque nunca lo va a haber, pero el sueldo siempre fue como un bono; he sido muy afortunado de poder escuchar toda esta música”.
El periodista, que estuvo esta semana en el país para un conversatorio que ofreció este viernes la revista Rolling Stone Colombia en la Universidad de los Andes, visitó las instalaciones de EL TIEMPO para compartir algunos recuerdos de su oficio de ‘monje’ del rock.
Cuenta Fricke de sus orígenes como melómano y además apasionado por el periodismo: “Lo que encontré cuando empecé a escuchar música y las emisoras de radio locales cuando estaba joven, y a leer los periódicos subterráneos, como la Rolling Stone, en especial uno que había en Filadelfia, o cuando conseguía una edición de Los Angeles Free Press, veías la escritura y notabas que era áspera pero también entusiasta sobre la música, y lo que me llamó la atención es que al escribir en ellas te podías convertir en un vocero de gente que estaba haciendo arte verdadero y contaba historias”.
“Básicamente, todo lo que he hecho como escritor es contar cosas que quería saber; no me interesa hacer preguntas que ya todo el mundo sabe, quería preguntar lo que no sabía, y es así como te abres perspectivas sobre el mundo”, agrega el periodista.
Por ende, cree que uno de los trucos del periodismo está en preguntar mucho más de lo que se necesita para ‘llenar’ el artículo, y que no todo está escrito. Una entrevista que le hizo a Paul McCartney hace dos años le confirmó esa idea:
“Estábamos en Londres, y le pregunté algo sobre componer en la adolescencia, de cuando era amigo de John Lennon sin ser aún los Beatles, y él empezó a hablarme acerca de una canción que habían escrito juntos cuando él tenía 15 años; de repente agarró una guitarra acústica que tenía al lado y empezó a tocarla... ¡Era una canción inédita de Paul McCartney que nadie había oído antes, nadie la había grabado! Él la había olvidado, hasta que alguien le hizo esa pregunta. Esto es lo que ellos hacían de niños, y fue como nació su música”, recuerda Fricke de aquel encuentro.

Episodios de la memoria

En una escena inquietante en medio de esta charla, mientras Fricke sostiene un café en las manos –temblorosas por el paso de los años, pero fuertes para seguir tecleando– dos jóvenes músicos de una banda local que también visitaban las instalaciones del periódico en ese momento pasaron por su lado, sin percatarse de que allí estaba quien podría darles el mejor consejo de su vida. Tampoco lo esperaron a la salida del edificio para entregarle su disco. Es la ironía de una historia fracturada ante la falta de memoria.
Han sido miles de artículos los de Fricke en esa historia. Algunos llevan consigo una carga contundente.
Su entrevista a Kurt Cobain titulada ‘Success Doesn’t Suck’ (‘El éxito no apesta’), que la revista publicó el 27 de enero de 1994, apenas tres meses antes del suicido del ícono del grunge y líder de la banda Nirvana, es considerada uno de los testimonios máximos de la música de esa década y significó capturar la voz del artista en los momentos previos a su desenlace, lo que marcó al rock para siempre.
Y también a Fricke... Al recordar cuando estaba escribiendo ese artículo, toma un poco de aire:
“Esperaba totalmente, basado en lo que decía, en la forma como me lo decía ese día, que seguro íbamos a sostener una conversación similar dentro de 10 años; este será uno de esos tipos (Cobain) con los que me conectaré por mucho tiempo, y tendremos estas charlas emocionales muchas veces. Infortunadamente, él cambió de opinión. Yo no. Y fue una pérdida tremenda, era en verdad el tipo de personas de quien esperabas ver y escuchar más”.
En este tiempo ha visto a otros irse de la misma forma. Chris Cornell fue para él otro de los impactos máximos. Y en septiembre pasado tuvo acceso a Eric Clapton, en uno de los momentos más difíciles de su vida –y algunos han sido muy fuertes–: afrontar que ante la enfermedad, el llamado ‘dios de la guitarra’ prepara su retiro.
Sin embargo, Fricke mantiene con los artistas una distancia diferente de la que profesa, por ejemplo, Eddie Trunk, el presentador del programa That Metal Show y DJ de radio, quien basa su trabajo en el rock en la amistad con los artistas. Hay allí una reflexión interna sobre la opinión que se puede ver comprometida.
“Me gusta la idea de que tengo buenas asociaciones musicales con muchos artistas que amo, respeto y admiro por muchos años. Como lo que acaba de ocurrirme con Diamante Eléctrico esta semana en Bogotá, es emocionante hablar con gente que tiene tanto por aportar al mundo del rock, pero es importante reconocer que no estoy ahí para ser el amigo de todos, tomar cerveza y sonreír. Estoy ahí para trabajar. Hay una frase famosa de Lennon que dio a la Rolling Stone en 1968: ‘Tú me harás un montón de preguntas, y yo te las responderé, pero lo que realmente haremos es tener una conversación y aprenderemos juntos: tú, cosas sobre mí y yo, sobre tí, y me preguntarás cosas sobre mi música que nunca había pensado’ ”.
“Por eso no pienso que el periodismo musical sea diferente del político o el judicial, se trata de hacer el trabajo bien y de la gente que está esperando leer lo que tienes para contarles”, concluye.

Una época diferente

El próximo 5 de marzo, un documental en HBO 1 contará esa historia que enmarca la revista para la cultura popular en Estados Unidos.
Una historia que no ha sido fácil recientemente, desde el golpe emocional por la fallida historia de abuso sexual en las universidades, que se volvió en su contra, hasta la venta, el año pasado, del 49 por ciento de sus acciones a un grupo de medios en Singapur, y el público se pregunta cuál será el futuro de la revista (y, en general, de todas las revistas especializadas).
“Yo solo escribo de música, eso está fuera de mis dominios –responde Fricke con una sonrisa–, y lo vamos a seguir haciendo hasta el final. Lo importante para recordar es que si esto puede parecer la señal del final de una era, esto ha pasado con muchos otros medios, y el cambio no es algo a lo cual temerle. Lo que me digo a mí mismo es: cambio, pero no me comprometo”.
No es fácil ser crítico de discos en esta época, entre blogueros, Twitter. Hace poco, una colega de NPR dijo con orgullo que no ha comprado más de diez discos en su vida.
Algunos siguen buscando los discos. Sobre aquel episodio en Tokio reflexiona y se hace una promesa: “Ella (su esposa) estaba siendo razonable, pero un día volveré por Satori, no me devolveré con las manos vacías”.
CARLOS SOLANO
EL TIEMPO
En Twitter: @laresonancia
Andrea Morante
icono el tiempo

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