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La odisea de los colombianos que votaron en la frontera

Cierre de la frontera llevó a muchos a arriesgar la vida con tal de llegar a territorio venezolano.

Con maleta en mano, Víctor Mateus llegó el sábado a las 5 p.m. al puente internacional Simón Bolívar dispuesto a quedarse en San Antonio del Táchira y el domingo votar por Capriles, pero un muro de alambres de púas disperso a lo ancho del viaducto y dos vehículos de la Guardia Venezolana se lo impidió.
La romería que vio metros antes de la línea limítrofe le dio un mal presentimiento que más adelante confirmó: habían cerrado la frontera a las 4:00 p.m., dos horas antes de lo previsto, y no había alcanzado a cruzar hacia el vecino país.
Mientras esperaba que alguien le explicara por qué la decisión de la Guardia de atrancar con anticipación, el comerciante colombo-venezolano buscaba la forma de llegar al otro lado del puente, pero todos le decían lo mismo: por las trochas y cruzando el río Táchira, como última opción.
Este domingo, a las 8 a.m., Mateus regresó al puente internacional y parecía que nadie se había movido de allí. Centenares de ciudadanos, colombianos con doble nacionalidad y venezolanos residentes en Norte de Santander, esperaban una supuesta apertura del paso a los peatones, pero eso nunca se dio.
El cansancio y la fuerte temperatura, superior a los 30 grados centígrados, animó a muchos a tomar la última decisión para llegar hacia el otro lado de la frontera a sufragar.
En largas filas, los arriesgados viajeros tomaron la trocha hacia la orilla del caudaloso y crecido río Táchira. Recorrieron cerca de 200 metros, en medio de basureros, olores fétidos, barro, charcos y piedras hasta llegar a la ribera del afluente que sirve de línea limítrofe.
Ahora, lo otro era decidir cómo cruzarlo para llegar a territorio venezolano. Había tres opciones: por su propia cuenta, para lo cual debía despojarse de la ropa, echarla en una bolsa plástica y luchar contra la fuerza del agua hasta alcanzar la otra orilla; pagar 3.000 bolívares fuertes (unos 4.500 pesos) para que alguien lo pasara o cancelar 5.000 bolívares (7.500 pesos) a los dueños de improvisadas balsas.
“Me arriesgaré en los botes, a pesar de haber visto a varias personas que cayeron al agua por la fuerza del río que los arrastró y en otras porque se volteó”, dijo Mateus, segundos antes de subirse a una balsa inflable que lo llevó sin contratiempo, junto a otras seis personas, al otro lado del caudal.
Otros colombianos, en cambio, no tuvieron que hacer esa dura travesía para votar en Venezuela, pues salieron el sábado desde Cúcuta con anticipación y en buses llegaron hacia Ureña y San Antonio, municipios fronterizos, a casas de familiares, amigos, hospedajes y hoteles, que durante el fin de semana estuvieron abarrotados.
Muchos fueron llevados ‘reclutados’ y con todos los gastos pagos por el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), a través de los denominados ‘patrulleros’, que debían hacerse cargo de, al menos diez, para que fueran a votar.
Se cree que estos ‘patrulleros’ acercaron a las urnas entre 1.000 y 2.000 de las aproximadamente 100.000 personas, con cédulas de ambos países, que existen en Norte de Santander.
Con el cierre de la frontera, no todos los habitantes con doble nacionalidad llegaron al vecino país. Otro grupo se quedó para hacerlo en el Consulado de Venezuela en Cúcuta, donde se tuvo un registro de 1.362 personas aptas para votar en tres mesas instaladas. Sin embargo, el cónsul Sergio Arias dijo que el número de votantes disminuyó, porque algunos se marcharon del eje limítrofe buscando otras oportunidades laborales.
ARTURO PEÑALOZA PINZÓN
CORRESPONSAL DE EL TIEMPO
CÚCUTA
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