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El primer diciembre sin el 'rey de la parranda', Joaquín Bedoya

Grabó más de 40 discos. Amigos le atribuyen su éxito a que aplicó un doble sentido fino.

Tener el dedo del corazón de la mano derecha vendado, por un accidente en un molino, no fue impedimento para que Joaquín Bedoya grabara El Si… da, en 1985. Tenía turno en Discos Victoria y era ineludible. “Casi no punteo esa vaina”, le narró alguna vez a Mauricio Bedoya, uno de sus cuatro hijos.
El requinto que usó en esa ocasión adorna la sala de los Bedoya Gómez desde el pasado 21 noviembre, cuando falleció en horas de la tarde. Padeció durante tres meses un cáncer del pulmón que lo tomó por sorpresa, al igual que su éxito musical cuando apenas cumplía 20 años.
Pasó su infancia en Frontino, occidente de Antioquia, donde nació el 10 de febrero de 1943. La violencia política obligó a su familia a desplazarse a Bello. Sus hermanos mayores, que trabajaban en Fabricato, lo matricularon en el colegio de la Universidad Pontificia Bolivariana. En total eran ocho, seis hombres y dos mujeres. Él era el menor.
“Sus otros hermanos, José y Agustín, tenían conjuntos musicales. Componían paseos inspirados en Guillermo Buitrago. Cuando José salía Joaquín tomaba prestado el requinto. Muchas veces dañó cuerdas. Luego de algunos regaños, José empezó a enseñarle”, afirmó Miguel Montoya, ‘Ratón’, compositor de Lamento del pasajero (1977) grabado por Los Raros, integrado por José Muñoz y Bedoya: Tengamos paciencia hermanos/ para que no fuimos ricos...
Alberto Burgos, experto en música popular, afirmó que una noche a José, ‘el cantor de los diciembres’, lo estaban esperando sus músicos en la casa, entre ellos Muñoz, porque tenían una presentación. De pronto, Joaquín empezó a tocar el requinto y ellos pensaron que ya había llegado el líder. Luego de escucharlo lo invitaron y viajó con ellos para cumplir el contrato.
“Después de esa improvisada aparición Muñoz presentó a Joaquín ante Otoniel Cardona, dueño de Victoria, y en cuestión de días grabó su primera canción El Espanto (1963), escrito por Muñoz. Años después empezó a cantar sus propias canciones y se convirtió en el ‘rey de la parranda’. Decían que los Bedoya afinaban sus requintos como una lira”, expresó Burgos.
El bloguero Fabio Ortiz, recopilador musical, escribió que Bedoya le contó que lo primero que grabó fue El entierro (1962), en el sello Discos La Rosa, de Medellín, pero no alcanzó a salir al mercado porque por esos días el propietario de esa empresa falleció.
Con la composición Colgué la guitarra (1969), marcó su picardía fina: Yo mejor voy a colgar la guitarra/ la vida está muy cara y tengo mucho barrigón / ya por la noche le digo a mi mujer/ no me moleste mija y voltéese pal rincón/ ya tengo ganas de comprar otra cama pa’ no dormir con ella y evitar la tentación/. Ella me dice/ si cuelgas la guitarra/ yo consigo un costeño que tenga un guitarrón/.
“Su regla de oro era aplicar bien el doble sentido, porque, según él, ahí estaba el veneno. Nunca dijo una palabra soez en sus canciones. Incluso, cuando hace dos décadas algunos empezaron a vender más porque las mencionaban, él se abstuvo. Buitrago dejó el ritmo y acá le pusieron la picardía. Decía que su música no podía ofender a nadie, y menos a una mujer”, recordó Mauricio, que le compuso Ojo con eso (2001).
“En realidad uno no dice la grosería, el que está oyendo el disco es el que le pone la malicia”, dijo el fallecido cantautor en una entrevista para EL TIEMPO en junio de 2012.
Después vino El analfabeta (1975), pero su gloria llegó con Aguadiente pa’l chofer (1977). En la carátula del LP se ve todo el conjunto sobre el platón de una camioneta, mientras una despampanante chica en chor y botines, sentada sobre una llanta, le ofrece un trago al conductor, Joaquín: “Y también otros confunden/ y eso a mí que me choca/ a una pelota negra con una negra en… aguardiente pa’l chofer”.
Luego vino La dulce toma (1978): “Y vos muy confiado las estás visitando/ y tripas de sapo ellas te están dando/ mi novia y mi suegra me están enyerbando/ para que a las dos yo les siga mercando/.
Como sus melodías eran de temporada en el tiempo ‘frío’ trabajaba cortando acetatos en Discos Victoria, la misma empresa que en 1992 le otorgó un Disco de Oro por sus 30 años de trayectoria. Él siempre lo exhibía con orgullo en su casa, en Envigado.
Según Burgos el ‘maestro’ grabó cerca de 50 discos en otras casas o sellos como Fuentes, Metrópoli, Ceida (Codiscos), Musart, Sonolux e Industria Nacional del Sonido. Se tiene un registro aproximado de 133 canciones, entre estas las que hizo con Miguel Montoya en ‘Los misteriosos’.
Bedoya tenía cinco requintos, con sonoridad diferente. Sus composiciones no se limitaron al género ‘parrandero’.
También suya es la letra de La Juventud, que interpretó Jairo Paternina con el Combo de las Estrellas, y otras tropicales que fueron exitosas en México, de donde aún le llegan regalías a la familia.
Aunque siempre ponía como condición que en sus giras estuviera su esposa, María Edilma Gómez, ella siempre le reprochó su ausencia en casa en una época de mucho alcohol. Como reacción le compuso Esta bueno ya (deja de rabiar mi amor...) Eran primos y se conocieron un 24 de diciembre. Cuando se casaron, hace medio siglo, ella tenía 18 y él 20 años.
