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Diputados, una herida que duele como el primer día

Tras nueve años del asesinato de los 11 diputados, familias llamaron a Farc a que cuenten la verdad.

CALI
De camuflado llegó el grupo hasta el sitio donde sesionaban los diputados y los sacaron del recinto. Unos momentos después se escuchó el sonido de disparos.
Fue en la tarima del Teatro Estudio de Telepacífico en el montaje que Incolballet realizó en homenaje a los diputados del Valle asesinados hace nueve años. Hubo silencio general y más de uno no pudo evitar el llanto al recordar a sus seres queridos.
Nueve años después el dolor es el mismo, como el de ese 11 de abril de 2002 cuando 12 diputados del Valle fueron secuestrados en el recinto de la Asamblea en Cali, y como hace nueve años cuando 11 de ellos fueron asesinados estando en poder de las Farc.
La incertidumbre sigue y familiares y amigos de los diputados se reunieron para exigir que se les diga lo que ocurrió el 18 de junio del 2007 cuando esa guerrilla confirmó la muerte de 11 de los diputados.
El único sobreviviente es Sigifredo López, quien en el momento del fuego cruzado, al que las Farc atribuyen los trágicos hechos, se encontraba separado del grupo. Ayer también exigió conocer la verdad.
El evento se realizó en Telepacífico. Ahí estuvieron Juan Carlos Garcés Rojas, presidente de la Asamblea; Dilian Francisco Toro, gobernadora del Valle, Alan Jara, director de la Unidad para las Víctimas; Roy Barrera, presidente del Senado; Manuel Torres, presidente de la Asociación de Paz; monseñor Darío de Jesús Monsalve, arzobispo de Cali y Víctor León, invitado guatemalteco.
La jornada llevó el nombre de ‘Homenaje a la democracia: nueve años sin los diputados del Valle. Por la verdad y la no repetición’. El proceso de paz que se realiza en La Habana, fue eje central. El clamor es que no se repitan actos como el que acabó con la vida de los 11 diputados.
“La última herida que sangra en Latinoamérica es la de Colombia, tenemos una oportunidad única en la historia de poner fin a un conflicto de más de 50 años. Lamentamos pérdidas como las de los diputados, así como el sufrimiento de ocho millones de personas”, dijo Roy Barreras.
Fabiola Perdomo, esposa de Juan Carlos Narváez, en ese entonces presidente de la Asamblea, dijo que no exigen reparaciones económicas, sino la verdad de los hechos de ese día. “Queremos saber qué pasó ese 18 de junio, tanto los familiares de los desaparecidos como Sigifredo, lo necesitamos por nosotros, por él y por la tranquilidad de su familia. Pedimos a las Farc para que cuenten la verdad de los hechos y avanzar en el perdón”, dijo.
Para Alan Jara, secuestrado entre el 2001 y el 2009, los acuerdos de paz tienen un punto a su favor y es que nunca se ha dejado de hablar de las víctimas.
“Tenemos un proceso que piensa reparar a ocho millones de personas, hecho que no tiene precedentes y que no se deje de hablar de las víctimas” dijo.
Víctor León, manifestó que el proceso del perdón -como en el conflicto armado en Guatemala que llegó a su fin hace 20 años- es largo y hay que aplicar leyes para la construcción de una nueva sociedad.
“La resiliencia nos permite fortalecer nuestras debilidades, es una capacidad de la que no somos ajenos y con la que se llega a crecer. En mi país, se removieron algunas heridas debido a personas que aún no son condenadas, es algo que el Gobierno no descuida”, dijo León Gemmell.
Hoy, a las 9:30 a.m., será el acto simbólico en la Asamblea del Valle. Se leerá una Declaratoria Pública que exigirá la verdad sobre lo ocurrido.
“Se debe construir un camino de reconciliación, actos como estos no deben ocurrir nunca más. Debemos emprender la tarea de cerrar las heridas”, expresó el arzobispo de Cali. 
El dolor de la familia del policía Carlos Alberto Cendales
Solo la muerte le pudo dar el descanso en febrero de este año a doña Jael Zúñiga. Su corazón fue desgarrado por el sufrimiento y el dolor desde hace década y media.
Uno de sus hijos, el subintendente de Policía Carlos Alberto Cendales, fue la primera víctima del secuestro de los 12 diputados del Valle.
