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Arte y Teatro

'Fanny Mikey hizo que el teatro fuera para todos'

Fanny Mikey fue actriz, directora, empresaria y gestora teatral.

Fanny Mikey fue actriz, directora, empresaria y gestora teatral.

Foto:Archivo EL TIEMPO

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Se cumple una década sin la argentina. Su círculo más cercano la recuerda, en anécdotas y legado.

¿Los enamoraste?”, le preguntaba Fanny Mikey a su asesora de prensa, Mónica Suárez, cuando llegaba de recorrer medios mostrando el nuevo montaje que se iba a inaugurar en alguno de los teatros del sello Nacional que esta argentina creó: el de la calle 71, La Castellana y La Casa del Teatro Nacional, en Bogotá.
Porque de amor era de lo que más sabía esta artista nacida en Buenos Aires en 1930. Amor por todo: por la vida, el trabajo, los amigos, los socios, los patrocinadores, los que la ayudaban, sus colaboradores, su hijo, las tablas, los clásicos, la comedia.
A Colombia llegó en 1958, y entró por Buenaventura detrás de un amor, el actor argentino Pedro Martínez, que trabajaba en la naciente televisión nacional.
En Cali, la primera ciudad del país en la que vivió, hizo grandes amigos como el maestro Enrique Buenaventura, la actriz Vicky Hernández y la cantante Leonor González Mina.
Cuando llegó a vivir a Bogotá, la ciudad no fue de sus afectos al principio, por el clima y por la gente, pero ella era Fanny Mikey, la indestructible, y a punta de actuación, formación, ensayos, disciplina, contabilidad, asesoramiento, y de rodearse de buenas personas, se quedó y se volvió una colombiana más que hablaba ‘argentino’, que era judía pero le pedía favores, y muchos, a la Virgen.
En 1978 creó la Fundación Teatro Nacional. En 1988, el Festival Iberoamericano de Teatro, y empezaron a venir al país las más importantes compañías teatrales del mundo. “Iba y enamoraba a todos en el exterior hablándoles de Colombia, pero hay que decir que gracias a su tenacidad, el mundo conoció más los grupos nacionales, que le deben a ella, en buena parte, que hoy sean invitados a eventos en el exterior”, cuenta Alejandra Gallego, quien trabajó varios años al lado de la gestora.
Era además la mujer que ‘medía’ las obras que presentaba en sus salas invitando a los ensayos generales a sus colaboradores, desde las taquilleras hasta las señoras de cafetería, y luego hablaba con ellos sobre sus inquietudes del montaje.
Mikey murió en Cali el 16 de agosto del 2008, por problemas gástricos y renales. Estaba presentando su montaje Perfume de arrabal y tango, en el cual actuaba y cantaba.
Fue su último regalo en vida para este país que la quiso. Ahora, con Fanny en otra dimensión, su vida misma, lo que hizo en el teatro y para el teatro en Colombia, lo que nos dio, sigue siendo un regalo invaluable.
A continuación, los recuerdos de algunos de sus más cercanos.

Daniel Álvarez Mikey, hijo de Fanny y productor teatral

Sus últimos diez años sufrió mucho porque pensaba cómo sostener el Teatro Nacional, cómo sostener el Festival Iberoamericano de Teatro para que pudieran perdurar y mantenerse. Y ella sabía que si se detenía en algún momento o dejaba de actuar, iba a morir.
Su legado son dos cosas: amar lo que haces y sentirte útil para los demás. Y su ejercicio teatral se ve por todas partes: lo que hace La Maldita Vanidad, de tener un espacio; lo que hace Petra, que se acaba de meter en una sede; lo que hace La Candelaria, que está sufriendo un cambio generacional.
Todos ellos tienen esta característica tan particular de no botar la toalla, de seguir adelante, de estar convencidos de lo que hacen. Y qué bonito que después de 10 años, uno pueda seguir recordando a Fanny no solamente a través de los proyectos que hizo, el Teatro Nacional y el festival, que hoy en día son otra cosa, sino como una persona alegre, emprendedora, siempre relacionada con la cultura y el bienestar de los demás.

