Cuando Alejandro Montes era niño jugaba fútbol descalzo con balones de bolsas de arroz y papel periódico elaborados con sus propias manos, goleaba en porterías hechas de palos y piedras en una lejana vereda de Nechí, en el Bajo Cauca antioqueño. Ahora, a sus 18 años, se alista para debutar en la Sub 20 del River Plate, uno de los clubes más importantes de Argentina.
El joven se formó en el Club Deportivo Semillas de Vida y Paz, una iniciativa que comenzó hace una década en el barrio El Salado de la comuna 13 (San Javier) de Medellín para quitarle niños al conflicto urbano.
El Salado fue epicentro de combates entre las Farc, el Eln y los paramilitares que se disputaron el territorio desde los años 90 hasta octubre de 2002, cuando el Ejército y la Policía realizaron la Operación Orión para expulsar al último bastión de las guerrillas urbanas de la ciudad.
Este ha sido uno de los sectores más violentos de Medellín, también el más olvidado, con pocos escenarios deportivos y oportunidades para jóvenes, que ven como una opción es unirse a los ‘combos’ para sobrevivir. Por ello, iniciativas como Semillas y Paz logran alejar a muchos niños de esa guerra urbana, de las drogas, la delincuencia y el vandalismo.
El creador y entrenador del club, Willington Cano, explica que hace 36 años vive en San Javier, donde fue testigo de muchos vejámenes por parte de grupos armados. Entonces, quiso brindar una alternativa para los jóvenes, donde la educación y el deporte fueran claves.
Para empezar este proyecto, el profesor dejó su carrera futbolística de 25 años, tras jugar en equipos como el Atlético Nacional, el Deportivo Independiente Medellín, el Atlético Bello, y en Costa Rica. “Comencé este proyecto social y me enamoré. La convicción fue muy clara, brindar alternativas a los niños para que pudieran construir sueños, aprender sobre valores, disciplina y fútbol”, dice el profesor.
En el 2008 adecuó una cancha en un terreno abandonado y le quitó la maleza para que los muchachos entrenaran. Esa cancha hoy es de arenilla y más pequeña que una tradicional, aún así, de allí han salido jóvenes muy talentosos como Alejandro, quien llegó a San Javier a los 15 años persiguiendo un sueño: ser futbolista profesional.
En Nechí no había una cancha deportiva ni un equipo de fútbol para practicar, sabía que si se quedaba, su camino era ser minero como su papá, quien todos los días arriesga su vida en las profundas minas de oro del Bajo Cauca.
Una tía, que vivía en la comuna 13, le habló del club por primera vez y lo animó para que dejara su pueblo y se presentara a una convocatoria para los niños del barrio. Se enfrentó solo a una ciudad como Medellín y se preparó para jugar. Willington lo observó y vio su talento, entonces decidió pulirlo con fuertes entrenamientos.
Alejandro tuvo sus primeros guayos de fútbol a los 15 años, cuando entró al club. “Jugaba descalzo o con los zapatos del colegio, pero siempre con pasión. Mi mamá me compró unos guayos Maracaná de 25.000 pesos y yo era feliz con ellos”, recuerda
Ojalá muchas personas vengan al barrio a ver la transformación y el talento de los jóvenes. El club es un trabajo serio, que lleva 10 años
.Él entrenaba todas las tardes de los lunes, martes, miércoles y jueves, ocho horas a la semana, después de clases. En diciembre pasado se graduó del grado 11 y por esos mismos días le hicieron la propuesta de irse para Argentina. Luego de que Jamel Ramos, exfutbolista colombiano lo viera jugar en un partido.
“Alejandro tiene una capacidad goleadora increíble, por eso busqué a Jamel Ramos, de Proargentina, para que viera su talento, después de conocerlo, le dio la oportunidad de saltar del barrio al River Plate”, narra el profesor.
Semillas de Vida y Paz no solo ayuda a cumplir sueños como el de Alejandro, sino también a pacificar y visibilizar un barrio que históricamente ha sido violento y es poco conocido en el país. Incluso por el resto de Medellín, si han escuchado a hablar de él es por ese paso de las guerrillas y paramilitares.
La meta del profe es que sea conocido por el fútbol, por ello, anima a sus muchachos, el año pasado fueron campeones en la Liga antioqueña de fútbol en la categoría 17 y de allí han salido jugadores que hoy están en equipos colombianos: Franky López Pino, de la Sub 20 de Millonarios; Dayro Mosquera, del Itagüí Leones; Juan Fernando Asprilla, del América de Cali; Sebastián Tabares, del Once Caldas; Diego Armando Grisales, de Fortaleza y Johan Manuel Rivas, de la Sub 20 del Club Atlético Nacional.
“Ojalá muchas personas vengan al barrio a ver la transformación y el talento de los jóvenes. El club es un trabajo serio, que lleva 10 años, entrenamos y jugamos con ganas y esfuerzo que se recompensa con sueños cumplidos de jóvenes de escasos recursos económicos”, agrega el profe.
Alejandro está a días de cumplir su sueño, llegar a un estadio grande como el Monumental y terminar de formarse en la Sub 20 del River Plate con la ilusión de representar al país y jugar en la selección Colombia, al igual que Juan Pablo Ángel, Radamel Falcao y Mario Alberto Yépes, quienes también se formaron en el millonario argentino y hoy son referentes del fútbol colombiano.
DEICY JOHANA PAREJA M.
Redactora de EL TIEMPO
En Twitter: @Johapareja
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