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'Mejor morir como mujer que vivir con el cuerpo de un hombre'

En cirugías y procedimientos, las mujeres trans sufren mayores riesgos.

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Una aguja gruesa de vacunar caballos, aceite de cocina, de avión o parafina líquida. Un cuarto solitario o la compañía de la mejor amiga. El torso desnudo, decisión para los punzones alrededor de la tetilla y el apoyo de una pared para hacer presión y empujar el líquido. El cuerpo extraño empieza a entrar al cuerpo. Dolor y sudor intenso.
Luego vienen los masajes moldeadores para que el tórax tome la forma de un seno, y la aplicación de vendas por unos días para que se mantengan esos contornos y volúmenes.
En esas extremas condiciones se han hecho trans ─mujeres con el cuerpo de hombre, como se definen─ procedimientos estéticos para feminizar su cuerpo.
Es parte de la realidad que ha palpado a diario Pedro Julio Pardo Castañeda estos 10 años en la dirección ejecutiva de Santamaría Fundación, desde donde se promueve la autodeterminación de mujeres trans para el ejercicio de su ciudadanía plena, el respeto y garantía de sus derechos humanos y acceso a los servicios del Estado, en especial de salud,
“Son sustancias abrasivas, extrañas al cuerpo, en poco tiempo los efectos se reflejan en la piel, se forman brotes grandes, el aceite a veces llega al torrente sanguíneo, se produce embolia cerebral o pulmonar y sobreviene un evento cardiorespiratorio”, dice Pardo.
Y es que las trans son consideradas, por sus asociaciones, como el eslabón más débil y desprotegido en el tema de las cirugías y procedimientos para mejorar la imagen o por aspectos reconstructivos.
“Casi siempre se hace en situaciones desventajosas en términos de higiene, calidad y conocimiento. No son profesionales”, dice un facultativo.
En el barrio Alfonso López cuentan cómo una trans buscaba, cuchillo en mano, a otra porque lo que le había aplicado en los glúteos le había causado infección. “Debió perderse porque la iba a matar”, comenta un tendero.
Algunos médicos o esteticistas prefieren atender a las trans a deshoras o de noche para que no haya algún rechazo en su clientela. Es una consecuencia de un entorno adverso que viene desde la misma familia, donde para la mayoría se produce el primer rechazo.
En no pocos casos deben dejar la casa y queda suspendida su escolaridad. Pero no se trata solo de estética.
“La mujer trans por hacer servicio sexual, si no tiene senos gana menos, con ellas mejora sus ingresos”, dice otra.
Pero más que esto, es su identidad, sentirse como mujeres. Por su condición se les cierran las oportunidades laborales y sin una profesión se milita más su espacio. Pardo, quien se reconoce trans y habla ‘desde dentro’, dice que el 21 por ciento de ellas ejerce peluquería y estética y un 78 por ciento la prostitución.
Son actividades que generan pocos ingresos. Así se limita el acceso a un centro con especialistas, que minimicen los riesgos.
Pardo dice que no hay apoyo institucional ni oferta, y ante esto acuden a lo que es más cercano.
“Hay un Estado que se resiste a reconocer ese libre desarrollo de personalidad, nos obliga y nos trata como varones, desde la cédula con nombre de hombre. No hay respuesta relacionada con terapia hormonal o procesos con transformaciones corporales.
Las nenas se ven obligadas a lo que tienen a la mano, cercano: la historia de una compañera que se la hizo, esta de otra y es una cadena, referentes socioculturales”, dice.
“Yo me puse silicona. La compre en 'X' droguería o tal sitio de productos químicos y fulanita me la inyectó o me la puse. La silicona me costó 500.000 y me puse las tetas y me las hizo una amiga: son las conversaciones. Esto es una bola de nieve en relación a las aplicaciones porque no hay una oferta institucional”, dice.
Reconocen los riesgos, pero los asumen. ‘Prefiero morir como mujer, que vivir como hombre’, es la frase que hace tendencia entre ellas, para resaltar la necesidad y deseo de feminizar un cuerpo que ha sido tratado como masculino.
Este riesgo, sumado a enfermedades de transmisión sexual y la violencia hacen que las expectativas de vida sean apenas de 35 años, según la experiencia en Santamaría Fundación.
“Es muy terrible lo que les está pasando a las compañeras, pero es tanto el deseo de querer ver un cuerpo femenino que asumimos cualquier cosa”, agrega.
Y pese a todo el trabajo de sensibilización no han faltado las agresiones de particulares o policías.
Karla, otra de ellas, dice que cuando se presentan las dolencias por esas aplicaciones, también hay frenos en el acceso a salud. “Si para la población, en general, la atención es difícil por un sistema que solo tiene en cuenta el interés privado, para nosotras es crítico: usted se lo buscó. Usted es un hombre, para qué se puso en esas. Son las palabras comunes”, expresa.
Desvelos por una cirugía
Luisa es una joven trans de 26 años y maneja un grupo de unas 15, de 18 años en adelante, y que no superan los 30. Opera un videochat a través del cual hacen contactos con personas del país y el exterior.
“El primer anhelo, el sueño, es la cola. La mayoría buscamos un lugar casero. Cuando empecé tenía un nivel de vida normal, no trabajaba y eso me hacía buscar un lugar más económico. Una amiga me recomendó a otra que me cobró un millón de pesos por el Biogel. Gracias a Dios no he tenido inconveniente”, relata.
Manifiesta que los riesgos son muchos y varias de sus amigas han muerto, pero a veces no se asocia con estos procedimientos.
Y a esto se suma la intolerancia, los gritos en las calles y hasta la agresión. “Es muy difícil que entiendan que uno no es hombre”, recalca.
Más de un drama por 'autoformularse'
Pedro Pardo dice que las jóvenes trans en labores de prostitución tienen que vivir de su cuerpo y los hombres demandan volúmenes y formas. “Se impone el 90-60-90 y las chicas que no respondan a eso, no van a tener una clientela que les permita su sustento”. Advierte. Los senos, además de afianzar su identidad, son una posibilidad sociolaboral.
“Una mujer uterovaginal que desarrolle una actividad académica, profesional, por su formación va a recibir mejor salario. Las tetas para las trans son como su especialización, su magíster”, dice.
Pardo dice que en Santamaría fundación se reúnen cada semana. “Si en una sesión asisten 42 chicas, por lo menos 35 tienen alguna transformación y de estas apenas unas 10 acudieron a una clínica bajo la dirección de un especialista. El resto se autoformuló, una amiga le hizo el procedimiento”, cuenta.
Fundación en honor a Paula
El 21 de mayo de 2004 murió María Paula Santamaría, tras ser remitida al San Juan de Dios al HUV. Un año después se constituye la Fundación.
El primer interés fue la atención en salud y amplió su objetivo.
“En este grupo nos autodefinimos como mujeres trans, que es un término sombrilla que cobija cuatro identidades: transformistas, los que eventualmente construimos una expresión de género femenina; travesti, que de manera permanente asumen una construcción identificaría sin transformar su cuerpo; transgénero, que asumen una identidad permanente transformando su cuerpo.
Estos tres conservan su sexo. Y transexuales que sienten o quieren tener una apariencia físico genital distinta con la que nacieron, cambian de sexo tras cirugía”, explica.
Fundación se enfocó en atención a infecciones de transmisión sexual, en concreto VIH, sida; transformaciones corporales y la tercera terapia de reemplazo hormonal.
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