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Rescatan siete cuerpos de mineros desaparecidos en el Cauca

Ya son diez los muertos en esta tragedia; continúan labores de rescate que ya completan tres días.

Con el rescate de siete cuerpos, asciende a diez el número de víctimas en el sector Agualimpia, en la vereda San Antonio de Santander de Quilichao, donde al menos 16 personas fueron sepultadas el miércoles por un alud en una mina ilegal de oro. (Con perros amaestrados y retroexcavadoras buscan a víctimas en Cauca).
"En la jornada de este sábado hemos logrado llegar a siete cuerpos y recuperarlos. Se trata de cuatro hombres y tres mujeres, pero su identidad ha aún no ha sido determinada", dijo el capitán Víctor Claros, comandante del cuerpo de Bomberos de Santander de Quilichao.
Quienes desde el filo de la montaña observaban las maniobras de rescate de las víctimas se alertaron ante el movimiento de personal del CTI de la Fiscalía, la Policía, el Ejército y socorristas.
Los cuerpos, que fueron hallados a unos 20 metros de profundidad, fueron trasladados a la morgue de Santander de Quilichao donde se determinará su identidad.
En el lugar permanecen unas 15 retroexcavadoras que escarban entre los montículos de tierra donde luego unos 400 socorristas, hombres de la Policía y el Ejército realizan la búsqueda.
La situación obligó a que la retroexcavadora que desde primeras horas realizaba la remoción de tierra suspendiera actividades. Ahora, con pico y pala los socorristas buscan otras víctimas.
Así lo indicó el Director de la Oficina de Gestión del Riesgo, Carlos Iván Márquez, quien precisó que ante la ubicación de los cuerpos de las víctimas pararon las excavaciones con maquinaria.
Márquez calificó como un buen indicio la situación y dijo que las operaciones continuarán  hasta encontrar a todas las personas.
En la mina ilegal de Agualimpia los patrones eran los dueños del predio o los que traían alquiladas las retroexcavadoras. Sus órdenes se cumplían al pie de la letra porque son ellos los que mandan en la cadena que compra el metal, a pocos metros del sitio de trabajo. Pero nadie revela sus identidades. El miedo no es gratuito. El exsecretario de Gobierno de Santander de Quilichao Ricardo Cifuentes afirma haber tenido que irse del municipio por las amenazas que recibió luego de que el 24 de febrero intentó, con 40 policías, retirar a la gente del sector. “La comunidad nos sacó a piedra y palo”, dice.
En la mina Agualimpia, los conductores de las máquinas de carga, algunos de los cuales ganaban salarios de dos millones de pesos mensuales, se encargaban de abrir la senda en la montaña. Luego entraban los llamados barequeros con barras metálicas, platones o bateas para buscar oro.
Normalmente, la mina funcionaba desde las 6 a. m. hasta las 6 p. m., pero cuentan que los mineros atrapados el miércoles aprovecharon que no había vigilancia nocturna para entrar, y fueron sorprendidos por una avalancha de barro a eso de las 10 de la noche.
“En la mina nos habíamos organizado en turnos. Decidimos repartirnos en grupos por tres horas, así cada quien respetaba lo del otro; a veces se metían más, pero la comunidad había aprendido a trabajar en equipo”, asegura Liliana Molina, presidenta de la junta de acción comunal y líder de los barequeros. Sin embargo, anota que la dinámica de la mina era que “si uno necesitaba, pues venía a trabajar, por eso no se debe juzgar a los que vinieron esa noche”.
En la mañana se reanudaron las tareas de búsqueda
La tarea de este sábado comenzó luego de evacuar el agua que se empozó en el sector donde se desarrollan las labores de búsqueda de los otros mineros en el sector de 'Agualimpia', en la vereda San Antonio de Santander de Quilichao (Cauca), socorristas y operarios de las 15 retroexcavadoras que permanecen en el lugar reanudaron las maniobras de rescate.
El hedor que se desprende en el lugar les ha dado la esperanza a los socorristas de haber llegado al lugar donde estarían estas personas, que en la noche del miércoles fueron sorprendidas por el alud de las montañas que se forman cuando las retroexcavadora abren camino para que los barequeros busquen oro en la ribera del río Quinamayó. (Cinco miembros de una misma familia entre los mineros atrapados).
