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Barranquilla

La eterna manda del herrero de Santo Tomás, Atlántico

Ya es común ver a Antonio los Viernes Santos vestido de Nazareno, con túnica púrpura y corona de espinas, cargando una cruz de madera.

Ya es común ver a Antonio los Viernes Santos vestido de Nazareno, con túnica púrpura y corona de espinas, cargando una cruz de madera.

Foto:Vanexa Romero /EL TIEMPO

Antonio Pérez es, desde hace 42 años, el nazareno en las procesiones de Semana Santa de su pueblo. 

Andrés Artuz
Un playón en las afueras del municipio de Santo Tomás (Atlántico) fue el lugar que Antonio Pérez Fontalvo escogió para acabar con un dolor en la parte baja del vientre, al que no le encontraban cura y lo consumía en vida.
Allí llegó atribulado en una bicicleta a ponerle fin a ese padecimiento. Se paró debajo de los matarratones tristes y polvorientos que habían crecido en ese solitario paraje del nororiente del Departamento, y recuerda que el pulso no le tembló cuando sacó el revólver y se lo puso en la cabeza. Quería suicidarse.
“Ya nada me importaba. Ni mujer, hijos, ni perros ni gatos, ese dolor me volvía loco. Tenía el arma lista pa’ soltar el tiro y escuché una voz que me dijo: no lo hagas”, narró.
“Era una voz que me transmitió tranquilidad, y sentí que el dolor se fue por un momento. Entonces descansé un rato”.
Recuerda que decidido a no quitarse la vida guardó el arma, se montó en la bicicleta y pedaleó de regreso a casa, sintiendo una paz que hacía mucho tiempo se le había perdido.
Lo primero que hizo cuando llegó a la casa fue pedirle a su esposa que le planchara la ropa de salir, la ‘pinta’ que compró en diciembre. -¿Carajo y pa dónde vas hoy con esa pinta?- le preguntó ella extrañada. -Un rato a misa- respondió serio mientras se miraba al espejo y sentía que el semblante le mejoraba.
-Y de cuándo acá tú vas a misa, ni que fueras católico- lo miró la mujer ahora sí con algo de desconfianza, pues en los años de matrimonio no recordaba haberlo visto en misa y mucho menos con ganas expontáneras de asistir. -Desde hoy, mija desde hoy-, aclaró muy tranquilo, mientras entraba al baño, seguido por la mirada incrédula de su esposa quien lo único que alcanzó a decirle antes de verlo salir raudo fue -No olvides echarle algo en el pote a la Virgen y confesarte-. Dobló en la esquina y se perdió.
El pacto con el Señor fue renovado por Antonio hace unos 10 años, ahora en favor de su hijo, quien sufría de un brote incurable en la cabeza.

Antonio Maria Pérez Fontalvo cumple 42 años pagando la manda del nazareno. Antonio Maria Pérez Fontalvo, oriundo de Santo Tomás Atlantico tiene 64 años y lleva 42 años pagando la manda del nazareno, tradición religiosa en Colombia.

