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51 días de travesía por el Magdalena en una pequeña balsa de madera

Tres personas navegaron por el principal río del país llevando un mensaje de preservación ambiental.

En una balsa artesanal, hecha con palos y neumáticos de llantas de motos, dos profesores de historia e idiomas y un productor audiovisual se aventuraron a navegar por 51 días 750 kilómetros de los ríos Sogamoso y Magdalena para ‘transportar’ un mensaje de preservación del ecosistema y los afluentes del país.
En el viaje, denominado Expedición Educativa Za Sua (luna y sol para los chibchas), sus promotores visitaron 30 colegios de 27 municipios en Santander Cesar, Atlántico, Magdalena y Bolívar para hablar frente a 4.000 estudiantes sobre el cuidado del medio ambiente.
El periplo comenzó el 12 de abril en el sitio La Playa, en el río Sogamoso (Santander), y terminó el lunes pasado en la desembocadura del río en Bocas de ceniza, en Barranquilla.
La rudimentaria embarcación, en la que se invirtieron 800.000 pesos, mide 5 metros de largo y 2,20 de ancho. Fue levantada con 6 varillas laterales y vigas de madera, todas amarradas con neumáticos. El techo está forrado con una carpa de publicidad y el suelo cuenta con 13 palos de balso y 150 botellas de gaseosa. De cada extremo cuelgan seis pimpinas que funcionan como flotadores.
La travesía fue promovida por el historiador de la Universidad Industrial de Santander (UIS), Iván Camilo Rojas Medina, quien atraído por las obras del Nobel Gabriel García Márquez El amor en los tiempos del cólera y El general en su laberinto -que plasman la abundancia del Magdalena y sus manatíes- decide atravesar el río más importante del país junto a Mauricio Palomino Ramírez, profesor de idiomas, y Nelson Estrada Velázquez, productor audiovisual.
“El proceso fue muy importante porque buscábamos que los estudiantes aprendieran de una nueva forma la importancia de cuidar la naturaleza. En cada centro educativo hacíamos una especie de exposición y dejábamos material (videos) para que complementaran lo visto”, comentó Camilo rojas.
Según el historiador, “con este viaje buscábamos que los más jóvenes se interesaran por cuidar el medio ambiente y el río Magdalena, donde desemboca el agua de muchos alcantarillados. Queríamos mostrar la importancia que siempre ha tenido el caudal, cuya función radicaba en servir como puerto y vía principal de muchas ciudades para transbordar mercancías y café, pero que hoy en día se limita al transporte de hidrocarburos”.
Ayuda de los ribereños
Para la financiación de la expedición los profesionales recurrieron a la colaboración de los habitantes de cada municipio por el que transitaron y quienes les ofrecieron lugares de paso para pernoctar y alimentación.
“Nosotros solo zarpamos con 150.000 pesos y gastamos más de la mitad en la primera parada en Puerto Wilches (Santander)”, complementó el escritor.
Para Rojas Medina lo más llamativo del viaje, en el que no tuvieron percances, fue haber visto a dos manatíes y conocer la pobreza que hay en muchos corregimientos donde las condiciones de vida de la población son precarias, sin acceso a los servicios básicos y un alto analfabetismo.
Aunque al iniciar de la travesía se encontraron con el cese de actividades escolares en las instituciones oficiales, por el paro de los maestros, en los primeros municipios optaron por reunir a los profesores y capacitarlos para que transmitieran lo aprendido.
“El miedo de nosotros era que lloviera durante el recorrido, pero no fue así a pesar de que en la mayor parte del trayecto el cielo estuvo nublado”, concluyó el líder de proyecto, Iván Rojas.
El grupo de aventureros dirige la Fundación para la Preservación de los Ecosistemas Za Sua, encaminada a dirigir proyectos ambientales y pedagógicos.
SILVIA VIVIANA SANTAMARÍA
Para EL TIEMPO
BUCARAMANGA
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