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Gente

Tiquete con todo incluido / De tu lado con Alex

Preferimos autosabotearnos antes de siquiera interiorizar que es posible cumplir nuestras metas.

Andrea Morante
Hoy les quiero compartir un cuento que me parece fascinante. Hace algunos años, un señor de bajos recursos económicos tuvo que hacer un viaje en tren hacia su ciudad natal para poder visitar a su mamá, quien estaba muy enferma. Se vio obligado a trabajar muchas horas adicionales y a rebuscarse por donde pudo para completar el monto de su tiquete.
Llegó el día, compró el pasaje y subió al tren. Se sentó en su silla, y cada día sacaba un pedacito de pan y de queso que había empacado en su lonchera. Todos los días veía a los demás pasajeros entrar y salir felices del vagón-restaurante y pensaba en lo afortunados que eran aquellos que podían darse el lujo de comer manjares en el desayuno, almuerzo y comida. En el último día del viaje se le acercó un señor a hablarle, pues él nunca se había atrevido a cruzar una sola palabra con nadie.
El pasajero lo saludó muy amablemente y le preguntó por qué no lo había visto nunca en el restaurante, donde todos habían pasado tan bueno y habían comido tan delicioso. Nuestro amigo bajó la cabeza y con una expresión de resignación le contestó: “Es que yo no tenía dinero para la comida, a duras penas me alcanzó para comprar el tiquete”. El otro se lo quedó mirando y con cara de compasión le dijo: “¡Hermano, qué pesar! ¿Acaso no sabías que la comida estaba incluida en la tarifa del pasaje?”.
Esta historia siempre me ha conmovido porque creo que para muchos es un fiel reflejo de la realidad. ¿Cuántos vamos por la vida autolimitándonos, cortando nuestras propias alas? ¿Cuántos creemos vehementemente que solo nos merecemos migajas y no manjares deliciosos? ¿A cuántos no nos da miedo contemplar que existe una vida de abundancia y no de escasez? ¿A cuántos no nos da pánico soñar en grande porque pensamos que es mejor conformarnos que fracasar en el intento? ¿Cuántos no somos capaces de cuestionarnos sobre si estamos aprovechando nuestro potencial porque andamos más pendientes de lo que tienen los demás, sintiéndonos menos valiosos y merecedores?
La ironía de la vida es que para tantos “no hay peor miedo que el cumplimiento de los sueños”. Preferimos autosabotearnos antes de siquiera interiorizar que es posible cumplir cada una de las metas que nos proponemos. Preferimos cerrar el corazón ante el presentimiento de que tal vez alguien podría rompérnoslo, en lugar de enamorarnos locamente.
Decidimos ir con los ojos bajos, mirando al piso con resignación e incluso con pena, y no con la mirada en alto, esperando a que nos caigan bendiciones.
Les pregunto: ¿cómo serían sus vidas si anduvieran por el mundo a sabiendas de que tienen un tiquete con absolutamente todo incluido?
ALEXANDRA PUMAREJO
Andrea Morante
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