Foto:Vanexa Romeroi/EL TIEMPO

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Un pacto con Dios

Antonio es conocido en Santo Tomás como ‘Tabaco’, apodo que le pusieron porque desde niño su padre lo enseñó a fumar, y desde entonces todo lo hace fumando. También es conocido en toda la región por ser un gran herrero, que lo contratan para construcciones de casas, incluso en obras de infraestructura vial.
Santo Tomás es un caluroso municipio localizado a 20 kilómetros de Barranquilla, a orillas del río Magdalena, que se caracteriza en el Caribe colombiano por su fervor religioso.
Es allí donde los Viernes Santos se cumple el desfile de los flagelantes, un sangriento ritual medieval para obtener un milagro divino que, según los registros, se celebra desde hace 157 años, pese a la desaprobación de la misma Iglesia Católica.
El obispo auxiliar de Barranquilla, monseñor Víctor Tamayo, no duda en llamarlo un espectáculo circense, en el que muchos se aprovechan y financian para la venta de trago y comida que consumen las miles de personas que llegan ese día al pueblo y desviar la intención de una celebración tan especial, solemne y seria, como lo es la Semana Santa.
Se trata de un desfile de personas que vienen de todas partes de la región y de la misma población a pagar mandas del sacrificio físico, tras haber recibido un favor divino, en especial, soluciones a problemas de salud. En retribución se ofrecen a flagelarse la espalda con un látigo, que termina en siete bolas de parafina endurecida, durante un recorrido de 3 kilómetros que hacen a pie descalzo, bajo un sol canicular, dando dos pasos hacia delante y uno atrás, como si fueran en procesión.
En una manda fue lo primero que pensó Antonio para pagarle a Dios si de verdad lo ayudaba aliviarse. “Si tu fuiste el que me habló allá, aquí estoy para llevar esa cruz”, le dijo ese día bien vestido al Cristo del altar de la iglesia central del pueblo. Asegura que ese mal le apareció un día cuando trabaja en una finca recogiendo yuca, después de meses de visitas a médicos, desapareció sin medicamentos ni tratamientos.
Entonces prometió ante la cruz ser un nazareno durante la Semana Santa. “Lo pedí con tanta fe que a los pocos días el dolor se fue”, aseguró el hombre. Han pasado ya 42 años y sagradamente cumple con la manda que hizo.
Inicialmente salía con los flagelantes, hacía el recorrido por la calle de La Amargura, dos kilómetros desde la entrada al pueblo hasta el sector de la Cruz. Allí, entre encapuchados vestidos de túnica blanca con siete cruces, el torso desnudo y la espalda picada (con heridas abiertas para que la sangre no se coagule con los azotes), se le puede ver vestido como un nazareno, luciendo túnica púrpura y una corona de espinas, cargando una cruz de madera de 4 metros de largo y 25 libras de peso, cuyo madero mandó a traer del otro lado del río Magdalena y que en aquel entonces le costó 25.000 pesos.
“Nunca pensé en flagelarme, porque no le veo sentido a maltratar el cuerpo para agradar a Dios. La banda del nazareno es distinto, eso es un acto de fe y tengo el permiso de la iglesia”, sostuvo.
En muchas ocasiones por cuestiones de trabajo, a Antonio le ha tocado viajar a otros pueblos del Caribe, pero asegura que regresa los Viernes Santos a pagar su manda. “Me han dicho en Plato y Salamina (Magdalena) que me queda a pagarla allá, pero siempre me he negado, y vuelvo a Santo Tomás, donde tengo el compromiso”, sostuvo.
También recuerda que le han traído enfermos para que en su sacrificio se acuerde de ellos y los ayude a sanar.

Otro sacrificio

El pacto con el Señor fue renovado por Antonio hace unos 10 años, ahora en favor de su hijo, a quien repentinamente le apareció un brote en la cabeza que se le infectó y no sanaba con nada. “El niño no quería que me sacrificara, pero yo le dije que era la forma de sanarlo, y así fue: se curó”, anotó.
Esta vez el sacrificio fue más duro, pues salió desde el vecino municipio de Sabanagrande, tras recorrer una calle destapada y en algunos puntos enmontada, siguió por la carretera de asfalto a plena luz del día, bajo los rayos del sol y descalzo, cargando la cruz. Esto lo hizo durante tres años, indicando que su compromiso con Dios es inquebrantable y lo cumple de manera religiosa hasta que la muerte se lo impida.
“Le he dicho a mi familia que así esté en la cama enfermo, me lleven a la procesión”, reiteró.
Antonio sale hace tres años en la procesiones que organiza la iglesia parroquial de Santo Tomás de Villanueva, los Miércoles y Viernes Santos, y cuenta el apoyo del sacerdote y la comunidad eclesiástica.
Ahora arrastra en su espalda la cruz ante la que hizo la penitencia, que es bajada solo para que él la cargue.
Leonardo Herrera Delgans
Redactor de EL TIEMPO
Santo Tomás (Atlántico). 
Andrés Artuz
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