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Las voces del tango vibran en el Málaga

Después de 59 años el lugar sigue atrayendo a amantes del género musical gaucho.

DAFNA VÁSQUEZ
Ese lugar en el que la tertulia de bohemia se hace alrededor del tango, una copa de licor o una taza de café todavía existe.
El Salón Málaga se detuvo en el tiempo, y es la representación viva de los bares tangueros en los años 40 y 50 de Medellín.
Y en la actualidad, continúa con sus aportes a la cultura, la tradición y el patrimonio, por eso es un lugar obligado para visitar y más por estos días, en el marco del X Festival Internacional de Tango, en donde se reúnen los mayores exponentes del género y van al lugar personas que llevan años visitándolo de manera frecuente.
De hecho, este domingo, a las 3:00 p. m., van a estar reunidos en ese sitio coleccionistas de Antioquia, Pereira, Bucaramanga, Cali, Bogotá, entre otras ciudades del país, para intercambiar discos y argumentos musicales para quienes gusten de la música.
Como Oscar Toro, un cliente de toda la vida, que cuando ese Salón quedaba en la calle Maturín con Abejorral, hace más o menos 59 años, aún era menor de edad. Pero su condición no era impedimento para estar en el Málaga, ubicado en el centro de la ciudad.
Parado en la puerta, mientras se tomaba una gaseosa, pedía desde afuera que le pusieran en la rocola tres canciones por 20 pesos.
Las tardes se le hacían cortas al ritmo de Armando Moreno, Oscar La Roca, Pepe Aguirre y Carlos Gardel.
“…Tú eres la vida, la vida dulce, llena de encantos y lucidez; tú me sostienes y me conduces hacia la cumbre de tu altivez. Tú eres constancia, yo soy paciencia; tú eres ternura, yo soy piedad. Tú representas la independencia, yo simbolizo la libertad...”
Esas y otras frases de Gardel cargadas de sentimentalismo, fueron las que lo enamoraron de ese género musical, las que lo hicieron quedarse por más de cuatro horas de pie al lado de ese bar.
“Sin embargo, veces tenía suerte. Gustavo Arteaga, el dueño, decía que me hiciera en el mostrador, donde nadie me viera, para que me sentara y me tomara una cerveza Clarita”, cuenta Toro.
Casi seis décadas más tarde, las cosas siguen igual. Arteaga, con una colección de más de 7.000 discos en 78 revoluciones por minuto, todavía es quien programa la música. Los visitantes frecuentes, amantes del bolero o el tango son los mismos, solo que ahora tienen el cabello más blanco que antes.
Lo único distinto es la ubicación del lugar, pues desde hace 46 años tuvo que cambiarse a la carrera Bolívar entre las calles Amador y Maturín.
De acuerdo con Cesar Arteaga, hijo de Gustavo, al Salón van todo tipo de personas, desde expresidentes hasta personas comunes y corrientes.
“El Málaga es el sueño de mi padre, es un lugar en donde todos son iguales, es un sitio para estar en una mesa tertuliando, reflexionando o escuchando. Acá hay un montón de tesoros vivos llenos de conocimientos musicales”, asegura.
Incluso, desde hace 10 años, cada martes a las 9:30 a. m. se realiza la tertulia ‘Amigos Salón Málaga’. El número de asistentes a esa reunión semanal, liderada por el exciclista Honorio Rúa, alcanza hasta 70 personas.
Y así como ese grupo de visitantes, está el de los miércoles con los médicos jubilados o la de todos los jueves a las que asisten algunos magistrados.
De esas tertulias también participa el periodista Oscar Peláez, aficionado a la música. Desde hace más de 40 años va al Málaga una o dos veces por mes, porque desde entonces “hay una camaradería extraordinaria, se ve la gente charlando, cantando o bailando”, expresa.
Por su parte, Toro no falta cada viernes, no desde afuera como en otrora sino sentado en una mesa y charlando con unos amigos.
Una veces hablando de tangos o de su colección de más de 2.000 discos y otras de política, amores o desamores. Eso sí, dice el hombre, “siempre situados en la época de la Medellín de antes”.
DAFNA VÁSQUEZ
Para EL TIEMPO
DAFNA VÁSQUEZ
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