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Niños mantienen tradición por las corralejas en Ponedera, Atlántico

Aunque este fueron prohibidas por la Alcaldía, los menores siguen armando el redondel con madera.

“Aquí fue donde me jodió el toro”, dice con orgullo Félix José Lobo Cruz al levantarse la camisa y mostrar con orgullo el rayón que en su espalda le dejó la cornada recibida en la corraleja que él organizó con un grupo de pelaos del pueblo.
El muchacho, flaco que apenas cumplió los 20 años, es toda una celebridad en Ponedera, pueblo caluroso del oriente del Atlántico, por ser en el precursor de que no se pierda la tradición de las corralejas aquí, en donde tradicionalmente se celebran entre el primero y el 4 de febrero, con motivo de la fiestas patronales de la Virgen de la Candelaria.
Pero este año fueron suspendidas. El alcalde, Hernando Manotas, no quiso entrar en la discusión desatada en el país a raíz de los últimos desmanes y episodios lamentables ocurridos en pueblos como Turbaco (Bolívar) y en Buenavista (Sucre), en donde una turba se le fue encima a un toro y a un caballo y los mataron. La noticia fue presentada en todos los noticieros de televisión lo que generó el repudio de muchos sectores que pidieron suspender las corralejas en todo el país.
El mandatario, para no avivar la discusión en el pueblo, argumentó que se necesitaban pagar unas pólizas de seguro para montar las corralejas, y que en estos momentos el municipio tenía otras prioridades y no podía hacer ese gasto. La gente aceptó, pero jóvenes como Félix José no se quedaron con las manos cruzadas y quisieron hacer una corraleja a su modo.
Fiesta de La Candelaria
La fiesta de La Candelaria se celebró este año, pero sin la tradicional fiesta popular, que congrega a manteros, banderilleros y amantes de esta celebración, que llegan de recorrer corralejas de municipios y pueblos perdidos del Caribe colombiano.
Ponedera es un municipio centenario que toma este nombre porque a las playas que dejaba el río Magdalena durante la época de sequía concurrían las iguanas, tortugas y hicoteas a desovar. Con este nombre pasó a la historia como corregimiento de Sabanalarga, hasta 1965, cuando fue elevado a la categoría de municipio.
Es un apacible pueblo de veranos eternos a orillas del río Magdalena, de gente buena y apacible, en donde no ocurren muchas cosas, y todos se conocen. Por eso, las fiestas patronales son todo un acontecimiento, en especial las corralejas, que son las que prenden al pueblo con sus fandangos y concentraciones en el redondel.
“Vienen de todos lados, hasta de Venezuela, donde vive mucha gente de acá. Llegan buses. Esto es como una fiesta de retorno”, cuenta Antonio López, confeso amante de las corralejas.
Fue Félix José, el inquieto muchacho que no quiso que este año las fiestas se concentraran solo en las procesiones, misas y uno que otro acto cultural programado por la Alcaldía. Decidió armar una singular corraleja, especial para los niños y entretener a los adultos.
“Ando de corraleja en corraleja desde pequeño. He ido a Santo Tomás, Sabanalarga, Candelaria y aquí en Ponedera. Mi mamá me regaña, pero a mí me gusta”, señala Félix para explicar que a su corta edad conoce del tema.
Fue así como reunió a un grupo de pelaos del pueblo, de entre 12 y 15 años, para armar este año la corraleja, sin necesidad de pedir permiso de la alcaldía, pero con la aprobación de sus padres y vecinos.
“A los pelaos les gusta esto y no hay nada de malo. Además la gente viene y se entretiene viéndolos. En este pueblo no hay mucho que hacer y las corralejas son el alma de aquí”, dijo Juan Carlos Vélez, un campesino del municipio.
La última semana de enero se fueron a las fincas cercanas a buscar madera. Arrumaron los listones en un costado de la cancha del barrio La Candelaria, en el centro del municipio.
Reunieron 10 mil pesos para la caja de clavos y allí, entre todos, martillaron, serrucharon, enterraron estacas. El primer de febrero ya estaba listo el redondel. Luego cogieron una tranca a la que le colocaron en cada punta los cuernos de vaca, que recogieron en una finca, y armaron el toro para mantear.
El domingo primero de febrero, a las tres de la tarde, como si se tratara de una verdadera corraleja, llegaron niños y jóvenes de todo el sector y barrios vecinos. Algunos trajeron toallas, pedazos de sábana y trapos grandes para usar como manta y entrar a demostrar su valentía y coraje, desafiando al ‘toro’, que era un joven que sostenía la tranca con los cachos y buscaba embestir a todo el que entrará en el redondel.
Fue tanto el ambiente festivo, que en algunas casas pusieron música de banda para animar la tarde y hasta quemaron pólvora que quedó de diciembre, emulando las tardes de corraleja en que sueltan voladores cuando la corrida está prendida.
No podían faltar los vendedores de helado y mango que se apostaron en las esquinas. Allí llegaron hombres y mujeres para acompañar la jornada. Trajeron sus sillas de plástico y se sentaron a reírse de las ocurrencias y piruetas que hacían los niños haciéndole el quite al ‘toro’.
“Esto es una tradición y que bueno que los niños no la dejen perder”, dijo Inés Tinoco, quien llevó a sus dos hijos, de 9 y 12 años, a que jugaran.
‘Toro’ suave
Se le advertía al joven que hacía las veces de toro, que no fuera brusco ni mal intencionado en los movimientos para evitar cualquier accidente.
“Las corralejas entretienen al pueblo. No es peligrosa para los manteros profesionales, los heridos son borrachos imprudentes que se meten y los coge el toro”, dijo Tinoco, quien aún se ríe al recordar aquellas tardes de principio de febrero.
Fueron cuatro tardes de toros las que le dieron los pelaos a Ponedera. Al final, gente de todos los rincones llegaba al lugar a ver a los muchachos manteando con las toallas y sábanas.
Fue en una de esas faenas que Félix, mostrando su valentía al público, resultó herido por el cacho del ‘toro’, pero como el mismo dice “pa´ que la corraleja quede buena debe haber herido”. Entonces muestra otra vez la herida que le dejó el ‘toro’ y se echa a reír. “Menos mal que es en juego, que tal si me prende un toro de verdad”, concluye.
Leonardo Herrera Delghams
Enviado especial de EL TIEMPO
Ponedera (Atlántico).
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