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Empleadas domésticas piden justicia y respeto

El Foro reunió a organizaciones de trabajadoras del hogar de 10 países latinoamericanos.

Un día, después de muchos intentos, decidió escaparse. Tenía 17 años y desde los 11 había trabajado en una casa de familia como empleada doméstica, sin un sueldo, seguridad social o, por lo menos, respeto y consideración.
Ese día María Ernestina Ochoa no aguantó más, empacó lo poco que tenía y se fue a vivir a la casa de una amiga. En ese momento aún no era consciente de todas las injusticias de las que había sido víctima, pero sí se sentía humillada y herida en su amor propio.
“Por ahí a los 20 años comencé a abrir los ojos, cuando trabajaba con un italiano. Él me dijo que por qué yo no hacía parte de un sindicato y me llevó a la organización de trabajadoras, donde comencé a empaparme de este mundo y a luchar por mejorar las condiciones de todos”, cuenta Ernestina.
Ella y otras 70 mujeres estuvieron en el Foro Latinoamericano y del Caribe sobre el Trabajo Doméstico, que finalizó ayer en la ciudad.
Allí, en ese espacio de deliberación y análisis, historias como la de Ernestina fueron contadas una y otras vez. La discriminación laboral, la injusticia y el maltrato son el común denominador del empleo doméstico.
Según las estadísticas de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el 90 por ciento del trabajo doméstico lo realizan mujeres, y en su mayor parte, al no estar incorporado al mercado de trabajo y no estar económicamente remunerado, no tiene la consideración legal de empleo.
Por eso, para Marcelina Bautista, líder sindical de México, la unión y cooperación entre el gremio es primordial para modificar las leyes y normas, lograr cambios sociales y culturales que propicien el respeto de los derechos de las mujeres y hombres que se dedican a esta labor.
Marcelina, de apenas 1,40 metros de altura, habla fuerte, con la convicción de que los paradigmas de iniquidad y discriminación laboral deben ser destruidos, para que la democracia y las leyes sean la guía de los sistemas políticos modernos.
“Lo primero es que nosotras mismas valoremos nuestro trabajo, que nos convenzamos de que somos mujeres dignas. Con este propósito hace unos años creamos el sindicato, para que no solo exijamos nuestros derechos sino que también nos sintamos orgullosas de lo que hacemos”, dice Marcelina.
Ella fue una de las mujeres que asistió en 1988 al Primer Encuentro Latinoamericano de Trabajadoras del Hogar, que se llevó a cabo en Bogotá y que contó con la participación de mujeres de 11 países.Allí crearon la Confederación Latinoamericana y del Caribe de Trabajadoras del Hogar.
Ella, que vivió violencias y atropellos, le sorprende que aún sigan dándose situaciones como el acoso sexual del jefe a la empleada, la prohibición de comer en la misma vajilla que la familia o la restricción del consumo de algunos alimentos, además de la grosería, la falta de consideración, largas jornadas laborales y sueldos paupérrimos.
“Mi mayor preocupación es que en toda Latinoamérica aún hay niñas y jóvenes que trabajan en casas de familia. Esa fue la mi misma situación por la que pasé. El problema es que el trabajar desde pequeñas limita a las mujeres, pues la priva de disfrutar de su niñez y segundo, no puede estudiar o aspirar a trabajar en otra área”, dice Marcelina.
Los empleadores
Al Foro también asistió Marcela Azuera, la representante y creadora de la organización Hogar justo Hogar de México, un espacio para empleadores que buscan ser interlocutores y promover los derechos de las empleadas domésticas.
“Nuestro objetivo es ir sensibilizando y creando conciencia sobre las condiciones de trabajo justo. También trabajamos de la mano con las autoridades, con los diputados y gobernantes, que pueden incidir en el cambio de las leyes y normas”, cuenta Marcela.
Sin embargo, Marcela señala que lo más importante de su trabajo es lograr que los ciudadanos se concienticen sobre los derechos de las trabajadoras domésticas y su importancia en la sociedad. Por eso van a colegios, universidades, empresas e instituciones a dictar talleres o dar charlas sobre este tema.
Para ella, lo que hay que cambiar son las lógicas sociales, pues “no hubo nadie que nos enseñara a ser empleadores o que pusiera las reglas.
Por eso siempre hubo una persona trabajando bajo las condiciones de los patrones, que dictaban lo que era justo o injusto”, dice Marcela.
Tanto Marcela, como Marcelina y María Hernestina creen en que el trabajo que realizan las trabajadoras del hogar debe ser reivindicado socialmente para que los ciudadanos comiencen a generar acciones positivas, de cumplimiento y aplicación de las normas que velan por sus derechos.
PAOLA MORALES ESCOBAR
inemor@eltiempo.com - @paoletras
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