Este es uno de los cinco requintos que usó Joaquín Bedoya durante sus 52 años de carrera.
Mauricio, el penúltimo de sus hijos, afirmó que a su papá le gustaba quedarse en las afueras de Discos Victoria, en la avenida Guayabal, tomando ‘aguardientico’. En los conciertos también le daban mucho licor; la música y la época lo propiciaban.
“Gildardo Montoya llegaba a nuestra casa con su acordeón, en Villa Hermosa, bebía aguardiente con mi papá, componían y se reían toda la noche. Luego llegaba más gente y se armaba la fiesta. Dejó el licor hace varios lustros por un pre coma diabético”, afirmó Bedoya, hijo.
Por su parte ‘Ratón’, que le hizo varios coros a Bedoya, expresó dolor por la partida de su amigo y lamentó que cuando este dejó el licor se apegó al cigarrillo. Él lo acompañó en enero pasado a realizar, en Santa fe de Antioquia, los videos de El corbata gastador (1974) y El farol borracho (1975). Este último de autoría de Gildardo Montoya.
Los videos serán publicados en los próximos días junto con una canción que dejó empezada. Sus hijos la encontraron en una pequeña hoja y sin coros unos días después de su muerte.
Otros éxitos fueron Las trova de Yarumal (1980), La bicicleta de Lola (1989), Las veteranas (1989), El cacique Mocorongo, ¡Uy! que tarrao, Las putierrez (1993) y El enredo (1994): Mi mujer es hoy mi abuela por ser madre de mi madre/ esto es un tremendo lío/ desenrede si es capaz/.
También ‘pegó’ en las emisoras Las dos camisas: “Mamá me lavó la negra, /mamá me lavó la blanca, /me lavó las dos camisas, /lavó la blanca y la negra/.
En 1996, un año después de ser inaugurado el Metro, grabó con Los raros la canción Vamos a metriar: Una vez yo me monté/ en el Metro con Vergara/ pero eso no era un metro/ era más que una pulgada/.
“Siempre tenía un chiste y no le gustaba que me pusiera ropa oscura. Le encantaba grabar películas, ver televisión, escuchar la radio y hacer crucigramas. Aparentaba ser serio, pero luego de unos instantes entraba en confianza. Hace dos años lo contrataron en una discoteca en Llano Grande y cuando entró y vio que todos eran jóvenes me dijo: –Mija, acá nos van a tirar tomate–. Pero cuando empezó a cantar Échele agua a la sopa (1999) todos lo acompañaron y bailaron. Su música unió generaciones”, recordó Gómez.
Este fue el último gran éxito de su carrera. La pegajosa melodía: Mija/ échele más agua la sopa/ porque vienen a almorzar Agustín con Juan Gabriel/ y Ana con sus 30 hijos y con su esposo Manuel/.
Esta fue incluida por la Gobernación de Antioquia entre las 10 canciones más emblemáticas del folclor paisa el año pasado, en el Bicentenario.
En una entrevista en Hora 13 Noticias, el año pasado Bedoya dijo que esa canción surgió una vez que fue a un ‘paseo de olla’ y había alguien haciendo un sancocho en una ‘ollita’ para tres personas, “y se le fue acercando una cantidad de amigos y amigas, eso ya habían como 500 ahí, entonces yo me imaginé y dije: (se ríe) este cómo va a hacer para darle ‘almuercito’ a toda esa cantidad (ríe más)”.
“Tenía la virtud de escribir y componer de forma simultánea. Esa canción la escribió una mañana y el mismo día la grabamos. Menciona a varios de sus compañeros de trabajo. Después de eso hubo otras canciones, pero no tuvieron presencia en radio. El componía para los campesinos y cuando los veía en sus presentaciones cantaba más del tiempo establecido”, afirmó Bedoya, hijo.
Su agenda era intensa entre octubre y enero, por eso nunca se pudo concretar su presentación en Estados Unidos, donde una colonia de paisas lo pedía. Su único concierto internacional fue en Nicaragua. Cuando lo llamaron pensó que se era una broma.
Para artistas como Horacio Grisales, ‘El boquiabierto’, autor de De Santa Elena (2001), Bedoya marcó la ruta para las nuevas generaciones: “Empecé a hacer parranda inspirado en él. Luego cumplí el sueño de que grabáramos Trovas con despecho, llenas de malicia paisa, pero sin vulgaridad. Por eso fue el más grande”.
Héctor Arboleda, exalcalde de Itagüí y amigo por cuatro décadas de Bedoya, expresó que este “interpretó en su música las costumbres regionales; siempre será un ícono del diciembre paisa. Su forma magistral de tocar el requinto y su voz nasal enamoraron a los antioqueños y a la gente del centro del país”.
Previa autorización de la familia del músico, Arboleda les pidió a unos amigos y a Grisales que a la salida de las exequias, en el atrio de la parroquia de Envigado, le dieran una serenata parrandera. Una multitud lamentó la partida del ‘maestro’ y coreó sus canciones.
Esa tarde las lágrimas fueron disipadas por el requinto, las guitarras, el bongó, la campana de mano y el bajo. Su última presentación fue el 21 de diciembre de 2013 en Amagá (Suroeste), pues ese año sus dolencias no le habían permitido iniciar la correría.
Su familia coincide en que, aunque guardan luto, no se pondrán nostálgicos cuando, por estos días, suenen sus canciones. Quieren que todos sus seguidores disfruten con su música esta Navidad, la época en la que Bedoya siempre será el rey.
ÓSCAR ANDRÉS SÁNCHEZ A.
Corresponsal EL TIEMPO
MEDELLÍN
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