Manuel José Álvarez, director del Teatro Colón

Yo creo que Fanny abrió el camino para que los teatreros tuvieran voz y voto, y para que los colombianos aprendieran a ver teatro. Fortaleció grupos que existían, como el TPB, el TEC de Cali; inclusive, creo que influyó en La Candelaria, en La Mama.
Fanny era mi polo a tierra y mi cómplice, y cada día, cuando tomo decisiones en el Teatro Colón, constato todo lo que aprendí de ella, todo ese criterio y esa actitud que tenía hacia los proyectos y la forma como los analizaba. Y me doy cuenta de que estando a su lado durante tanto tiempo aprendí muchas cosas, pero, obviamente, estoy lejos de hacer lo que Fanny hizo por este país y por el teatro.

Guillermo Restrepo, productor, ‘exalcalde’ de Ciudad Teatro

Dos meses antes de su muerte, la invitaron a dar una conferencia en Riosucio, Caldas, y nos quedamos unos días a descansar en el Eje Cafetero. La vi tomando aguardiente, comiendo chorizo con arepa y bailando con los campesinos. Esa era ella.
Su legado en mí es siempre pensar qué haría ella en algún caso, cómo solucionaría y mejoraría un proyecto. Estos diez años han sido muy difíciles, vivir sin ella es muy duro.

Anamarta de Pizarro, directora del Festival Iberoamericano de Teatro

En muchos aspectos, mi vida cambió para ajustarse a los ritmos de Fanny: su entrega pasional a sus dos creaciones, el teatro y el festival; el ritmo endemoniado para afrontar el trabajo y la rumba, los viajes por el mundo para construir festivales cada vez mejores, las vacaciones en su pequeño paraíso en Islas del Rosario.
Hoy, tras diez años de su muerte, cuando me he mudado a vivir a Cartagena, tengo cosas que me la recuerdan diariamente: la mesa y la silla como testigos de tantas fiestas y conversaciones en su apartamento en Bogotá; las fotos que delatan su paso, y el mío, por mundos diversos; la muñeca con su figura y su pelo rojo; los libros de cada edición del festival, donde tantos espectáculos maravillosos entretuvieron y transformaron el público.

Alejandra Borrero, actriz y directora artística de Casa E

Las últimas flores que firmó Fanny con su puño y letra llegaron a esta casa, y decían: ‘Las felicito por abrir Casa E’. El día que hicimos la primera función murió Fanny, así que fue casi como si me dijera: ‘Sigue, Alejita, sigue tú porque yo ya me fui’. Así que yo también espero eso, relevos, nuevas generaciones que vengan a inventar cosas nuevas.
Fue por Fanny por quien hice esta casa; muchas veces le pregunté, y siempre me dijo: ‘Mira los números, ¿cómo se te ocurre? No vas a hacer esta brutalidad’. Y yo nunca los vi, nunca vi los números. Por eso ha sido muy importante tener una socia (Katrin Nyfeler) para llegar a este momento.

Nicolás Montero, director del Teatro Nacional

Su legado es inmenso, incalculable; cubre muchos campos, desde su producción como artista, directora, actriz, productora, creadora de empresa, unas empresas enormes que permitieron que el público se acercara al teatro de forma cotidiana y masiva.
Para mí, el legado más grande, en términos de lo que les dejó al país y la ciudad, es que hizo que la palabra ‘teatro’ fuera del uso cotidiano; uno ve que Fanny hizo que el teatro fuera para todos, y eso crea una inercia, un mercado, una cercanía que hace que, como ella decía, el teatro fuera parte de la vida de la gente.

Guido Hoyos, exjefe de prensa del Festival de Teatro

El mejor recuerdo que tengo de Fanny es el de una mujer con un particular instinto maternal, a veces con actitudes de niña, tierna o totalmente malcriada; capaz siempre de sorprenderse y de sorprendernos con locas ideas o hasta con la más ingenua de las preguntas; y con una obsesión por nunca dejar de soñar.
De ‘doña Fanny’ sigo aprendiendo a no rendirme. Ella, como muy pocos, fue a la vez incansable, persistente, terca y luchadora, incluso contra ella misma. Y por eso, cuando parece que no hay más remedio que rendirse, como en la canción de Richie Ray, me parece oír su voz que me dice: “Agúzate, que te están velando”.

