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Invidentes identifican dolencias del cuerpo y las sanan con sus manos

Los precios de las consultas oscilan entre 2 y 5 dólares

Los precios de las consultas oscilan entre 2 y 5 dólares

Foto:EFE

Se trata de un grupo de quiroprácticos mexicanos que brindan su servicio en la calle.

Utilizan el movimiento de sus dedos y los bordes de las palmas de sus manos para reconocer con precisión cualquier parte del cuerpo. Son invidentes mexicanos que leen con exactitud el estado de espaldas, hombros o cuello de los pacientes con problemas musculares.
El grupo de quiroprácticos y masajistas invidentes se reúnen los fines de semana en el centro histórico de la Ciudad de México para aliviar e incluso sanar todo tipo de dolencias musculares.
El grupo lleva cuatro años juntándose para atender a las numerosas personas que se aglutinan alrededor de ellos, algunos ya recomendados por algún amigo o familiar y otros sin consciencia alguna de su ceguera.
Muchos de los que acuden a paliar la tensión acumulada en su cuerpo descubren al final de la sesión que su masajista es ciego, justo cuando preguntan por el diagnóstico o se disponen a pagar.
"Cuando nos van a pagar se dan cuenta de nuestra ceguera", relata a Efe la quiropráctica y masajista invidente Abigail Vanessa. La especial sensibilidad innata a los ciegos les otorga esa habilidad singular para descubrir los secretos de los músculos.
Lo primero que hace el paciente cuando se pone en manos de los masajistas es explicar con detalle sus dolencias para que los invidentes descubran a través de las palabras y el tacto con sus dedos el tipo de lesión que no pueden detectar con sus ojos.
Abigail Vanessa, formada como quiropráctica en una escuela regular para todo tipo de personas, recuerda que empezó con este trabajo por la necesidad de ganarse unos pesos, algo complicado para las personas con discapacidad visual.
"Somos personas igual que todos, solo que no vemos", asegura con orgullo, "porque al no tener uno de los sentidos los demás sentidos se fortalecen".
A la hora de atender a los clientes, los invidentes colocan en plena calle sillas especiales para acomodar a los pacientes. Lo primero que hacen es una lectura del cuerpo con las yemas de los dedos desde los glúteos a las cervicales.
La detección de la molestia del paciente se basa en la respiración del quiropráctico y la percepción táctil de sus dedos que es capaz de intercalar velocidades cardiacas con ralentís puntuales.
"Es nuestra manera de conectar con el otro cuerpo. Mediante el tacto podemos hacer una radiografía", afirma Vanessa. La quiropráctica defiende que resulta esencial una personalización en el trato que se da al paciente, basado en su pasado y dolencias previas.
"Dependiendo también de qué es lo que haya pasado se ve cómo se va a trabajar y qué terapia es la más adecuada", agrega.
Las personas que acuden a este tratamiento encuentran multitud de motivos, desde la curiosidad a la fe absoluta en algo que lleva años surtiéndoles efecto.
Pamela Arrieta, una estudiante universitaria que sufrió una caída hace unos días, narra su experiencia cuando "ya no aguantaba el dolor". La joven acudió a su médico habitual sin que el tratamiento disminuyese el dolor, por lo que optó por los quiroprácticos invidentes.
"Estuvo superbien, me siento más relajada y sin dolor", afirma después de tratarse por Vanessa. "Hubo momentos en los que podía escuchar tronar todos mis huesos, pero el resultado ha sido excelente", relata la joven. Incluso se muestra perpleja después de que Vanessa descubriese dolencias que ella ignoraba. "Es muy impresionante porque yo no sabía que me dolía esa parte de la espalda", observa.
Tras sentirse aliviada, reconoce que la opción del médico tradicional no le convence, tanto por los resultados como por motivos económicos. Arrieta opta por la accesibilidad a plena calle y la inmediatez antes que recurrir a tiempos de espera o ingesta de fármacos. Los precios del masaje son muy accesibles: oscilan entre 2 y 5 dólares en función de las necesidades del paciente.
El precio es, sin duda, el otro gran atractivo del servicio que prestan los quiroprácticos invidentes que han convertido la pérdida de uno de los cinco sentidos en una fortaleza para detectar las flaquezas del cuerpo humano.
EFE
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