Fue asesinado por las Farc en aquella mañana del 11 de abril de 2002, cuando el centro de Cali se paralizó por el plagio de media Asamblea.
Desde entonces, doña Jael vivió en agonía, sin lograr ningún alivio que esperaba con alguna palabra de la guerrilla, luego de que una hermana del policía envió una carta a La Habana, donde el Gobierno y las Farc adelantan los diálogos para poner fin al conflicto.
Pero doña Jael solo tuvo por respuesta que la guerrilla sí había recibido la misiva y que luego se pronunciaría, pero nunca fue así. Doña Jael esperaba una muestra de sentimiento para romper ese silencio que le siguió desgarrando el corazón.
La señora murió el 15 de febrero pasado debido a quebrantos de salud, sin entender por qué esos guerrilleros, que a plena luz del día simularon ser miembros del Ejército cuando se tomaron la Asamblea, en uno de los baños del edificio, le propinaron a su hijo varias puñaladas y luego dos disparos. Luego sacaron a los diputados en una buseta de vidrios oscuros.
La familia se enteró por la necropsia de que Carlos Alberto no solo fue degollado. Además de los disparos, su cuerpo presentó heridas por arma blanca en la espalda y en la cabeza.
Doña Jael casi se enloquece cuando supo la muerte de su hijo y así lo había comentado 18 meses después del secuestro en un homenaje al policía Cendales con una placa -quizás el único que la familia ha recibido-, y que promovió la diputada de la época María Luisa Obonaga en el viejo edificio patrimonial. La plaza de la misma Asamblea también fue bautizada con el nombre de Carlos Alberto Cendales.
Allí, también estuvieron la esposa de Carlos Alberto, junto a la hija de ambos y que hoy tiene 16 años. La familia recibió en ese entonces cinco millones de pesos como un aporte de la Asamblea.
Después solo vino el silencio de la sociedad, y los demás hermanos y doña Jael recordaban a Carlos Alberto en homilías con amigos y allegados.
El 17 de abril de 2009, el Juzgado Primero Administrativo del Circuito de Cali declaró responsable administrativamente a la Nación (Ministerio de Defensa y Policía) por los daños y los perjuicios causados a la familia Cendales. Esta sentencia fue apelada por el Estado, pero el Tribunal Contencioso Administrativo la ratificó el 31 de marzo de 2011, obligando a la Nación a pagarles una indemnización a los Cendales.
El fallo cuestionó por qué el día del secuestro, la Asamblea del Valle solo estaba custodiada por tres policías, dos hombres, entre ellos, Carlos Alberto, y una agente que estaba embarazada. Así mismo, meses antes, los mismos diputados habían clamado a la Policía por más seguridad en el recinto.
Al igual que las familias de los diputados, los Cendales piden a las Farc dar muestras de algún sentimiento por estos crímenes.
En Facebook, la hermana de Carlos Alberto dice: “Que bueno sería que las Farc ahora que están haciendo pedagogía en nuestros pueblos, veredas, corregimientos, donde un día hicieron tanto daño, también recibieran pedagogía espiritual, para ver si están dispuestos a cambiar esos corazones de piedra…”.
Agrega: “Ojalá esta vez sean sinceros sus deseos de paz, recordando siempre que la paz que Dios conceda a nuestros corazones será la verdadera paz, esa misma paz que vi reflejada en el rostro de mi maravillosa madre, el pasado 15 de febrero, cuando descansó de tanto sufrimiento como el que el 11 de abril de 2002 le dejaron las Farc con el brutal asesinato de su amado Carlos Alberto Cendales Zúñiga, en pleno centro de nuestra ciudad de Cali”.
Ese 11 abril fueron secuestrados Rufino Varela, Carlos Barragán, Jairo Javier Hoyos Salcedo, Alberto Quintero Herrera, Juan Carlos Narváez, Édinson Pérez, Nacianceno Orozco, Carlos Charry, Francisco Giraldo, Ramiro Echeverry, Héctor Arismendi y Sigifredo López. Los primeros 11 fueron sacrificados el 18 de junio de 2007.
Carlos Alberto era caleño y tenía 27 años. Estudió en el colegio Intenalco Américas. Había ingresado a la Policía en 1993 y tres años después, a la Policía Metropolitana de Cali.
Estuvo en Bogotá, en la Policía Aeroportuaria, y fue integrante de la Sipol por tres años. Por esta preparación en inteligencia sospechó que esa mañana del 11 de abril de 2002, la alerta por una bomba era falsa.
