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¿Quién mató a Dala? Un crimen sin respuestas a 4 años del asesinato

El músico Daladier Arismendi estaba radicado en San Agustín desde el 2010, allí se casó con una alemana y tuvo una hija.

El músico Daladier Arismendi estaba radicado en San Agustín desde el 2010, allí se casó con una alemana y tuvo una hija.

Foto:Archivo familiar

Daladier, músico de Alerta Kamarada, fue asesinado de un golpe en la cabeza en San Agustín.

A la una de la madrugada del domingo 3 de agosto de 2014 a Daladier Arismendi lo asesinaron de un golpe contundente en la cabeza. Al músico, de 39 años y que conformó el famoso grupo de reggae Alerta Kamarada, lo hallaron con el rostro desfigurado en la vivienda que cuidaba en el municipio de San Agustín, en el sur del Huila.
El teléfono celular de su mamá, Yolanda, sonó 38 horas después del crimen. Su hija, sin mediar más palabra, le dijo: “Mami, nos mataron a Daladier”.
Yolanda se derrumbó en la oficina en la cual labora en Bogotá y Henry, su esposo, la recogió para comenzar un camino desesperado y tortuoso de 12 horas por carretera hacia San Agustín, donde se había radicado Dala, como le decían sus allegados.
El camino fue de agonía para esta madre que quería ver a su hijo y estrecharlo entre sus brazos. Al llegar al pueblo ese era su único deseo, pero no la dejaron entrar ni al hospital ni al cementerio donde yacían los restos por el alto estado de descomposición en el que fueron encontrados. “No lo pude volver a ver nunca más”, cuenta Yolanda.
En una vivienda al occidente de Bogotá, Yolanda y Henry le tienen un pequeño altar a Dala. Una figura de unos 15 centímetros de la Virgen María, una veladora blanca que siempre permanece encendida y un pequeño florero que mantiene varias rosas rojas acompañan la fotografía del mayor de sus hijos.
Dala estudió Diseño Gráfico en la Universidad Jorge Tadeo Lozano. Su familia lo recuerda con un altar en su casa.

Dala estudió Diseño Gráfico en la Universidad Jorge Tadeo Lozano. Su familia lo recuerda con un altar en su casa.

Foto:Cristian Ávila Jiménez / EL TIEMPO

La muerte de Dala la recuerdan cada día que pasa. Yolanda se sienta justo al lado de la fotografía de su hijo asesinado y dice que hasta el fin de su vida va a tener ese dolor en el corazón.
En San Agustín, recuerda, nadie le daba razón de qué había pasado con su hijo. Tan solo horas antes de que le quitaran la vida habían hablado de lo mucho que se amaban y que iban a estar –pese a la distancia- el uno para el otro. La familia hasta tenía planes de comprar una casa en San Agustín.

Él no era nada de vanidad, vivía del trueque, cambiaba algún conocimiento de música o arte por un techo

Dala había llegado a ese pueblo cautivado por el amor a la tierra hacia el 2010. Aunque contaba con muy pocos recursos, logró rebuscarse la vida allí haciendo amistad con los europeos que tanto visitan al pueblo huilense, maravillados por las riquezas arqueológicas que se encuentran. Arismendi, quien tenía unas rastas que le llegaban hasta sus rodillas, una barba frondosa y ojos negros grandes, vivía del trueque y pasaba sus días pintando murales o enseñándoles a los niños de la comunidad sobre música e inglés.
“Él decía que era de una época muy diferente a la de nosotros. Madre, decía, yo no soy de esta vida, de este tiempo no soy, yo soy de un tiempo muy atrás. Él no era nada de vanidad, vivía del trueque, cambiaba algún conocimiento de música o arte por un techo”, describe Yolanda.

