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Alcalde de Alto Baudó habla de su cautiverio

Guerrilla interrogó y juzgó a Fredys Palacio en su cuativerio. Él le narró a EL TIEMPO lo sucedido.

MEDELLÍN
La idea de morir en la selva, amarrado y vendado se ha esfumado con los días. El alcalde del Alto Baudó, Fredys Palacio, ya no tiene tiempo para pensar en eso, aunque a veces se le pase por la mente.
Ahora lo más importante es ponerse al día con las tareas administrativas del municipio del Chocó. Sabe que los dos meses y medio que estuvo secuestrado por el frente Cimarrón de la guerrilla del Eln generaron un retraso en los proyectos que tiene para su pueblo.
Sentado en una cómoda silla, con su escritorio lleno de papeles y poniéndose al día con lo sucedido mientras estuvo en cautiverio, Palacio pasa las horas.
Se reintegró el pasado 5 de marzo, siete días después de recuperar la libertad, con el pensamiento de sacar a su gente adelante, para demostrarle a los guerrilleros que el juicio ilegal que le hicieron no fue más que un acto inhumano.
El mandatario fue secuestrado el 16 de diciembre del 2014, mientras se movilizaba en una 'panga' entre Pie de Pató y Puerto Melú. Los guerrilleros hicieron disparos al aire, obligándolos a orillarse. Eran 11 hombres armados.
Requisaron a los tripulantes. A Palacio y a su escolta les quitaron las pistolas –la del alcalde tiene salvoconducto– y los separaron del grupo. Lo amarraron y le vendaron los ojos. Al agente de la policía lo dejaron ir.
Cuando cayó la noche, le quitaron las amarras y comenzó un largo camino que duró seis días, hasta llegar al campamento guerrillero, donde habían unos 50 hombres.
El grupo guerrillero le tomó está imagen a Fredys Palacio para demostrar que estaba en su poder. Le hicieron juicio. Archivo particular.
“Unos hombres encapuchados eran los que me interrogaban, no sé si eran los comandantes de ese grupo, pero eran dos paisas y un afro. Me preguntaban que qué estaba haciendo con los recursos, que por qué en el pueblo no había acueducto, salud o escuelas. Les respondía que eso no era mi culpa, que trabajaba con los recursos que tenía. Ellos solo decían que qué bueno sería tener a 10 alcaldes ‘capturados’, como me tenían a mí", recuerda Palacio.
Calla un momento. A su memoria retorna la frustración de esos días en los que, cuando había, comía arroz, lenteja y, cuando había, algo de pescado: “Pensándolo bien, solo en esos interrogatorios podía hablar, de resto me la pasaba aislado encerrado en un cambuche”.
Su cama eran unas hojas. Para protegerse de los mosquitos y bichos le dieron un toldillo remendado y para el frío, una sucia y maloliente cobija. Esas fueron sus pertenencias durante un mes, hasta que le entregaron un radio en el que, de vez en cuando, escuchaba su nombre y la exigencia de su liberación.
Dos semanas después tuvo un libro. Sí, un libro que contemplaba día y noche y que intentaba leer. Era Ursúa, del escritor Wiliam Ospina.
El radio y ese libro fueron compañía. Pero no lo terminó de leer, no porque no quisiera, sino porque sentía que si lo hacía pronto se volvería a sentir solo, pues ningún guerrillero le dirigía la palabra.
“Me sacaban para bañarme o para ir de un lado a otro. Yo trataba de ponerles conversación, pues me gusta hablar. Les preguntaba que de dónde eran, pero ellos solo me decían que de lejos y me daban la espalda”, recuerda.
'El CICR no fue a mi liberación'
La última caminata inició ocho días antes de su liberación. Eran jornadas extenuantes ya que salían a las 3:00 o 4:00 a. m. y paraban en el ocaso.
Pasaron seis días cuando le anunciaron que sería liberado, que ya habían cuadrado las coordenadas con el Comité de la Cruz Roja Internacional (CICR) y que se dirigían a ese sitio. “Yo no podía dormir de la felicidad, era algo que no creía”.
El 28 de febrero llegaron al sitio acordado, Puerto de Luis (Alto Baudó), pero no había nadie del CICR. Pasaron varias horas hasta que se escucharon unos helicópteros. Los guerrilleros pensaron que era la delegación, pero no, eran de la Fuerza Pública, lo que los obligó a esconderse.
Fueron ocho días los que caminó Palacio antes del día de su liberación. El CICR no se presentó, pese a que lo habían acordado con la guerrilla. Archivo particular.
Los subversivos ya no sabían qué hacer por lo que contactaron a sus comandantes, quienes dieron la orden de que lo dejaran con la comunidad indígena.
Sin embargo, ese fue otro padecimiento ya que ni el gobernador lo quería recibir. “Decía que no, porque de pronto otro grupo lo mataba. Me tocó rogarle, suplicarle que me dejara allí, que yo decía que ellos no me habían recibido. No quería volver al secuestro”.
Por fin cedió. Amaneció en una de las casas y al día siguiente fue llevado en una canoa, impulsada solo por remos, hasta la comunidad Divisa Nauca. Allí encontró una venta de minutos de celular y llamó a Pie de Pató, de donde le mandaron a un motorista.
En Chocó hicieron varias manifestaciones para pedir por la libertad del alcalde del Alto Baudó, Fredys Palacio. Archivo particular.
“Yo perdía la esperanza en la selva muchas veces. Siempre pensé que me iban a fusilar porque los grupos armados viven bajo su ley y sus principios, y no entienden los nuestros”, dice.
Fueron semanas sombrías, lúgubres, de noches oscuras. Aún, cuando se acuesta sobre su cama, las recuerda, pero eso, en vez de detenerlo, lo impulsa para seguir trabajando, pese a que la confrontación armada sigue en el Baudó (Alto, Medio y Bajo), donde la semana pasada, según la Defensoría del Pueblo, hubo más de 600 desplazados por combates entre 'los Gaitanistas’ y el Eln.
“La violencia debe vencerse con inversión social, con trabajo juicioso, siguiendo la ética que nos convocó a ser servidores públicos. El futuro está ahí –dice con voz pausada–, espero que la gente me dé la oportunidad de llegar al final del camino”.
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