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Alegrías de Adame / Toros

 La esplendorosa tarde de ayer en Manizales amenazaba fenecer ahogada en el descastamiento de los variopintos toros de Santa Bárbara y los yerros estoqueadores de la terna. Pero saltó el quinto, Vigilante, negro, terciado, en el filo inferior del reglamento, con sus 440 kilitos justos. Sus astas finas y su repetida embestida taparon los defectos y sirvieron para que el mexicano Joselito Adame comenzara a voltear la torta. Verónicas y media ganando terreno, buena vara de Ochoa, quite por zapopinas coloridas y coreadas por el público y firmadas con una donosa larga.
El banderillero Hernando Franco empuña los palos y en sus dos viajes le pone una nota de humor a la creciente fiesta, y saluda bajo una estruendosa ovación. Adame, sentado en el estribo, se pasó el toro por las barbas repetidamente, lo condujo a los medios y allí empalmó una tanda corta, que volvió a centrar en sí el entusiasmo colectivo. La banda se sumó al alboroto y la faena transcurrió más por la senda bullidora que clásica. Los naturales fueron trompicados, pero a nadie importó. Volvió la muleta a la derecha, sin decaer la rumba. La estocada fue al encuentro, total y eficaz. La plaza se puso blanca y gritona por petición de orejas, pero don Bernardo Gómez Upegui, hombre serio, dejó el premio en la mitad. Estuvo bien, pese a la bronca de los orejeros.
¿Cómo superar eso? Difícil, sobre todo por la sosería de Jabonero, el sexto. Sin embargo, el paisa Luis Miguel Castrillón tiró clasicismo y de quietud desde las dos primeras largas cambiadas de rodillas, las tandas de verónicas clavadas y a pies juntos. Llevó el toro al caballo por chicuelinas paseadas y, luego de la aplaudida vara de Torres, lo quitó con los mismos lances. Los mejores muletazos de ayer los prodigó él: temple, dibujo y ligazón con pata quieta, e indudablemente los mejores naturales. Sobre todo uno, que valió por todos. Pero el toro tardeaba, no transmitía y le restó pasión a la faena. Por eso la gran estocada, también la de la corrida, no recibió el trofeo merecido.
El caleño Guerrita Chico puso el coraje como su mejor carta frente al peor lote. El público (tres cuartos de plaza) le reconoció su labor con una vuelta al ruedo en el primer turno. Enjundioso con el capote, pero desamparado por la cuadrilla en el brindis del cuarto, volvió al ataque, todo corazón. El animal no quería, pero él sí, buscando pelea. El drama terminó con dos pinchazos, estocada delantera y palmas de gratitud para el cumplidor.
JORGE ARTURO DÍAZ
Especial para EL TIEMPO
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