Desde que se firmó el acuerdo de paz entre el Gobierno y las Farc, el concepto de víctimas se volvió uno de los más mentados en el país. Amigos y opositores del acuerdo se desbordan invocando los derechos de los más de seis millones de colombianos que han sufrido en carne propia el conflicto, pero desconocen su realidad y, lo que es peor, desprecian lo que tienen para decir.
Por eso es tan valioso el documental Ciro y yo, de Miguel Salazar, que aborda la historia de la familia de Ciro Galindo, víctima de la guerra desde todos sus ángulos. Uno de sus hijos fue reclutado por las Farc cuando apenas tenía 13 años, y después pasó por las manos del Estado y los paramilitares hasta terminar asesinado. A ello se sumó la muerte de otro hijo, en un accidente, y la de su esposa, víctima de una depresión. Solo sobrevive Esnéider, otro de sus hijos, después de haber sido reclutado en el conflicto.
La sencillez con que Ciro y Esnéider Galindo nos hablan contrasta con la brutalidad de su historia.
La destreza narrativa de Miguel Salazar nos ofrece una tragedia en la que nadie sale bien parado. El documental desnuda el infame reclutamiento de niños por las Farc, la brutalidad de los métodos de los paramilitares, iguales o peores que los de la guerrilla, y la paquidérmica acción del Estado para responder a los afectados, a pesar de la buena voluntad de sus funcionarios.
Pero, sobre todo, la mayor virtud de Ciro y yo es que les da voz a las víctimas, a quienes hay que escuchar con mucha atención, sobre todo cuando dicen: “Perdón tal vez… pero olvido no”.
MAURICIO REINA
Crítico de cine
@ReinaMauricio