La última conversación

Cuando lo mataron, la vida de Dala estaba a punto de cambiar de manera radical. En esa última conversación con Yolanda, él le manifiesta que su esposa alemana y su hija estaban a punto de regresar a San Agustín luego de seis meses sin verse. El músico encontró el amor en ese pueblo y después de visitar a los padres de su mujer había acordado radicarse con ella en Europa, donde empezaría a trabajar. Incluso estaba dispuesto a cortarse las rastas que por años lo identificaron.
“¿Hablaste con tu esposa?”, le preguntó Yolanda, y Daladier respondió: “Sí, está próxima a regresar al país con la niña, estoy muy contento”. Días antes, Dala le compuso una canción a su mujer. Yolanda piensa que, sin saberlo, ese fue su mensaje de despedida.
“Donde quieras que vayas voy, señal que me ilumina hoy. Sabes bien, estoy ahí, siempre a tu lado y tu conmigo aquí. Con paciencia esperaré por ti, como en el paraíso, te lo prometí. Mantén la fe, el tiempo pasa pronto, yo te esperaré”, dice la canción que suena cada día en la casa de Yolanda y Henry.

Manten la fe mi hijo Daly

El gusto por la música y su unión con Alerta Kamarada comenzó hacia el 2000 en la Universidad Jorge Tadeo Lozano, en Bogotá. En ese entonces sobresalía en la carrera de Diseño Gráfico y se dedicaba día y noche a crear ilustraciones. Cuando estaba en séptimo semestre, cuenta Yolanda, su hijo comenzó a cambiar. Al conocer a los muchachos del grupo vio otras cosas y se metió en la cultura rastafari.
Cuando Dala entró a Alerta Kamarada Yolanda no estuvo de acuerdo y tuvieron encontrones porque en ese momento, pensaba, ese camino no le iba a traer ningún provenir. “Fue cuando él se rebeló y se fue a vivir con los del grupo”, cuenta.
Tras el disgusto, Yolanda dejó de hablar un año con su hijo, pero su reencuentro lo añora y lo recuerda como uno de los días más especiales. Dala le pidió a sus hermanos que llevaran a su madre a un concierto en el Down Town, en Bogotá. Allí llegó la mujer y se fundieron en un abrazo inolvidable, un apretón que la madre, con voz que se entrecorta, recuerda entre la alegría y la nostalgia.

Buscando respuestas

Aunque en septiembre del 2014, a un mes del asesinato, la Fiscalía impuso medida de aseguramiento para tres hermanos, presuntos responsables del homicidio de Dala, la familia clama por una razón que les explique por qué lo mataron.
Hace un año, Yolanda y Henry viajaron hasta Pitalito (Huila), donde los investigadores llevan el caso. Allí les dijeron que por el asesinato de Dala hay una persona en prisión.
Dala vivía en una propiedad que pertenecía a un amigo extranjero. Había habitado allí desde que retornó de Europa, seis meses antes del crimen. Tras terminar la conversación por teléfono con su madre en la noche del sábado 2 de agosto, se encontraba solo en la casa, tranquilo, dispuesto a descansar.

Daladier tomó por el cuello a uno para defenderse y resulta que quien estaba por detrás lo cogió como a mansalva con un palo