Libardo Arango, exdirector de Publicidad del Teatro Nacional

Recuerdo su monumental desfachatez para hablar, que a veces rayaba en imprudencia. Un día, un reconocido hombre del entretenimiento criollo le contó que estaba esperando un nuevo hijo, y Fanny, con ese inconfundible aire porteño, le preguntó: ‘¿Y es con la misma mujer?’. El tipo (y todos los presentes) quedó estupefacto y no atinó sino a reafirmar que sí. Se trataba de uno de los matrimonios más estables de los que se conocen.
Su legado en mí es su profundo amor y pasión por el teatro y las artes escénicas. En el tiempo que tuve la oportunidad de trabajar a su lado comprendí, y estoy convencido de ello, que son las artes y la cultura el factor real de transformación de una comunidad y de una nación. Por eso me levanto todos los días y me pongo en ‘obra’.

Alejandro Flórez, exjefe de prensa del Teatro Nacional

Fanny tenía ese talante que pocos poseen. Por ejemplo, fue capaz de llamar a la Aerocivil, pedir cambios en la operación aérea de la ciudad y lograr que los aviones no interfirieran en el recital que Luciano Pavarotti dio en 1995 en el estadio El Campín.
Fue una mujer inmensa, y toda esa inmensidad la dejó sembrada en aquellos que tuvimos la fortuna de trabajar a su lado.

Diego León Giraldo, periodista, exjefe de prensa del Teatro Nacional

La noche de la inauguración de La Casa del Teatro Nacional, el lugar estaba lleno porque Eduardo Galeano leería cuentos. Fanny y yo estábamos en un balcón, y de pronto ella salió corriendo. La alcancé en el hall del segundo piso y, sin que me viera, pude observar que lloraba. Le pregunté qué le pasaba, y me dijo: “¿Ves, Diego? Para eso es que yo trabajo, para ver este lugar lleno de jóvenes”. Eso me mostró quién era ella.
Su legado en mí está en que la palabra ‘imposible’ no existe y si no hay pasión, no hay nada.

Mónica Suárez, exjefa de prensa del Teatro Nacional

Cuando Fanny tuvo el coma inducido en Cali, Daniel, su hijo, y yo le hablábamos. Yo le contaba que los médicos eran muy guapos y que se los estaba perdiendo por no despertarse. También, que nos íbamos a ir a bailar tango sin ella. El día que volvió del coma y antes de su final, la encontré cantando tangos y diciéndoles a los médicos que yo le había dicho, mientras ella dormía, que me parecían buenos mozos.
Para mí, su legado es su inspiración, que todos los que la rodeaban (colaboradores, clientes, patrocinadores, prensa) eran amigos y que había que tender lazos. Exigía profesionalismo, pero primero lo daba. Exigía mística, y ella la inspiraba.

Alejandra Gallego, trabajó en producción en el Teatro Nacional

Mis mejores recuerdos son las llamadas que Fanny nos hacía a sus amigos que estábamos lejos. Los domingos, cada quince días, ella sacaba su libreta de teléfonos internacionales y primero les marcaba a los que vivían en Europa y ya en la tarde-noche, a los que vivíamos en algún punto de América. Su despedida era: “No se te olvide que aquí están tu casa y tu trabajo para cuando quieras volver”.

Minerva Vitola, Mine, trabajó en la casa de Fanny Mikey 24 años

Al llegar a su casa me dijo que cuando yo tuviera un hijo, ella sería la madrina. Cuando nació mi Luis Fernando me recordó el madrinazgo. Para él, que hoy tiene 25 años, es más abuela que sus abuelas. Ella me ayudó con la cuota inicial de mi casa en Bogotá (ahora vive en Valledupar).
También recuerdo que me invitó a ver su obra Perfume de arrabal y tango con todos los gastos pagos (taxis y cafetería), en primera fila en La Casa del Teatro, y cantaba dirigiéndose a mí.

Wilson García, director de T de Teatro

 Trabajó en Mercadeo en el Teatro Nacional. Mi mejor recuerdo de Fanny fue bailar un éxito de Joe Arroyo, Tal para cual; y es que bailar con Fanny era maravilloso. De ella aprendí a ver lo bueno que está por encima de lo malo, que hay que trabajar con fuerza y energía porque así se mejora la sociedad, y ese es uno de los sellos de T de Teatro: trabajamos para mejorar el estado de ánimo.
OLGA LUCÍA MARTÍNEZ ANTE Y YHONATAN LOAIZA GRISALES
CULTURA EL TIEMPO 
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