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Radiografía del Ruiz, un volcán en riesgo de erupción

El cráter Arenas intensificó su actividad y ha dado signos de inestabilidad.

Las constantes emisiones de ceniza que caen en Manizales y Pereira, además de los sismos que en las últimas semanas sacuden de manera leve a los habitantes del Eje Cafetero, resumen la actividad del volcán Nevado del Ruiz que no deja de asustar a la población con su historia eruptiva de 1,8 millones de años.
Y es que desde el 2012 se volvió cotidiano el reporte sobre sismos y caída de ceniza, así como los intermitentes cierres en el aeropuerto La Nubia, en Manizales, por esta situación que pone en riesgo las operaciones aéreas.
A julio de este año ya se habían cancelado 142 vuelos a raíz de ese fenómeno. Según la directora técnica del Servicio Geológico Colombiano, Martha Calvache, “en más de 28 años de estudios de monitoreo del Ruiz, no se había tenido un registro de sismos de esas magnitudes”.
Algunos de los más asustados con la actividad del volcán son los campesinos que viven cerca al cráter. Por ejemplo, Carlos Menjura, con su negocio de comidas al pie de la vía Manizales-Bogotá, en Letras, no para de mirar su mapa de del Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Manizales (OVSM) con las zonas de influencia volcánica, las veredas, los ríos y todo el panorama de la zona. Está alerta a cualquier cambio en el Ruiz.
“A mí sí me han tocado temblores fuertecitos. Yo estoy preparado con mapa porque así digan que no nos tocaría. En las cosas de la naturaleza no se puede confiar”, cuenta Menjura.
Este campesino vive en alturas que pasan los 3.000 metros sobre el nivel del mar, en las zonas sombreadas con amarillo, naranja y rojo del mapa de amenaza volcánica potencial del Nevado del Ruiz, el único cráter en Colombia que en la actualidad emite material a la atmósfera como ceniza y extensas columnas de gases que alcanzan los tres mil metros, sumado a sismos, aunque solo algunos alcancen a percibirse.
Esas manifestaciones, según la directora del OVSM, Gloria Patricia Cortés, son evidencia de que el volcán está en un proceso de inestabilidad.
Ya diez meses se completan con emisión continúa de ceniza, pero la alerta sigue en nivel III o amarilla, que significa cambios en el comportamiento de la actividad volcánica. El 2010 fue el último año en que el cráter Arenas estuvo en alerta verde, es decir que se encontraba estable.
También se volvieron comunes las emisiones de dióxido de azufre (SO2), un compuesto que tiene un tiempo de permanencia en la atmósfera y al mezclarse con el agua lluvia, la hace un poco más ácida, en ocasiones, con olor.
En su mayoría, la tendencia del viento ha sido hacia el occidente del Ruiz, de ahí la presencia de ceniza en Chinchiná (Caldas), además de Santa Rosa, Dosquebradas y Pereira (Risaralda). Cuando la dirección es hacia el noroccidente, las partículas caen en Manizales; si llegara a dirigirse hacia el sur, caería en el Quindío; y al nororiente, en el Tolima. No obstante, la directora del OVSM aclara que este fenómeno “no es un signo inminente de erupción”.
Cuando de fenómenos naturales se trata, “no hay nada milimétrico, matemático. Es relativo y no hay parámetros que muestren el día y la hora exacta en que pueda hacer erupción un volcán. Aún dentro del mismo volcán, todo es distinto”, dice Cortés.
Lo que se está haciendo es ir “al ritmo del volcán”, sin demeritar la importancia de tanta emisión de ceniza “porque de alerta amarilla puede pasar a roja, pero lo que se espera y lo que se ha visto es que primero ocurren cambios antes de las erupciones”, añade.
La erupción
En 19 municipios de Caldas (Manizales, Villamaría, Chinchiná, Palestina y Neira) y Tolima (Herveo, Fresno, Mariquita, Honda, Villahermosa, Casa Bianca, Falan, Palocabildo, Murillo, Líbano, Lérida, Venadillo, Guayabal y Ambalema) están las líneas de influencia de una eventual emergencia, en especial en sus zonas rurales.
Esta podría darse en diferentes niveles dependiendo de cada ubicación, con emisiones de ceniza incandescente (de altas temperaturas) y con lava que derretiría casquetes de hielo del Nevado, los cuales al llegar a ríos como el Gualí, Lagunilla, Azufrado (Tolima), el río Chinchiná (alimentado por la quebrada Nereidas), los ríos Molinos y Agua Clara, generarían avalanchas y un aumento en el flujo de lodo. En ese caso, la atención principal se centraría en poblaciones aledañas a nacimientos de agua que vienen del volcán.
Así sería una erupción tranquila, pero si fuera explosiva, estas características vendrían acompañada de expulsión de material piroclástico (fragmentos de fuego) de grandes proporciones. “La ceniza es el material más fino, menor de dos milímetros. De 2 a 6,4 centímetros se habla de lapilli, que significa piedrita pequeña, y cuando es mayor a 6,4 centímetros, hablamos de bombas y bloques de tamaño métrico”, explica Gloria Cortés.
Las veredas
En Caldas son 95 familias, de 18 veredas, las que viven en zona de influencia del volcán, un aproximado de 367 personas, de acuerdo al censo que en el 2013 adelantó la Cruz Roja seccional, y que “varía mucho por tratarse de una población flotante”, como indica el director de la institución, Juan Camilo Patiño.
A la gente la capacitan sobre la situación del volcán y la ayudan a construir un plan familiar de emergencia. También se establece un contacto telefónico permanente, para conocer si hay hechos anormales.
“Hay gente que lleva muchos años viviendo allá y dicen que los han capacitado pero nunca pasa nada. La población vive muy tranquila, están acostumbrados a vivir con el volcán”, señala Patiño.
Pero sucede que “el mayor peligro no necesariamente está cerca, porque además cuando se pase a una alerta a naranja o roja, estas personas son las primeras en evacuar”, afirma la directora del OVSM y agrega que “esa fue la conclusión que dejó la tragedia de Armero”, donde fallecieron 20 mil personas tras la erupción del volcán en 1985.
“Lo que puede pasar es que la gente viva tranquila pero sin percatarse de que está en la zona de influencia, así sea lejos”, añade Cortés.
Desde hace un mes, las autoridades reactivaron las medidas preventivas dispuestas por el Servicio Geológico Colombiano a través del OVSM, la Unidad Departamental para la Gestión del Riesgo y organismos de socorro de Caldas y Tolima, en caso de un aumento en la actividad.
Gracias a las 109 estaciones que conforman la Red de vigilancia del cráter (con detalles de deformación, geofísicos, geoquímicos y sismológicos), se ha podido determinar cuáles pulsos de los tremores han sido más fuertes y dónde se han localizado.
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