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Medellín

El zapatero, un oficio en extinción

A pesar de su edad, no tiene ninguna dificultad a la hora de enhebrar su maquina de pedal para iniciar las labores de costura en el calzado.

A pesar de su edad, no tiene ninguna dificultad a la hora de enhebrar su maquina de pedal para iniciar las labores de costura en el calzado.

Foto:Esneyder Gutiérrez/EL TIEMPO

Una de las frases preferidas de Jorge León Cañas es: "Zapatero a tu zapato".

Redacción El Tiempo
Jorge León Cañas dice que es un zapatero fracasado. Y lo asegura porque actualmente atraviesa por unas malas condiciones económicas atribuidas, en primer lugar, a que cada vez son menos los clientes que acuden a que les fabriquen zapatos nuevos.
Pero, también, confiesa que se debe a los errores que cometió en el pasado reciente con el mal manejo del dinero y el consumo desbordado de licor.
Sin embargo, nunca ha estado sin zapatos. Él, desde que nació, hace 69 años, ha tenido los zapatos no solo en los pies sino también en las manos.
Jorge León aprendió el oficio de sus padres, pioneros en la fabricación de calzado en la ciudad. “Mi madre trabajaba el calzado desde que yo estaba en el vientre, por eso antes de nacer ya tenía experiencia”, dice con orgullo.
El modelado es el diseño que llevarán los zapatos y el corte es de las diferentes piezas. / Foto: Esneyder Gutiérrez.

El modelado es el diseño que llevarán los zapatos y el corte es de las diferentes piezas. / Foto: Esneyder Gutiérrez.

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La zapatería, a través del tiempo, ha tenido grandes transformaciones desde su diseño, uso y comercialización.
Jorge recuerda, por ejemplo, que antes se usaba almidón de yuca como pegante, cueros de gran calidad, la popular suela hecha a mano que permitía fabricar productos que duraban, pero hoy son reemplazados por sintéticos que acortan el tiempo de uso.
El zapatero, que se rememora siempre desempeñando la misma ocupación, vive en un rincón de un parqueadero del barrio Los Colores gracias a un familiar que le ayudó con un espacio, sin costo, para que trabaje allí.
La única maquinaria que tiene para hacer los zapatos es una de pedal antigua, marca Superior, que hace 16 años una señora de buen corazón le entregó al ver su deseo de retomar la actividad que había dejado para irse a vivir a las calles. En ellas pasó cuatro años.
La señora le dio la maquinaria por 60.000 pesos con la condición de que la pagara a cuotas y arreglos de zapatería que necesitaba.
Las hormas plásticas son las diferentes tallas, en el pasado eran de madera. Ellas constituyen la base de la fabricación. / Foto: Esneyder Gutiérrez/EL TIEMPO.

Las hormas plásticas son las diferentes tallas, en el pasado eran de madera. Ellas constituyen la base de la fabricación. / Foto: Esneyder Gutiérrez/EL TIEMPO.

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Además de la máquina, para su trabajo utiliza tachuelas, un martillo, un corta frío, hormas con las diferentes tallas y un alicate.
Esta última herramienta, dada su habilidad y experiencia, le reemplaza las pinzas indispensables para armar el zapato, pero que en una crisis económica tuvo que empeñarlas. “Las dejé perder en una de las casas de préstamos del centro”, explica.
Un carro antiguo, que permanece en el parqueadero, se convirtió en su vivienda mientras logra comprarse una cama para descansar. / Foto: Esneyder Gutiérrez.

Un carro antiguo, que permanece en el parqueadero, se convirtió en su vivienda mientras logra comprarse una cama para descansar. / Foto: Esneyder Gutiérrez.

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En el presente únicamente puede hacer entre dos o tres docenas de zapatos artesanales a la semana. No fabrica más porque que trabaja solo y le toca realizar las tres labores necesarias para la fabricación: el modelado, el guarnecido y la soldadura, paso final y el más importante ya que en ese punto se le da la forma y estética al calzado.
Es la labor en la que sus padres se especializaron durante su vida. Cuando logra vender sus creaciones, en el mercado informal de la ciudad, recibe entre 30.000 y 60.000 pesos por par. Sacando el costo de los insumos le pueden quedar 20.000 pesos.
ESNEYDER GUTIÉRREZ
Para EL TIEMPO
Redacción El Tiempo
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