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'Espero que solo se envíen cartas de amor': Betancur

El expresidente evoca a Gabo y recuerda su respuesta al lanzamiento de una estampilla por el Nobel.

De paso para Nicaragua a la posesión de la primera presidencia de Daniel Ortega, el avión del comandante Fidel Castro pidió permiso para sobrevolar territorio colombiano. Viajaba con él Gabriel García Márquez: conservo el manuscrito del saludo, de puño y letra, de Castro para el Presidente de Colombia. La certificación notarial de autenticidad la hace García Márquez en la misma página.
Para quehaceres de amistad o de búsqueda de la paz con la guerrilla o de bienquerencia política, Gabo gustaba del poder. Le encantaban los alrededores de los poderosos de la política no por ellos mismos en su vanagloria, nunca para que se le dispensaran favores personales o familiares, en lo cual era riguroso. Paradójicamente, en el fondo era por su inminencia, qué digo, por su identidad con los paradigmas de la libertad.
Alguna vez en su intimidad con Ómar Torrijos, el gobernante panameño le susurró al oído más o menos así: Gabo, ¿a ti te gustan los dictadores? Gabo respondió: ¿Por qué me lo dices? Torrijos replicó: Por tu amistad con Castro y conmigo... Gabo guardó silencio; quería decir: yo amo la libertad. Y amo el santo oficio de escribir, como decía Unamuno.
Doy fe de que no gustaba de los políticos pero los respetaba. Sin duda gustaba más de la política como instrumento de sabiduría para ayudar a los pueblos a encontrar la libertad, la paz y la felicidad.
Pero no la entendía desde la razón como los filósofos griegos y latinos, sino desde el corazón como los ilustrados franceses que distorsionaron La Ilustración. Cuando se presentaron en Colombia las candidaturas presidenciales de López Michelsen y de Betancur, votó por el primero, con la razón. Una periodista europea le preguntó al segundo si no consideraba aquello como una deslealtad, Betancur le contestó: Gabo es un gran escritor, pero de corazón es un pésimo político.
* * *
Por consiguiente, no es cierta la teoría de que Gabriel García Márquez se embelesaba con el poder, por la ebriedad y magia del poder en sí. Su fascinación era con las vecindades del poder, para asignarles a los que ostentan esos instrumentos las tareas del alcance y mantenimiento de la libertad y de la paz.
Cuando el Estado mexicano estableció una especie de jubilación para un número grande de escritores, Carlos Fuentes y García Márquez se negaron a recibir ingreso alguno para sí y crearon con ellos la Cátedra Julio Cortázar, administrada por la Universidad de Guadalajara. La Cátedra subsidia a escritores de manera significativa. Y es centro de irradiación cultural. Me consta porque pertenezco a ella y la he ocupado varias veces.
* * *
Tal es la índole de quien en el Primer Congreso Internacional de la Lengua Española en Zacatecas (México) propuso la simplificación de la gramática con la eliminación de elementos perturbadores, como la tilde. Y de quien ha llevado la lengua española a la excelsitud y a la gloria del poder, pero apenas a las inmediaciones de la política.
Cuando recibía el Premio Nobel, le envié desde la Presidencia un mensaje en el cual le informaba el lanzamiento de una estampilla con su vera efigie. “Espero que con esta estampilla solo se envíen cartas de amor”, me contestó desde Estocolmo.
Lograr la paz fue una de sus grandes obsesiones
“La paz tiene una gran deuda con Gabriel García Márquez”.
Esa frase del expresidente Belisario Betancur resume bien cómo, discretamente, el nobel siempre se movió para hacerles espacio a los diálogos con las guerrillas.
Incluso, en algún momento se autodefinió como un “conspirador por la paz”.
Amigo personal de Betancur, Gabo fue una de las personalidades que sirvieron de puente para lograr las primeras negociaciones entre el Estado colombiano y las guerrillas izquierdistas, en ese cuatrienio. Fue invitado de honor al acto inaugural de los fallidos diálogos del Caguán, en 1999.
BELISARIO BETANCUR
ESPECIAL PARA EL TIEMPO
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