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La historia de violencia que se oculta en el cementerio de Florencia

En la foto, un sepulturero revisa una área donde hay 40 fosas identificadas.

En la foto, un sepulturero revisa una área donde hay 40 fosas identificadas.

Foto:GUILLERMO REINOSO R0DRÍGUEZ / EL TIEMPO

Fiscalía y Medicina Legal buscan al menos 659 cuerpos N.N., inhumados entre el 2000 y el 2010.

La exhumación de lo que se suponía eran los restos de un joven sin identificar que había sido sepultado junto a otro cuerpo, y del cual solo se sabía que la hebilla del cinturón tenía un caballo grabado, fue el primer indicio de lo que se había convertido el cementerio de Florencia: una gran fosa común donde hoy se considera que pueden existir cerca de 1.200 restos humanos en esa condición.
El procedimiento judicial se realizó en febrero del 2010, y el fiscal a cargo y las personas que lo presenciaron se llevaron una sorpresa. En esa tumba, de casi 2 metros de profundidad por 1,90 de largo y que solo estaba identificada por una cruz de madera, no se encontraban dos, sino siete cuerpos.
“Todos parecerían haber sido inhumados apenas algunos meses atrás”, recuerda Magda Tovar, funcionaria de la Diócesis de la ciudad y quien para esa época acababa de ser encargada del plan de mejoramiento del camposanto.
Ese descubrimiento fue confirmado seis años después, en noviembre del año pasado, durante la limpieza de un sector del panteón para permitir la construcción de 680 osarios anunciados por el Ministerio del Interior. Pero en esa labor, que buscaba descartar la posibilidad de que en el terreno se encontraran fosas, descubrieron otra dantesca escena: dentro de un mismo ataúd estaban, en bolsas, los restos de cinco personas.
Tras este último hallazgo, el camposanto, ubicado en el una loma del barrio Circacias, cerca del centro de la ciudad, se convirtió en la muestra palpable de la feroz guerra vivida en esa región del sur del país, y así lo fueron corroborando testimonios rendidos ante la justicia ordinaria, Justicia y Paz y la justicia penal militar, los cuales permitieron a la Fiscalía priorizar la intervención del panteón.
Según la Fiscalía y el Instituto Nacional de Medicina Legal, en el cementerio de esta ciudad, enclavada en las estribaciones de la cordillera Oriental, hay documentados 659 casos de cuerpos sin identificar que fueron inhumados entre el 2000 y el 2010. No obstante, monseñor Omar de Jesús Mejía, jerarca de la Iglesia católica en Caquetá y quien ha acompañado el proceso, calcula que la cifra podría llegar a 1.200. De hecho, en ese lugar existen cuerpos sin identificar desde principios de los 80.
Aunque la intervención del cementerio central comprende apenas una década, las autoridades consideran que los hallazgos en ese terreno de no más de dos hectáreas superan los de Bocas de Satinga, Nariño; Bojayá, Chocó; Cimitarra y Puente Nacional, Santander; Yarumal, Antioquia, y La Plata, Huila, zonas que también sufrieron por el conflicto armado y cuyos camposantos fueron priorizados en el proceso de intervención que comenzó en el 2015, en cumplimiento de los acuerdos de La Habana.
Los restos sin identificar documentados en Florencia corresponden –de acuerdo con la Fiscalía 183, seccional Neiva, que adelanta la intervención– a guerrilleros y paramilitares muertos en enfrentamientos por el dominio del territorio y en combates con la Fuerza Pública. Pero también, a civiles que murieron en medio de esa guerra y por los llamados ‘falsos positivos’.
Según los registros físicos y relatos de familiares de desaparecidos en esa región, los momentos más dramáticos de violencia en Caquetá se vivieron entre el 2002 y el 2005 y en las postrimerías de la década, y de eso dan cuenta los mismos sepultureros, quienes recuerdan que muchas veces se quedaron cortos con las fosas que cavaban.
“Aunque empezamos a madrugar desde las 5 de la mañana e íbamos hasta la noche, no dábamos abasto”, relata Héctor Tovar, quien en el 2008 fue contratado para apoyar a dos ancianos que estaban a cargo de esa labor. Pero no llevaba tres meses cuando, extenuado por las largas jornadas, pidió un aumento de sueldo, y de inmediato le subieron 150.000 pesos.

