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Mujeres sobrevivientes de El Salado hicieron primer retorno simbólico

Víctimas de violencia sexual en el conflicto protagonizaron una marcha y seguirán buscando justicia.

JOHN MONTAÑO
Los 19 kilómetros de carretera que separan al municipio del Carmen de Bolívar del corregimiento de El Salado, en el norte de Bolívar, fueron escenario, el fin de semana, del primer retorno simbólico de las mujeres sobrevivientes de violencia sexual en Colombia.
Durante cinco horas, más de 500 mujeres, bajo el intenso sol de Caribe, ascendieron caminando por la misma carretera por la que, en febrero del 2000, un comando paramilitar conformado por 300 hombres llegó hasta el pueblo, entonces tabacalero, para ejecutar, en 48 horas, la que podría ser la peor masacre de la historia reciente del país.
Esta marcha por la dignidad, la primera de cinco más que vendrán en zonas de conflicto, fue iniciativa de ‘No es hora de callar’, campaña que lidera la periodista Jineth Bedoya Lima –sobreviviente de violencia sexual–, a la que se han unido miles de mujeres de todo el país que fueron abusadas, pero que un día decidieron denunciar a su agresores y hoy se han empoderado para exigir justicia.
El apoyo de una madre
Nelly Lima, la mamá de Jineth, de 60 años, encabezó la marcha, que partió a las 7 de la mañana del Carmen de Bolívar y que no tardó en abarrotar la Troncal de Occidente de mujeres alegres, todas con camiseta blanca, que gritaron ‘Ni un más. Ni una mujer más violada, maltratada o asesinada en Colombia’.
Nelly se ha convertido en la mejor aliada de Jineth, no solo para superar el dolor sino para acompañarla en su activismo contra la violencia. (Lea también: 'Cuando los paramilitares me arrancaron la inocencia')
“Luego de la agresión a mi hija la vida nos cambió. Siempre he guardado silencio pero lo he vivido con mucho dolor y voy a morir con esa rabia, nunca voy a olvidar, es peor que si me lo hubieran hecho a mí”, dice la mujer, oriunda del Huila. Afirma que la agresión no es solo para la víctima, “lo es también para su familia, sus seres queridos y es una agresión a la sociedad”.
Cuando la marcha dejó atrás la carretera nacional para internarse en la primera montaña, Neyda Narváez, líder de El Salado, recordó cómo era la región hace 15 años.
“Solo nos acompañaba el silencio del miedo y el canto de los pájaros”, dijo, con un aire de temor. Y añadió que hace 10 o 15 años era una trocha peligrosa donde uno demoraban hasta cuatros días para bajar a vender la hoja de tabaco o el mercado al Carmen de Bolívar.
Entre las compañeras de caminata de esta saladeña estaba Dora Hernández, quien recordó que antes de la masacre, los colombianos ignorábamos que existía esta comunidad campesina y caribeña, y que fue gracias al terror de las botas y los fusiles paramilitares, o como dicen las mujeres de la región, a ‘los guerreros’, que Colombia supo que El Salado hacía parte de su geografía.
A la marcha no solamente asistieron sobrevivientes de El Salado, también llegaron mujeres de todos los puntos de los Montes de María y colectivos nacionales que trabajan por la reivindicación de la mujer y sus derechos.
La carretera serpentea entre las montañas. Fue pavimentada solo hasta este año por la Gobernación de Bolívar, y alguna vez estuvo rodeada de miles de hectáreas de cultivos de pancoger y frutales, y de niños arreando vacas. Hoy, en su mayoría, es manigua en manos de poderosos grupos económicos. También hay algunos terrenos en disputa, que reclaman centenares de familias carmeras (nacidas en el Carmen de Bolívar) que un día escaparon de la violencia.
“Mire, la masacre de El Salado tuvo eco hasta el Cesar, y muchas familias se fueron y lo dejaron todo tirado... Nadie quería ser la próxima víctima”, contó Soraya Bayuelo, quien ha liderado procesos de comunicación para las mujeres y los jóvenes en los Montes de María.
Una placa, donada por EL TIEMPO, fue instalada en el pueblo como recuerdo de la marcha por la dignidad de las mujeres víctimas. Foto: Yomaira Grandett / EL TIEMPO
Caminemos por ellas
La idea de esta marcha simbólica nació en el Carmen de Bolívar. “Una tarde hablando con Yirley Velazco, una sobreviviente y líder del Salado, nos sentíamos frustradas porque seguíamos conociendo casos de violaciones y, en medio del llanto, y de no saber qué hacer, salimos a caminar para tomar aire y refrescar las ideas. Ahí nació el proyecto de retornar, eso es lo que tenemos que hacer. Nos dijimos: ‘Vamos a caminar este país por las mujeres, por los derechos y por la dignidad; vamos a caminar con dignidad’ ”, recordó Bedoya.