Víctor Claros, comandante del cuerpo de bomberos voluntarios de Santander de Quilichao, dijo que las retroexcavadoras están en la remoción de la tierra y la operación avanza de manera positiva. "Tenemos la esperanza de que podamos encontrar resultados pronto, pues esto no es fácil. Se está alargando mucho y las familias de las víctimas están sufriendo mucho, como es mucho el esfuerzo de los organismos de socorro por fortuna hay mucha compenetración con los cuerpos de socorro de la Policía y el Ejército para que así sea", dijo el socorrista.
Las maniobras se realizan mientras familiares y allegados de las víctimas esperan en el filo de la montaña noticias de los suyos en el tercer día operaciones, que hasta ahora han resultado infructuosas.
Entre tanto, el alcalde de Santander de Quilichao, Luis Eduardo Grijalba, dijo que ante la magnitud de la tragedia fue declarada la calamidad pública a fin de contar con recursos que se requieren para continuar con las labores de rescate.
Jairo Carabalí, familiar de al menos cinco de los desaparecidos, indicó que a medida que pasan las horas crece el drama en la familia, donde quedan nueve niños sin sus padres.
Las labores de remoción no se detendrán, dijo el capitán Claros, quien precisó que los indicios hallados por los perros entrenados apuntan a que se encuentren resultados positivos. En el lugar permanecen unos 400 socorristas.
Medio centenar de minas
Agualimpia es tan solo una del medio centenar de minas ilegales que se han abierto en la cuenca del río Quinamayó y que han cambiado dramáticamente el antiguo valle por montones de barro. La explotación, a cielo abierto, se concentra en cuatro puntos a lo largo de la ribera del río, en los que hay entre 10 y 14 puestos de compra de oro. “Ellos vienen de otros lugares, en especial de Buenaventura y Antioquia, a donde se llevan el oro. Acá no quedan regalías”, dice un funcionario local.
La historia de la minería intensiva en el norte caucano tiene un par de años. Los pobladores de las fincas del corregimiento de San Antonio, en Santander de Quilichao, se fueron tras negociar sus predios con quienes se presentaron como empresarios.
El resultado: el paisaje verde de árboles frutales se ha convertido en un panorama gris y desolador. Y ahora no solo hay minas, sino asentamientos subnormales, así como restaurantes, ventas ambulantes y tabernas. Las autoridades también reportan drogadicción y prostitución.
El gobernador del Cauca, Temístocles Ortega, dijo que hay grupos poderosos y un Estado ineficiente que no ha evitado que se arrase con el medioambiente. El vicepresidente Angelino Garzón sostiene que a este negocio “se le debe detener a las buenas o a las malas, porque de nada sirve tener oro, carbón o petróleo si se acaban las fuentes hídricas o el ecosistema”.
Pero los alcances del problema parecen ser muy complejos, como lo explica el ambientalista Jaime Acosta: “La invasión se produjo en junio del 2012, detrás de esto están las bandas criminales y el Gobierno lo sabe; incluso, las instituciones, incluida la Policía, han vivido de la cuota que les dan para que puedan pasar las máquinas”, asegura.
Frente a esto, Luis Eduardo Grijalba, alcalde de Santander de Quilichao, sostiene: “Hemos tratado de frenar la minería ilegal pero la gente no quiere que se vaya su fuente de empleo, lo cual me parece un contrasentido porque la población vivía mejor antes”.
No es la primera vez
Agualimpia es la mina más grande de la zona. Se calcula que tiene unos 100 metros de largo por 50 de ancho y casi 40 metros de profundidad. Según informes del Cuerpo Técnico de Investigación, representa un riesgo mayor para la población que las minas de Zaragoza, en Buenaventura (Valle), donde también se ha registrado una veintena de muertes en unos tres años.
“En Agualimpia ha muerto gente desde hace un año y sus cuerpos todavía no han sido encontrados. Es tal la falta de seguridad que en ocasiones se caen piedras desde arriba y golpean a los mineros”, afirmó Arnoldo Gruesso, comandante del cuerpo de Bomberos Voluntarios de Santander de Quilichao.
Pero esto nunca ha detenido la fiebre de oro en la zona, dados los importantes dividendos que genera. Por ejemplo, un barequero puede ganarse entre 800.000 y un millón de pesos a la semana. Y en un día de suerte, extraer hasta 100 gramos, lo que significa obtener unos siete millones de pesos. Pero no es un trabajo fácil, como lo afirma un habitante de San Antonio: “Es mucha la tierra que hay que mover y el agua que tiene que correr para obtener un solo gramo”.
MIGUEL ÁNGEL ESPINOSA
Enviado especial de EL TIEMPO
SANTANDER DE QUILICHAO (CAUCA)
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