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El paisa que lleva 22 años cuidando animales del zoológico de Matecaña

Abelardo Colorado tendrá que terminar el bachillerato para seguir desarrollando esta labor.

Fernando Umaña Mejía
Abelardo Colorado Quiceno pesa 85 kilos y tiene ‘hijos’ que fácilmente sobrepasan las dos toneladas. A la mayoría de esos ‘hijos’, este paisa de 51 años literalmente les da de comer en la boca a sabiendas de que de un solo golpe de cualquiera de ellos lo puede matar.
Por esos ‘hijos’ Abelardo es el hombre de bien que es ahora. Los cuida, los quiere, los mima y no se ve separado de ellos.
Este hombre es el cuidador de los animales más grandes del zoológico Matecaña, de Pereira, que cerrará sus puertas el 30 de este mes, para darle vida al Bioparque Ukumarí, que albergará a la mayoría de sus 524 animales, de 130 especies diferentes.
Este antioqueño de trato afable y carácter alegre, llegó al Matecaña al poco tiempo que las autoridades tomaron el control de la Hacienda Nápoles, el santuario de animales exóticos -la mayor parte procedente de África- que el narcotraficante Pablo Escobar Gaviria tenía para su deleite, el de su familia y sus amigos en jurisdicción de Puerto Triunfo (Antioquia), en el valle del río Magdalena.
Abelardo llegó al zoológico pereirano al poco tiempo que lo hizo ‘Safari’, el elefante consentido del capo, que él cuidaba.
“Me ofrecieron venir aquí a Pereira a cuidar los elefantes porque en ese momento no tenían gente capacitada para manejar esas especies tan grandes”, recordó Abelardo.
Con ‘Safari’ llegaron otros dos elefantes de Escobar: ‘Diana’, una hembra también adulta como ‘Safari’, y ‘Pirinolo’, que en ese momento tenía ocho años y no era el gigante de siete toneladas que es ahora, el animal más grande del Matecaña.
Además de los elefantes, de Nápoles llegaron ‘Chacha 1’ y ‘Chacha 2’, dos rinocerontes, y ‘Mono’, un hipopótamo macho. 'Safaro' y 'Diana' ya murieron.
Y como lo hacía allí, Abelardo siguió preparándoles a diario, como el padre que hace el desayuno de sus hijos para despacharlos al colegio, el pasto y el concentrado y las zanahorias, y manteniéndoles agua permanentemente.
“En Nápoles comencé a trabajar en oficios varios, en eso estuve dos años. Pero después un señor me enseñó como alimentarlos y cuando hubo una vacante me la dieron”, relató Abelardo, quien se inclinó por cuidar los animales más grandes. En Nápoles estuvo diez años.
Seguridad es, según el cuidador, la palabra clave para no tener ninguna dificultad con los animales, y como él, después de 30 años no tenga un solo rasguño.
“Un elefante tiene un alcance de cuatro metros con la trompa. Si la persona está cerca la puede envolver, si está un poco más lejos le da un ‘mocazo (un golpe con el moco)’ ”, explicó.
Con los rinocerontes y los hipopótamos las precauciones son las mismas, aunque con las ‘Chachas’, Abelardo puede estar a pocos centímetros de distancia y no le hacen nada.
Incluso, ya es famoso el método que él usa para llamarlas a comer: barre la zona donde se les deja el alimento, ellas lo ven y dejan la piscina de lodo para subir a comer. En un instante pueden arremeter contra Abelardo, pero no le hacen absolutamente nada.
Muchos recuerdos
Abelardo tiene cientos de historias por contar de sus 22 años de trabajo en el Matecaña. Historias felices como la de hace ocho años, cuando apenas llevaba tres días de vacaciones y el entonces director del zoológico lo llamó para preguntarle si quería conocer el elefante que acaba de nacer en cautiverio y terminó quedándose trabajando y con su descanso aplazado.
“Como yo era el cuidador de los elefantes más experimentado, el director me pidió que me quedara ayudándolos, que después me daba las vacaciones. Yo le dije que sí; menos mal que no me había ido para San Luis (su pueblo natal)”, contó entre risas.
Ese elefante es ‘Zimbabue’, que se volvió famoso por adivinar los marcadores de la Selección Colombia en Brasil 2014.
Otros recuerdos lo ponen nostálgico. El más doloroso es el de la muerte de un veterinario por cuenta de ‘Pirinolo’. “Él (el veterinario) se confió y no tomó las medidas de seguridad y el elefante lo atacó”, recuerda con la cabeza agachada y el tono de voz bajo.
Y es que los veterinarios y los cuidadores son la llave perfecta en un zoológico. El cuidador, que es la persona que conoce mejor al animal, es quien da aviso al veterinario de una enfermedad que este sufra. Y el veterinario es el que le puede salvar la vida al animal.
Abelardo ha visto morir a varios de los animales que ha cuidado en el Matecaña. Han muerto de viejos o por enfermedades. Los ha despedido con lágrimas. Pero también ha compartido los momentos de alegría cuando el milagro de la vida se da en cautiverio. Uno de esos fue el nacimiento de ‘César Fernando’, un león que en 1999 fue traído al mundo por cesárea (de ahí su primer nombre). ‘Fernando’ en homenaje a Luis Fernando Cañizales, el veterinario que atendió el parto.
Debe ponerse a estudiar
Abelardo no terminó el bachillerato y lo tendrá que hacer si quiere seguir cuidando a sus ‘hijos’ en Ukumarí.
Según Javier Monsalve, gerente del InfiPereira, entidad que lidera la construcción del Bioparque, “es una exigencia que los cuidadores tengan cierto nivel educativo”. No importa que en casos como el de Abelardo, él se las sepa todas en el cuidado de animales.
"Estoy estudiando y quiero terminar el bachillerato porque quiero seguir cuidando los animales”, dijo.
Fernando Umaña Mejía
Corresponsal de EL TIEMPO
Pereira
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