Así, este retorno de las mujeres sobrevivientes a la violencia sexual dentro del conflicto armado fue apenas el primero de seis periplos que llevará a miles de víctimas por las regiones más golpeadas por el conflicto armado. La próxima marcha se realizará en Lejanías (Meta), en noviembre próximo. Las fechas de las siguientes aún no están confirmadas, pero sí los lugares. Le seguirá el ascenso hasta Toribío (Cauca), una de las poblaciones más atacadas por las Farc. Las sobrevivientes luego llegarán hasta El Placer (Putumayo), se concentrarán en Bahía Portete, en Uribia (La Guajira), y cerrarán en La Gabarra (Norte de Santander). Todos son escenarios de brutales agresiones donde los victimarios fueron actores armados y las víctimas, en su mayoría, mujeres.
Todas con El Salado
Gran parte de las mujeres que caminaron el sábado tiene alguna relación con El Salado: algunas fueron víctimas directas de la violencia o algún ser querido murió en aquella jornada de terror, que se prolongó por dos días, en febrero del 2000. Otras llegaron con ayuda humanitaria o en calidad de periodistas. Todas tienen un recuerdo y en el camino lo hablaron.
Yirley Velazco, de 29 años, vivió el infierno en que se convirtió su pueblo 18 y 19 de febrero del 2000, cuando los ‘paras’ masacraron a sus habitantes y violaron a muchas jóvenes. Tenía 14 años. “Es una marca triste de por vida, es rencor, yo creo que pude despertar de esa pesadilla hace 7 años y hoy me siento fuerte”, dijo.
La masacre también marcó a Mayerlis Angarita Robles, de 19 años, quien llegó con ayuda humanitaria hasta el pueblo de la mano del padre Rafael Castillo, con la pastoral social de Bolívar.
“Ser testigo de aquella barbarie nos cambió la vida y entendimos que si bien cada una cargaba su propia tragedia, en realidad la tragedia de las mujeres era nacional”, recordó Angarita.
Lo que sufrió la llevó a fundar el colectivo de mujeres Narrar para Vivir que acoge a 830 víctimas de la violencia en 16 municipios. Según ella, no paran de llegar víctimas.
La relación de Jineth Bedoya con El Salado se dio a raíz de su labor como reportera. Así fue su primera visita a este corregimiento. Allí llegó una semana después de que hombres armados al mando de ‘Juancho Dique’ y ‘Diego Vecino’ asesinaran a 66 personas. Para la periodista, se trató de la más terrible de todas las incursiones de los violentos en el país, por la sevicia con la que fueron agredidas las mujeres. Ellas fueron tomadas como botín de guerra.
“Llegamos por Montería y fueron casi cuatro días de subida. Muchos de los cadáveres ya estaban en las fosas comunes”, dijo Bedoya, hoy en su papel de activista por las mujeres, mientras subía, a paso lento, con el sudor cayendo por las mejillas, pero con la certeza y la dignidad en sus ojos.
La masacre de El Salado es apenas la punta del iceberg de la violencia que se tomó a la región de los Montes de María.
“Durante más de cinco años, Rodrigo Mercado Pelufo, alias Cadena, ‘Juancho Dique’ y ‘Diego Vecino’, todos comandantes de las Autodefensas Unidas de Colombia, tramaron un recorrido del terror por varios pueblos de los Montes de María, y a su paso dejaron solo muerte: Las Brisas, El Salado y Chinulito, Macayepo son solo algunos de los pueblos masacrados”, agregó Angarita.
Una placa para no callar
A las 12 en punto arribó la marcha en medio de aplausos de los campesinos que dejaron sus labores cotidianas para asomarse a las cercas de alambre. Un mural pintado con la frase ‘Bienvenidos a El Salado’ recibió a las mujeres, que de inmediato se concentraron en la cancha de fútbol para develar una placa conmemorativa.
Un aguacero repentino se soltó como para calmar la sed de ellas y para bañar el dolor de este pueblo. La lluvia obligó a refugiarse en el quiosco que sirve de punto de encuentro de los pobladores.
Minutos después, y cuando el chubasco se apagó, las sobrevivientes exhibieron la placa, donada por EL TIEMPO. “Hoy las mujeres marchamos por nuestra dignidad. Abrimos camino desde y hacia El Salado. Como lo hemos hecho por décadas, seguiremos guiando nuestros pasos hacia el futuro”, dice, acompañada por la firma de Mujeres de los Montes de María, ‘No es hora de callar’.
Este primer periplo contó con el apoyo de la Gobernación de Bolívar, El Fondo de Justicia Transicional, El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Aviatur, La Organización Internacional para la Migraciones (OIM), gaseosas Postobón y la Alcaldía del Carmen de Bolívar. Además, se sumaron entidades naciones como la Unidad de Víctimas, la Fundación para la Libertad de Prensa (Flip), la Embajada Británica y Colectivos de mujeres de todo el país.
Al finalizar la tarde, las mujeres caminantes y los habitantes del pueblo se reunieron en el polideportivo para escuchar a los cantautores Diana Ángel y César López, acompañantes de la campaña ‘No es hora de callar’.
La jornada cerró al caer la tarde, con uno de los rituales más emblemáticos del campo colombiano: una olla comunitaria.
JOHN MONTAÑO
ENVIADO ESPECIAL DE EL TIEMPO
JOHN MONTAÑO
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