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'Invasión' de ecuatorianos en Ipiales para hacer compras

EL TIEMPO viajó a la frontera y constató la elevada fiebre del comercio gracias a un peso devaluado.

Apenas son las 8 de la mañana, pero una larga fila vehicular obliga a una espera de al menos 40 minutos para cruzar el fronterizo puente de Rumichaca. Es un sábado de un fin de semana cualquiera, pero al menos cuatro mil carros con placas ecuatorianas cruzan lentamente con destino a la ciudad colombiana de Ipiales.
La escena se repite semanalmente desde inicios del año. Ipiales, ciudad del departamento colombiano de Nariño, fronteriza con Tulcán, capital de la provincia ecuatoriana de Carchi, se ha convertido en centro de abastecimiento de los ecuatorianos que se desplazan desde diferentes centros urbanos de su país atraídos por las noticias de los bajos precios con los que se comercializan electrodomésticos, llantas, ropa, calzado y productos de primera necesidad.
Los niveles del comercio binacional en esta división limítrofe ya son históricos. El intercambio de bienes y servicios ocupa a gran parte de los pobladores ipialeños y de las fronterizas ciudades ecuatorianas de Tulcán e Ibarra. El auge comercial, debido a las coyunturas económicas internacionales, ha beneficiado tanto a uno como al otro lado de la frontera.
A finales de 1999, las calles de las citadas urbes ecuatorianas fueron invadidas por compradores colombianos debido a la devaluación del sucre, la moneda ecuatoriana que fue sustituida por el dólar en el año 2000. Los compradores de Nariño llevaban a su país, principalmente, productos de primera necesidad.
Actualmente, una pujante Ipiales, con 120.000 habitantes y una población flotante de 60.000 personas dedicadas al comercio, ha registrado un crecimiento urbanístico cuya muestra estelar se refleja en la construcción del centro comercial Gran Plaza, que congrega en sus instalaciones a importantes marcas colombianas.
Hasta esta ciudad, cada fin de semana, llegan aproximadamente unos 16.000 ecuatorianos, según la Cámara de Comercio de Ipiales, cuya presencia masiva en calles, restaurantes, hoteles y centros comerciales está dejando grandes dividendos para los negocios colombianos.
“Estamos en nuestro cuartico de hora y lo estamos explotando comercialmente lo más que se puede. No sabemos hasta cuándo va a durar”, señala José Luis Pazmiño, propietario de un almacén de lámparas.
Mariela Gómez, dueña de un local de materiales de plásticos y embalajes, dice que el 70 por ciento de sus clientes son ecuatorianos. Sus vecinos cruzan la frontera para comprarle fundas plásticas, hilos y sogas, pero principalmente redes plásticas para frutas porque el ahorro por el cono de 1.000 metros es de, al menos, 15 dólares.
La dinámica comercial se inició a fines del año pasado, cuando comenzó a bajar el precio del petróleo, a revalorizarse el dólar y a devaluarse el peso colombiano.
Además, en marzo pasado, Ecuador aplicó sobretasas a las importaciones. El 5 por ciento, a bienes de capital y materias primas no esenciales; 15 por ciento para bienes de sensibilidad media; 25 por ciento, a neumáticos y cerámica, y el 45 por ciento, para bienes de consumo final, entre los que se incluyen televisores y motocicletas.
“Amigos ecuatorianos, iniciamos la hora loca de…”, se anuncia por el altoparlante de Alkosto, hipermercado que atrae a los clientes desde el ingreso a Colombia con una publicación de 20 páginas donde se ofrecen descuentos hasta del 50 por ciento en muebles, electrodomésticos, vajillas, ropa.
La diferencia cambiaria de casi 3.000 pesos por dólar ofrece ventajas que los ecuatorianos tratan de aprovechar. Un televisor de 50 pulgadas full HD que en Quito, la capital ecuatoriana, cuesta entre 1.600 y 1.700 dólares, en los almacenes colombianos se ofrece en 1.086 dólares, con el añadido de que además es un smartv y 3D. Televisores, lavadoras, refrigeradoras son adquiridas “como en Navidad”.
El precio permite que la ropa interior pueda comprarse a la mitad de precio que en Ecuador, al igual que los zapatos y otras prendas de vestir.
El valor de los teléfonos celulares es entre 100 y 200 dólares menor, así como en otros productos tecnológicos.
Rocío Cumbal, una madre de familia que reside en Ibarra, capital de la provincia de Imbabura, cuenta que viaja a la frontera una vez al mes para abastecerse de productos de primera necesidad.
“Yo llevo aceite, detergentes, café, margarina, papel higiénico, pasta dental, casi todo lo que consumimos en un mes, y ahorro cerca de 100 dólares”, comenta.
