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Una mirada a la violencia en los 'barrios de negros'

Parte de la población afro es señalada de cometer delitos. Ellos se declaran agredidos por su color.

Contra lo que podría creerse, en Bogotá hay fronteras invisibles similares a las de Medellín y Cali, donde se hacen ‘respetar’ los territorios hasta con la vida. La diferencia entre ellas es que en la capital el color de la piel motiva el conflicto.
Por temor a ser agredidos, en las localidades de Suba, San Cristóbal, Rafael Uribe Uribe, Bosa, Ciudad Bolívar, Engativá y Kennedy –aunque de forma menos crítica que en las regiones de Antioquia y Valle del Cauca– muchos se abstienen de cruzar los que han sido señalados como ‘barrios de negros’.
Encontrarse con personas de este color de piel –en su mayoría provenientes de la costa pacífica y la costa atlántica– reunidos en las esquinas de los barrios es el principal motivo para desviar el rumbo. “No entro a las cuadras llenas de negros desde que vi cómo planeaban atracar a una muchacha que acababa de bajarse del bus en Bosa. Querían encerrarla, asustarla y robarle entre todos. Alcancé a avisarle”, recordó un hombre que pidió la reserva de su nombre.
El miedo y la frustración reinan en los 10 barrios de Bogotá en los que se concentra el mayor número de afros. Según l a Dirección de Equidad y Políticas Poblacionales de la Secretaría de Planeación Distrital, de las más de 110.000 personas de color que actualmente residen en Bogotá –una cifra bastante menor que la real, según expertos–, el 80 por ciento se concentra en ocho de las 19 localidades de la ciudad. “Son localidades con alta conflictividad (y) agresiones interétnicas”, describió Rudesindo Castro, exdirector de Asuntos Étnicos del Distrito.
Para quienes residen en esas zonas, el panorama es sombrío. “Uno tiene que andar a la defensiva porque ellos (afros) lo cogen contra la pared y lo atacan; le roban todo lo que lleva”, dijo una vecina del noroccidente de Bogotá.
Incluso, hay quienes optan, en medio de la zozobra, por no prestarles servicio de transporte público. “Después de las 8 p. m. no los recojo; si voy por esos ‘barrios de negros’, prefiero pasar de largo. Son peleoneros, no pagan la carrera y hasta me terminan rompiendo los vidrios o sacando cuchillo”, dijo un conductor de taxi.
Otro agregó: “Así no vayan a atracar al taxista, quieren pagar lo que creen que vale la carrera”.
Para los afrocolombianos que han llegado a la ciudad –muchos buscando oportunidades laborales para mejorar su calidad de vida y otros por desplazamiento forzado–, ellos son las verdaderas víctimas.
La violenta muerte del valluno Jimmy Pontón es un ejemplo. Falleció luego de haber sido herido con arma blanca en el barrio El Claret, en Rafael Uribe Uribe.
La razón del crimen, según familiares y amigos, fue que a quien lo apuñaló “no le gustan los negros (...); por ser negro lo mataron”, dijeron.
“Nos toca vivir abusos y matoneo. No nos alquilan por ser negros (ver ‘Se arrienda, pero no a negro’), porque somos de familias numerosas; llegamos a Bogotá solo a engrosar los cordones de miseria”, concluyó Virgelina Chará, coordinadora de la Asociación para el Desarrollo Integral de la Mujer, la Juventud y la Infancia, que trabaja, entre otros, con víctimas de desplazamiento y familias de desaparecidos.
‘Se arrienda, pero no a negro’
Estos eran los avisos de arriendo que se exhibían en barrios de Suba y Rafael Uribe Uribe. La razón, según los propietarios de las viviendas, era que estaban cansados de que llegaran más de 10 afros a ocupar las casas, luego de haberles arrendado a 4 o 5, y de que incumplieran con las normas de convivencia. En El Rincón, también de Suba, 52 vecinos se quejaron ante la alcaldía local, la Policía y la Administración Distrital por el comportamiento de los grupos afro en el 2011.
“Los negros están matando y atracando a los blancos”, dijeron para ese entonces.
Y aunque los líderes de la comunidad afro aseguraban que los señalamientos estaban basados exclusivamente en su color de piel, hay quienes sostienen que el panorama no ha cambiado. “Siguen siendo conflictivos. A mí me da miedo cruzármelos. Cuando pasan por el lado de uno, y van fumando, le echan el humo en la cara; esto se llenó de negros que no respetan nada ni a nadie”, dijo una afectada.
¿Cómo solucionar los conflictos?
Expertos en asuntos étnicos coinciden en que una de las principales razones de estos conflictos –para algunos sinónimo de segregación– es el desconocimiento de la presencia e incidencia de los afros en Bogotá. “Es un problema de intolerancia y estigmatización contra ellos; la información que se tiene sobre la población es mínima”, explicó Andrés Mesa, investigador del Instituto Colombiano de Antropología e Historia.
Jaime Arocha, antropólogo e investigador del Centro de Estudios Sociales de la Universidad Nacional, considera que la educación es definitiva para solucionar el conflicto. “Hay una justificación sistemática que viene de siglos. Desmontar eso es un gran proyecto educativo; no solo de la escuela, debe involucrar a Iglesia y medios de comunicación”, señaló.
LISA FERNANDA GARCÍA Y ALEJANDRA P. SERRANO GUZMÁN
aleser@eltiempo.com, lisgar@eltiempo.comRedacción MI ZONA EL TIEMPO
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