En una se podían inhumar 7 o 10 cuerpos, lo mínimo fueron 4

Entre los tres obreros alcanzaban a cavar hasta cinco fosas al día, que resultaban insuficientes para el número de fallecidos que llegaban. Por eso decidieron aprovechar al máximo las fosas y sepultar varios cuerpos a la vez. “En una se podían inhumar 7 o 10 cuerpos, lo mínimo fueron 4”, cuenta Tovar, hoy coordinador de sepultureros y quien le dio orden a la recepción de cadáveres, pues hasta ese momento se hacía sin mayores registros.
Este sepulturero creó la planilla que permitió empezar a anotar la hora y la fecha de llegada de cuerpos sin identificar y la entidad que los entregaba. En esos documentos aparece que los también llamados NN eran llevados por miembros del Ejército, el CTI o la Sijín. Y así como en un día podían llegar varios cuerpos, algunos también desaparecían. Familiares o desconocidos ingresaban en la noche al camposanto y saqueaban las fosas. Incluso, personas cercanas a la intervención contaron que en el 2007 insistentemente fueron personas a preguntar por un comandante guerrillero que había muerto en combate, y el cadáver fue llevado a Florencia. “Querían recuperar el cuerpo, pero el problema era encontrar la fosa”, contaron.
Entre todos los cuerpos inhumados en el cementerio, Raquel Sánchez, de 71 años, esperaba que estuviera el de su hijo Carlos Julio, un recolector de café fallecido en abril del 2007. Ella visitó muchas veces el camposanto y la Diócesis con la esperanza de encontrarlo. Pero solo hace más de un año, con ayuda del CICR, logró establecer que no estaba allí, sino en una fosa en la vereda Buenos Aires y que murió al estallársele en las manos una mina antipersona. Los restos se los entregaron el 22 de noviembre.
Y aunque la Diócesis y los trabajadores del cementerio consideran que en ese terreno pueden estar las osamentas de unas 1.200 personas sin identificar, la cifra real solo se conocerá cuando los 17 expertos forenses a cargo de la identificación terminen su labor. De hecho, la Fiscalía ya entregó a Medicina Legal los despojos de 69 personas, de las cuales una fue identificada.
Mientras avanza la intervención del cementerio central, la fosa que permitió advertir lo que había sucedido en Caquetá ya no tiene una cruz de palo, sino un pequeño mojón de concreto marcado con el número 24, y es parte de uno de los cuatro sectores donde el ingreso es restringido y cuya intervención está programada para principios de este año.

Pasos para la identificación de un desaparecido

Una vez es priorizado el cementerio, con base en el número de cuerpos sin identificar que fueron inhumados y cuyas muertes ocurrieron en el marco del conflicto armado, el procedimiento que sigue en la búsqueda es el trabajo en terreno, el cual consta de los siguientes pasos:
Búsqueda de información (documentación) de los cuerpos sin identificar que fueron inhumados.
Recuperación de los cuerpos (exhumación). El proceso lo realiza la Fiscalía, que entrega los restos a Medicina Legal.
Análisis del perfil biológico. Características del cuerpo, lesiones, alteraciones y análisis de carta dental, antropológico y médico.
Identificación del cuerpo. Se toman las muestras genéticas de los restos para luego realizar el cotejo con el ADN de los posibles familiares.
Entrega digna de los restos a la familia. Una vez lograda la identificación plena, los restos son entregados conjuntamente por la Fiscalía y Medicina Legal.

La búsqueda de las personas desaparecidas es un compromiso humano del Estado

100 años tomaría búsqueda de desaparecidos

Desde hace seis años, el Instituto Nacional de Medicina Legal, la Registraduría y el Ministerio del Interior se empeñaron en buscar en los cementerios los cuerpos sin identificar de personas desaparecidas durante el conflicto armado.
El proyecto empezó sobre la base de 22.000 tarjetas de necrodactilia, de las cuales apenas lograron identificar 10.000. Sin embargo, el universo de los también llamados NN puede ser hoy casi diez veces mayor.
Medicina Legal estima que en los camposantos se pueden encontrar cerca de 200.000 cuerpos que nunca fueron identificados y que esta tarea podría tomar al menos 100 años, no solo por el número, sino porque de muchos es poca la información que existe.
Más allá de conocerse que los cadáveres fueron inhumados en determinado cementerio, no hay certeza del lugar exacto donde están, porque no hay registros o estos son insuficientes, por el manejo informal que han tenido los camposantos.
La iniciativa comenzó en las zonas donde se estimaba había un número elevado de cadáveres en condición de no identificados asociados con el conflicto, con la idea de poder identificar y devolver esos restos a sus familias y contribuir así a la reconciliación y a la verdad.
En un principio, esa búsqueda se enfocó en las zonas más afectadas por el conflicto, pero durante los diálogos de paz en La Habana se priorizaron Bojayá, Chocó; Cimitarra y Puente Nacional, Santander; Yarumal, Antioquia, y La Plata, Huila, y por último Florencia, Caquetá. En estas regiones se han recuperado más de 700 cuerpos, de los cuales cerca de 30 ya fueron identificados.
“La búsqueda de las personas desaparecidas es un compromiso humano del Estado, y el Instituto de Medicina Legal se compromete por siempre a utilizar su desarrollo científico en esa búsqueda”, dice Valdés, quien advierte que los cuerpos que se van encontrando no se devuelven a los cementerios, “quedan bajo custodia del instituto”.
En la dispendiosa tarea trabajan directamente la Fiscalía, que luego de ubicar los restos y exhumarlos los entrega a Medicina Legal, entidad que realiza la toma de muestras genéticas y el cotejo de ADN. Sin embargo, esa función será asumida por la recién creada Unidad de Búsqueda de Personas Desaparecidas, con el apoyo científico del instituto, que hoy tiene más de 4.500 perfiles genéticos de cadáveres esqueletizados y más de 30.000 muestras de familiares de personas desaparecidas, pero, aun así, según Valdés, eso “es insuficiente”.
El director de Medicina Legal explica que en la medida en que más personas con familiares desaparecidos donen muestras biológicas, que son enviadas al Banco de Perfiles Genéticos, se realizarán más identificaciones. “Esperamos que con la paz con las Farc y los diálogos con Eln se permita que las familias puedan acercarse y el instituto, recuperar la confianza de la ciudadanía, porque también es cierto que por muchos años el instituto mantuvo silencio sobre ese tema”, agregó Valdés.
GUILLERMO REINOSO 
EL TIEMPO
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