A Yolanda le dijeron las autoridades del caso que hacia la una de la madrugada del domingo ocurrió el crimen. Dos personas ingresaron a la vivienda a hurtadillas para cometer un atraco en el hogar, Dala se percató de lo que estaba ocurriendo y, de inmediato, alcanzó a detener a uno de los asaltantes.
“Nos contaron que Daladier tomó por el cuello a uno para defenderse y resulta que quien estaba por detrás lo cogió como a mansalva con un palo. Eso es lo que dicen, lo mataron y le destruyeron completamente la cara”, dice Yolanda.
Los investigadores del caso también les comentaron a los padres de la víctima que, al parecer, además de los que entraron a la casa, había tres ‘campaneros’ alrededor del hogar para avisar si alguien venía. Fueron los vecinos quienes horas después alertaron de lo que pasó en la casa de Dala.
Pese a que en su momento la Fiscalía habló de tres hermanos enviados a prisión por el crimen, a Yolanda y Henry, en su visita a Pitalito, les dijeron que solo una persona estaba en la cárcel y que, supuestamente, los móviles del asesinato se descubrieron tras la confesión de uno de los detenidos, quien se entregó a las autoridades.
“Eran tres adultos y dos menores de edad, dicen que todos de la misma familia, pero eso no está claro porque no nos explicaron bien la situación. Estuvimos hablando con la fiscal de mayores y nos dijo que no hubiésemos podido hacer prácticamente nada si uno de ellos no viene y se entrega y dice que él fue quien lo mató, pero hay un montón de personas metidas en eso, los menores y los otros adultos, ¿qué pasó con ellos?, no han querido decir quién más está involucrado”, aseguran los padres de Dala.
Para Yolanda, sobre el cruel asesinato de su hijo, aunque se diga que fue por robar la casa, nunca se les han esclarecido del todo cuáles fueron los móviles, si acaso fue por una venganza o sí ocurrió, en definitiva, por hurtarlo.
“Las cosas quedaron así no más. Queremos cerciorarnos si hay alguien pagando. Honestamente, la juez que lleva el caso denota que no hay intención de que las cosas queden bien judicializadas. Hay una despreocupación completa, no vemos que se investigó a fondo”, lamentan.

La vida enseña que los hijos son quienes despiden a sus padres, pero me tocó a mi y es como si me hubieran mutilado

Vivir sin Dala

Sentada al lado del cuadro de su hijo, Yolanda dice que no se ha podido recuperar de la pérdida de Dala. “La vida enseña que los hijos son quienes despiden a sus padres, pero me tocó a mí y es como si me hubieran mutilado”.
Cada domingo que llega, Yolanda visita con su esposo la tumba de Dala en Jardines de Paz, cementerio en el norte de Bogotá hasta donde fue trasladado el cuerpo para ser sepultado. Siempre que va le habla. En los días en casa ora con él y ella siente su compañía. Le han dicho que lo deje ir, pero hasta en los momentos que sale a la calle, ella le pide a su hijo que la acompañe.
Yolanda, madre de Dala, se tatuó el nombre de su hija tras meses de su fallecimiento. Es el única tatuaje que tiene.

Yolanda, madre de Dala, se tatuó el nombre de su hija tras meses de su fallecimiento. Es el única tatuaje que tiene.

Foto:Cristian Ávila Jiménez / EL TIEMPO

La pérdida de Daladier caló con dureza en toda su familia y lo añoran como a él le gustaba: con música. Su hermano menor, tras el fallecimiento, le compuso una canción en la que se describe el vacío que les dejó su partida y en la que se pregunta cómo perdonar a quién les hizo ese daño inmenso.
“Dime cómo voy a olvidar aquel suceso en el que las lágrimas no paraban, sin ningún remedio, donde el dolor era tan fuerte al momento de decirte adiós”, canta su hermano menor.

Dime cómo

Yolanda dice que ya no le van a devolver a su hijo, aunque reconoce que le gustaría que los responsables pagaran por ese dolor. Tras el asesinato, la esposa de Dala regresó a Colombia con su hija y estuvieron en el país un año. Luego partieron, pues no pudo resistir más tiempo, por los recuerdos de la muerte de su pareja, con quien se casó en San Agustín.
“Ella decía que era mucha la maldad y el dolor que le causaron, ella prefirió irse para Alemania y está viviendo con sus padres”, cuenta Yolanda.
Tras tres años sin ver a su nieta, que está próxima a cumplir seis años, Yolanda y su esposo Henry esperan reencontrarse con su nuera esta semana y volver a ver a la niña, en cuyos ojos ven reflejado a Dala.
CRISTIAN ÁVILA JIMÉNEZ
REDACTOR DE NACIÓN EL TIEMPO
Escríbame: criavi@eltiempo.com
Twitter: @cristian_avila4
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