Ese dolor por la muerte de un hijo marcó a doña Jael, quien siempre dijo que su pérdida le removió el alma y las enfermedades. Ahora, como lo reconoce su familia, para ella terminó este sufrimiento, pero con la tristeza de no haber recibido una palabra pidiendo perdón de parte de la guerrilla.
La prensa se vistió de luto en medio del secuestro masivo
Hace 14 años, el día que secuestraron a los diputados, un equipo de RCN Televisión seguía la ruta por donde se los llevaron. En el cubrimiento de los hechos se internaron por la vereda de Peñas Blancas, en el corregimiento de Pichindé. Pero en el camino encontraron la muerte.
El camarógrafo Héctor Sandoval Muñoz, de 33 años, alcanzó a grabar una columna de guerrilleros de las Farc que huía de la persecución de los soldados.
El masivo secuestro desencadenó un gran despliegue militar, por tierra y aire se perseguía a los guerrilleros, y todo ese día hubo enfrentamientos.
Pero el vehículo en que se movilizaba el equipo de RCN fue impactado. El conductor Walter López, de 39 años, murió en el sitio.
Fue alcanzado por los proyectiles mientras conducía el auto que transportaba al camarógrafo y a la periodista Luz Estella Arroyave, quien salió ilesa.
Trabajaba para RCN desde hacía ocho años y desde hacía seis meses manejaba el vehículo. Estaba casado y tenía dos hijos.
El camarógrafo Sandoval resultó herido en una pierna. Algunos periodistas que llegaron al sitio lo auxiliaron pero debieron esperar hasta que se calmaran los combates.
Al caer la tarde lo trasladaron al Hospital Universitario. Sandoval llegó con vida a Cali, pero había perdido mucha sangre. Le amputaron la pierna y en la madrugada del día siguiente murió.
Dejó un hijo que hoy tiene 18 años y quien vive con su abuela Orfa Muñoz, en Palmira.
“Ella no ha podido dejarlo ir. Mantiene su pieza igual, como cuando él vivía y le arma el pesebre. Conserva una pancarta con su foto, la que llevaba a las marchas por los diputados”, cuenta su hermano Luis Carlos Sandoval.
“Es muy duro, en especial en su cumpleaños y Navidad. Uno nunca se acostumbra”, comenta. El camarógrafo era el menor de cuatro hermanos.
“Pienso que fueron dos muertes que se hubieran podido evitar. No debieron estar allí en ese momento. Quiero aprovechar esta ocasión para pedirles a los periodistas mesura en sus acciones. No pueden meterse en medio del conflicto a exponer sus vidas”, dijo, en su momento, el comandante del Ejército, general Jorge Mora Rangel.
'Estuve durante el secuestro en la Asamblea'
El abogado Diego Gentil Vélez estaba con el diputado Francisco Javier Giraldo, esa mañana del 11 de abril de 2002. Ambos se habían citado a eso de las 9:00 de la mañana en la oficina del asambleísta. El abogado era uno de los asesores de Giraldo hasta que una hora después, la secretaria irrumpió, diciendo que el Ejército había llegado a la Asamblea y que la estaban evacuando.
“Decían que había un artefacto explosivo. La gente salió. Hubo quienes entraron en pánico, mientras quienes parecían del Ejército, algunos con perros pastor alemán, seguían diciéndole a la gente que saliera. El otro agente de policía que con Carlos Alberto Cendales vigilaba la Asamblea, ayudó también a sacar a las personas. En el primer piso siempre permanecía la policía que estaba embarazada. Todos creímos que había una bomba y nos asustamos.
“Bajamos la escaleras y me llamó la atención de que vi a una señora que ya había visto días antes en la Asamblea. Estaba grabando con una cámara. A ella la solía ver en la Asamblea y la gente pensaba que era periodista, pero al parecer, no lo era. Habría sido de la guerrilla.
“Seguimos hacia el primer piso. Hacia la entrada y al salir, uno de los uniformados le dijo a Francisco Javier que esperara. Que lo llevarían a una buseta para sacarlo a un sitio seguro.
“Lo último que Francisco Javier me dijo era que él se iba en la buseta y que hablábamos más tarde. En la puerta estaban algunos diputados ”.
El abogado Gentil Vélez era amigo del asambleísta porque ambos estudiaron Derecho en la Universidad de San Buenaventura, de Cali.
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