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Tratan de detener erosión en el Urabá

Las celdas experimentales han generado cinco centímetros de playa.

El mar se come todos los días un pedazo de playa en el corregimiento de Zapata, municipio de Necoclí, en el Urabá antioqueño. A solo 91 kilómetros de este caserío, en el sector de Espiga de Vaca, en el municipio de Turbo, el avance de la pleamar ha puesto en peligro las instalaciones de la Armada Nacional.
En estos dos puntos del mar caribe ya queda poca arena o grava, y las rocas se han ido debilitando por el continuo golpe de las olas y la sal que las corroe de a poco.
Según la directora de la Corporación para el Desarrollo Sostenible del Urabá (Corpourabá), Vanessa Paredes, las condiciones naturales de erosión fueron aceleradas por intervenciones humanas, como la desviación del río Turbo, la extracción intensiva de materiales de playa y el manejo inadecuado de las aguas lluvias y residuales.
Para contrarrestar esta problemática, el Departamento de Ciencias de la Tierra de la Universidad Eafit, en asocio con Corpourabá, diseñaron celdas experimentales, construidas con material rocoso de alta densidad, que apilaron de forma paralela a la línea de costa en esos dos puntos.
Para Iván Correa, director del área de Ciencias del Mar de la Universidad Eafit, el objetivo de estas estructuras es interrumpir el paso de la arena y retener los sedimentos que permiten conservar parte de la estabilidad del terreno y fortalecer, de paso, los ecosistemas costeros.
“Son diseños simples, a título de experimentos para proteger los sectores. Costaron poco y se construyeron rápido. Pensamos que si veíamos que la construcción de esas defensas no servían, las podíamos desbaratar”, aseguró el investigador.
Sin embargo, los resultados del experimento –explicó la directora de Corpourabá– han generado muy buenos resultados, pues después de 5 y 8 meses de haber sido ubicada la infraestructura, los investigadores de la universidad Eafit y los funcionarios de Corpourabá han comenzado a observar material de playa en esos lugares.
“Hemos hecho las medidas y ya son cinco metros de playa nuevos. En lugares donde el proceso erosivo era acelerado y se había comido la arena, ahora esta se ha generado naturalmente por los sedimentos del mar”, agregó la directora de Corpourabá.
La problemática
Frente a la falta de recursos –aseguró Paredes– las familias del litoral sacan la arena de la playa para construir con ella sus hogares.
“Cuando el material es extraído de la playa hay un desajuste de los sedimentos contiguos. Así que cuando el agua no encuentra material para arrastrar y golpea, pega directamente a los acantilados y las casas, lo que ocasiona erosión”, dijo Correa.
De la paulatina devastación de los asientos de greda o barro, siguió la caída de los árboles y, por último, el deterioro de las casas contiguas al litoral, que tuvieron que ser trasladadas debido a la cada vez más cercana marea, que amenazaba con llevarse sus cimientos.
“Cuando el mar se traga definitivamente las playas y los manglares, y estos pasan a ser terrenos inundados de fondo marino, se ve afectado el potencial económico de estos lugares como destino turístico y estas se hacen más vulnerables a la energía del oleaje”, señaló el investigador.
A su vez, todos estos factores afectan a los organismos que habitan los ecosistemas marinos, como moluscos, bivalvos y cangrejos, lo que provoca un dado considerable en el medio ambiente.
Por eso, de continuar los buenos resultados, el experimento sería implementado en otros puntos problemáticos como Punta Rey, en el municipio de Arboletes, en donde las pérdidas de terrenos suman más de 4.5 kilómetros cuadrados y la erosión alcanzó tasas máximas de hasta 40 metros por año.
PAOLA MORALES ESCOBAR
Redactora de EL TIEMPO
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