Ella, acompañada de su esposo, también aprovecha el viaje para comprar ropa o zapatos para sus tres pequeños hijos.
“Con lo que en Ecuador compro dos pares de zapatos, aquí consigo tres pares, y la calidad es mejor”, asegura.
La compra de llantas no deja de sorprender. Decenas de vehículos con sus llantas lisas esperan el turno en almacenes colombianos para cambiarlas por nuevas. Un juego de llantas puede costar desde 100 hasta 400 dólares menos, dependiendo de marcas y tamaños.
Las llantas Dunlop AT3 265/65R17 valen en Ecuador 323,68 dólares cada una, mientras que en Ipiales se las venden en 476.910 pesos, unos 162 dólares.
Un juego nuevo de llantas vale 50 % menos que en Ecuador.
Juan Arteaga asegura que se ahorró 240 dólares en el cambio de llantas para su camioneta. “Llegué esta mañana con mi familia, nos paseamos, cambié las llantas, llevamos compras y nos ahorramos dinero. Lamentablemente, las políticas en nuestro país han encarecido el costo de vida y buscamos ahorrar algo de dinero, por lo que nos toca dejar la plata en otro país”, señaló.
La presencia de los cambistas de moneda forma parte de la dinámica comercial, aunque la compra con tarjetas de crédito favorece a los ecuatorianos. Mientras el cambio en la calle y casas de cambio está en 2.620 pesos por dólar, en el sistema financiero se paga a más de 2.910 por dólar.
Harold Delgado Guerrero, presidente ejecutivo de la Cámara de Comercio de Ipiales, indica que el boom comercial aumentó con la inauguración del centro comercial Gran Plaza, cuyos almacenes ofrecen atractivas ofertas que son promocionadas dentro de Ecuador.
El representante comercial explica que las restricciones comerciales y las salvaguardias impuestas por Ecuador incrementaron los precios en ese país, y eso, más la devaluación del peso, favorece al comprador ecuatoriano que llega masivamente a Ipiales y a Pasto.
Comenta que el pasado mes de mayo, durante un largo puente feriado en Ecuador, la ciudad recibió aproximadamente 16.000 vehículos y alrededor de 70.000 personas.
Los ecuatorianos frecuentan grandes comercios con productos más baratos que en su país.
Según el dirigente gremial, el 60 por ciento de los consumidores de productos en Ipiales son ecuatorianos, y el microcomercio, que se ha incrementado en un 50 por ciento, ha compensado los efectos negativos para el comercio en gran escala, provocados por las medidas comerciales impuestas por Ecuador.
“Esta ha sido una oportunidad para compensar las pérdidas, aminorar el impacto del desempleo que dejó el cierre de empresas y no paralizar el desarrollo permanente de la ciudad y su actividad económica”, resaltó.
Alegría de unos...
El otro lado de la moneda del boom comercial de Ipiales y Pasto se refleja en la ciudad de Tulcán, en otro momento proveedora de productos y servicios a empresas y ciudadanos colombianos.
Nelson Cano, presidente de la Cámara de Comercio de esa ciudad, señaló que la reducción comercial en el lado ecuatoriano está en al menos un 70 por ciento. Ha cerrado casi el 30 por ciento de los negocios, especialmente distribuidoras de comestibles y almacenes de electrodomésticos, aseguró.
“La situación es muy complicada, y muchos de los habitantes que se dedicaban al comercio han puesto sus casas o locales comerciales en venta con la decisión de mudarse a otros sectores del país”, resaltó, al señalar que están pidiendo ayuda y medidas compensatorias para aminorar el impacto laboral y social que conlleva la situación.
Controles
Por su parte, Ecuador ha incrementado sus controles aduaneros para evitar el ingreso de electrodomésticos de contrabando.
“La gente tiene sus mañas, principalmente para pasar televisores. Los envuelven en cobijas, los ponen detrás de los asientos o bajo otras compras”, dice un policía aduanero que revisa cada uno de los automotores.
Para entrar un televisor por punto de aduana fronteriza se debe pagar un derecho arancelario del 5 por ciento de la factura, un arancel especial por tamaño, el 0,5 por ciento para el Fondo de Desarrollo para la Infancia, el 12 por ciento del Impuesto al Valor Agregado (IVA), 1 por ciento de impuesto y 1,5 dólares por cada kilogramo.
Aun así, el precio final de estos aparatos resulta más económico en Colombia que en Ecuador.
Se han constituido patrullas de carreteras para evitar el paso ilegal de electrodomésticos, pero, a pesar de esto, el flujo comercial va en aumento.
MAGGY AYALA SAMANIEGO
Corresponsal de EL TIEMPO
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