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Adiós a Miguel Ángel Bastenier, maestro de periodistas

El periodista Miguel Ángel Bastenier desempeñó cargos como los de subdirector de Información y subdirector de Relaciones Internacionales hasta 2006.

El periodista Miguel Ángel Bastenier desempeñó cargos como los de subdirector de Información y subdirector de Relaciones Internacionales hasta 2006.

Foto:Héctor Fabio Zamora / EL TIEMPO

El periodista del diario ‘El País’ murió este viernes en Madrid, España.

Andrea Morante
Su voz, ronca y fuerte, sobresalía en las reuniones. Sus frases eran más bien sentencias. Sus recomendaciones periodísticas, verdaderas lecciones sobre el oficio. Y su risa, un coro franco que se imponía en el recinto.
Miguel Ángel Bastenier, periodista español –con nacionalidad colombiana, para orgullo propio y de sus nuevos compatriotas–, murió este viernes en Madrid a los 76 años por culpa de un cáncer de riñón que lo amargó durante los últimos meses, pero que nunca detuvo su impresionante capacidad productiva.
Este mismo lunes había publicado su último artículo en El País –sobre el peligro de los extremismos–, y durante toda la semana tuiteó esas cápsulas en las que concentraba la esencia de la actualidad internacional y del oficio del periodista.
Lo lloran en El País, su hogar de las letras; lo lloran sus alumnos, de los que tuvo cerca de dos mil en la Escuela de Periodismo de ese diario y en la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, en Colombia; lo lloran sus amigos y, sobre todos, sus lectores, acostumbrados a que les ofreciera el contexto de las noticias para entender mejor el mundo.
Bastenier nació en Barcelona en septiembre de 1940. Estudió historia en la Universidad de Barcelona y periodismo en la Escuela Oficial de Periodismo de Madrid. Se especializó en política internacional en Londres. Era experto en América Latina y en el conflicto árabe-israelí.
A los 37 años dirigió Tele-Exprés, vespertino catalán en español que se cerró en 1980. También fue subdirector de El Periódico de Cataluña hasta que se incorporó a El País, de cuyo ADN hacía parte. En ese diario ejerció varios cargos, como los de subdirector de Información y subdirector de Relaciones Internacionales. Seguía colaborando como editorialista y columnista. También lo fue en El Espectador, de Colombia, diario que dirigió por algunos meses.
Bastenier era un periodista con P mayúscula, aunque él sería el primero en censurar esta frase de cajón. Un periodista que supo informar e interpretar el mundo en cualquier formato, en cualquier época, y que no fruncía el ceño ante las nuevas tecnologías. Se había acostumbrado a resumir en 140 caracteres sus mensajes, algo que apreciaban sus 171.000 seguidores. De hecho, es el periodista con más seguidores de esa casa de medios.
Trabajaba con prisa y sin pausa. Hace apenas doce días, Juan Cruz, colega y amigo suyo, hizo referencia a esa velocidad en un artículo en El País, titulado ‘Vida y enseñanzas del periodista más rápido del mundo (o casi)’.
“La pasión con la que él se comprometió a prolongar tareas de otros grandes periodistas latinoamericanos para hacer que estudiantes de América extendieran esos magisterios, como Tomás Eloy Martínez o Gabriel García Márquez (…). Esa pasión la convirtió en un modo de ser, él no era simplemente un profesor que iba, daba sus enseñanzas y se volvía, él se hizo colombiano, se hizo latinoamericano”, le dijo a este diario Juan Cruz.
Bastenier lo resumía en una de sus frases categóricas: “Hay dos clases de periodistas: el que escribe rápido y el que no es periodista”, decía.
Lo importante, sin embargo, no es que lo hiciera rápido, sino que lo hacía bien. Puntilloso con el idioma y exigente frente a los hechos, siempre destripaba las causas, relacionaba acontecimientos y ahondaba en las consecuencias para presentar un dibujo completo al lector. Para ello, contaba con una base profunda de cultura. Leía mucho. Y aconsejaba hacerlo. Se lo repetía a sus alumnos: “Leer periódicos de joven es una educación y visión del mundo”, les decía.
Su versatilidad era tal que en una ocasión –contaba él mismo– en que se presentaron unas elecciones muy reñidas en Alemania, con un empate entre los dos líderes de los partidos enfrentados, escribió dos editoriales: uno para la victoria de cada uno de ellos. Al final solo fue necesario retocar pequeños detalles.
Bastenier escribía como era. Con una personalidad arrolladora, hablaba como una ráfaga y demostraba muy buen sentido del humor. “Era veloz, ocurrente, analítico, excéntrico, cumplidor, estrafalario, conversador, introvertido, lenguaraz, exacto”, lo describe Cruz.
En el 2002 obtuvo la nacionalidad colombiana, de la que se sentía orgulloso. Viajaba cada año a Cartagena con su esposa, la periodista Pepa Roma. “Si Colombia no existiera, habría que inventarla para los periodistas”, decía.
Escribió dos libros sobre periodismo: El blanco móvil (Aguilar, 2001) y Cómo se escribe un periódico (Fondo de Cultura Económica de España, 2009).
Fue uno de los periodistas icónicos de España. Aparte de ser un referente en el oficio que tanto quiso, fue un personaje público conocido en el ámbito político y en el internacional.
“El legado de Miguel Ángel es haber enseñado y difundido los valores y raíces del periodismo de calidad. Alejado del espectáculo y del rumor. Ese legado debemos mantenerlo. Hasta último momento mantuvo la misma pasión, vehemencia y sabiduría”, dijo a este diario Belén Cebrián, directora de la Escuela de Periodismo de El País.
Enseñó hasta el final, aunque la enfermedad iba cogiendo impulso. “En la última clase nos dijo que era posible que ya no pudiera volver”, cuenta uno de sus alumnos de la Escuela. También ahí tuvo razón.
JUANITA SAMPER OSPINA
*Con aportes de la redacción en Bogotá
Andrea Morante
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