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Arturo Calle, 50 años de moda masculina

De gala con un esmoquin de velvetín azul noche y pantalón gris.

De gala con un esmoquin de velvetín azul noche y pantalón gris.

Foto:Diego Caucayo

La marca dejó de producir prendas básicas para imponer tendencias. Innovación y calidad, la clave.

Redacción El Tiempo
En 50 años que tiene la marca Arturo Calle nunca había hecho una pasarela para mostrar sus prendas. Pero como siempre hay una primera vez, decidió hacer un desfile para celebrar estas cinco décadas vistiendo al hombre colombiano. Y lo que dejó ver en los 116 atuendos que presentó, habla más de un presente y futuro innovador, que promete ser divertido, diverso e irreverente, que de un pasado que por mucho tiempo fue formal, clásico y básico.  (Lea también: Arturo Calle, 50 años de moda masculina)
Fue una sucesión vertiginosa de colores (desde el azul celeste al cobalto, pasado por rosados, verdes, amarillos, rojos, beige, gris), siluetas (cada vez más ceñidas y ‘salta charcos’), materiales (algodón, dril, denim, velvetín, paño, lana, lino, cuero), accesorios (medias, pines, corbatas, maletines, pañuelos, sombreros) y estampados (flores, hojas, frutas, rayas), que demuestran que la moda masculina no tiene que ser aburrida, oscura y uniforme.
“Desde finales del siglo pasado, dejamos de estar un paso atrás de la moda, para estar uno adelante”, dice Carlos Arturo Calle, gerente general de esta marca que produce 8 millones de prendas al año, en las tres fábricas que tiene en Pereira y una en Bogotá.
Un cambio que comenzó en los 90, una década clave en la historia del país y de esta marca. Fue la época en que Arturo Calle logró lo que ningún gobierno ni planes sociales han conseguido: democratizar la sociedad, y él lo hizo a través de la ropa. Sí, en ese momento, desde el presidente de la compañía –y de Colombia– hasta los mensajeros, conductores y escoltas comenzaron a vestirse en el mismo lugar, cola misma calidad y precio, en las tiendas Arturo Calle.
La situación económica, de seguridad y de violencia de ese momento ayudó a que muchos colombianos dejaran de mirar hacia afuera a la hora de comprar ropa y comenzaran a ver con buenos ojos el producto nacional, una coyuntura que sin pensarlo, aprovechó la marca.
“Abrimos muchos almacenes en todo el país en poco tiempo, comenzamos a ampliar las líneas de producto y a ese mercado cautivo que ya teníamos con nuestros trajes formales y camisas, comenzamos a ofrecerle jeans, pantalones de dril, sacos, pijamas”, comenta Carlos Arturo, un médico que abandonó el consultorio para cuidar la salud del bolsillo de la empresa y de los colombianos.
Porque como anota, otro punto clave para lograr esa democratización ha sido la relación precio-calidad. “Arturo Calle (su padre), desde el principio del negocio, pensó que para diferenciarse del resto del mercado, lo que había que hacer era tener precios justos. Y para eso, estableció lo justo que debía ganarse por su trabajo y así ha sido hasta ahora. Un margen de ganancia justo, sin importar el producto que sea, el material con el que esté hecho, la tecnología usada, porque él siempre ha creído en la equidad y la igualdad”.

Llega el color

Ese crecimiento los obligó a variar, a innovar. Así, de los trajes, camisas y corbatas clásicos (gris, azul, negro y café) con los que comenzó y se sostuvo la marca sus dos primeras décadas, desde el primer local que abrió en 1966 en San Victorino de Bogotá, llamado Danté, de ocho metros cuadrados.
“Comenzamos a ir a ferias internacionales, a seguir las tendencias y eso lo unimos al conocimiento que ya teníamos y a la capacidad de producción con la que contábamos. Entonces decidimos que íbamos a hacer la moda y dejar de estar un paso atrás”, agrega Calle.
Así es como han ido introduciendo, poco a poco, en un mercado tradicional como el nuestro, nuevo colores, estampados y hasta siluetas. Han ido logrando que el hombre vaya abriendo su mente a nuevas propuestas de moda.
“Empezamos a sacar colores que no estábamos acostumbrados a ver, lo mismo con las siluetas. Antes las chaquetas y camisas eran rectas, holgadas, ahora son más ceñidas porque los hombres se cuidan más y quieren mostrar su cuerpo. Quieren vestirse con algo propio, personal, distinto. La moda masculina se está volviendo tan dinámica como la de la mujer”, dice.
Así han pasado a tener un 90 pro ciento de sus portafolio con prendas de moda y tendencia, y un 10 por ciento de lo clásico para ese público tradicional que siempre los ha acompañado, según cuenta Pilar Medina, jefe del departamento de diseño.
Además siguen ampliando sus líneas de productos: ahora hacen su propios zapatos y marroquinería (billeteras, maletines, cinturones) y tienen ropa para niños.
¿Qué sigue? Seguir innovando en materiales, acompañando al hombre en todos los momentos de su vida y seguir produciendo con tecnología verde en sus fábricas.

Historia contada en metros de tela

Una exposición, montada por Julián Posada y Miguel Mesa, ilustra la evolución del vestuario masculino en las últimas cinco décadas, la cual se exhibe en las oficinas centrales de la marca en Bogotá. Acá, el siglo pasado.
Años 60: Un perfil más ajustado fue impuesto por los grandes actores de cine. Se agrandaron los cuellos, los cinturones y corbatas crecieron en tamaño, los estampados y colores se hicieron llamativos.
Miniprints o maxiprints, inspirados en elementos étnicos y psicodélicos.
Años 70: El feminismo, la vida en comunidades, las drogas y el amor libre buscaban ser alternativas a los problemas sociales. La profunda dependencia del petróleo derivó en la crisis económica que motivó a los jóvenes a regresar
a lo natural y hecho a mano; se impusieron el ‘patchwork’, los tejidos como el crochet.
Años 80: La moda adquiere características de fenómeno global y la idea de una única tendencia dominante en el mercado desaparece; MTV, el cine y las series de televisión se encargan de promoverla. El ‘fitness’ influencia todo.
Años 90: Los códigos de vestuario se relajan; casi cualquier cosa se puede usar, mientras prevalezca la comodidad. La ropa deportiva se mezcla con otras prendas.
NATALIA DÍAZ BROCHET
Editora de EL TIEMPO
Redacción El Tiempo
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