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Buenos Aires: sofisticada y bohemia

'Guía para principiantes' de seis días por los sitios más distinguidos de la capital argentina.

TATIANA ESCÁRRAGA
Este viaje arranca un jueves y termina un martes con tres kilos de más y el convencimiento de que sí, definitivamente Buenos Aires es una de esas ciudades en las que uno debería permitirse vivir en algún momento de la vida. Los adjetivos para describirla se quedan cortos. Y cualquier frase suena a tópico: la capital argentina es ese sitio entre bohemio y nostálgico, entre deslumbrante y decadente, entre sofisticado y arrogante que genera un montón de contradicciones y al mismo tiempo unas ganas inmensas de quedarse un poco más –¿por qué no?–, de saborearla y recorrerla y sentirla para comprobar si esta primera impresión no es solo eso, una primera buena impresión que luego se diluye. Pero no. Buenos Aires es esa ciudad en la que uno debería permitirse vivir en algún momento de la vida.
Día 1. Dicen las cifras que en 1914, el 30 por ciento de los habitantes de Argentina eran extranjeros. La mayoría, europeos. No es extraño, entonces, que aquí, en Buenos Aires, uno sienta que está en Madrid. O en París. Basta con recorrer el barrio Recoleta (es solo un ejemplo, pero casi toda la ciudad respira aires europeos) para trasladarse a Chamberí, en la capital española. O a Salamanca. Si uno se abstrae, es fácil creer que está al otro lado del charco. Lo comprueban sus edificios, sus grandes avenidas. Como dice el escritor Pedro Jesús Fernández, esta ciudad “está diseñada a lo grande”. Y tanto. La historia relata que a finales del siglo XIX, Torcuato de Alvear, hijo de uno de los padres de la patria, acababa de volver deslumbrado de París. Lo nombraron alcalde. Y se puso a diseñar otro París.
Se nota mucho en Recoleta, que es pura elegancia. Las familias más ricas del sur se trasladaron aquí después de una epidemia de fiebre amarilla. Como todos querían imitar el modelo europeo, construyeron enormes y opulentos palacios rodeados de jardines, algunos de los cuales hoy se mantienen en pie convertidos en hoteles de lujo. Uno de ellos es el Palacio Duhau Park Hyatt, diseñado para huéspedes de niveles económicos estratosféricos.
Tres recomendaciones para visitar en Recoleta: el Cementerio de la Recoleta (sí, ese donde yace Evita Perón), el más visitado de la ciudad y con más de noventa bóvedas declaradas Monumento Histórico Nacional. El Ateneo, la segunda librería más importante del mundo, según The Guardian, y antiguamente sede del teatro Grand Splendid, abierto en 1919. El sitio conserva la elegancia de aquellos años y en el escenario funciona una cafetería. Imperdible. Y uno más: el Centro Cultural Recoleta, que ofrece exposiciones, cine, recitales, conciertos...
Día 2. El barrio Palermo es tan grande que resulta inabarcable para un solo día, pero es de esos lugares que, para cualquier principiante, resulta obvio conocer. Si hay algo que caracteriza a Buenos Aires son sus zonas verdes, inmensas, impactantes. Un buen lugar para descubrir es el Parque 3 de Febrero, en el que hay un Rosedal que alberga una colección de más de 18.000 rosas. Muy cerca de allí está el Jardín Japonés, pura calma y relax en medio de la urbe. ¿Y la noche? No se pierda Palermo Soho y Palermo Hollywood, dos ‘subbarrios’ que acaparan toda la atención de la gente cool. No solo son polos gastronómicos, sino que poseen una oferta de ocio inmejorable. ¿Una cena casual? En la Cervecería Nacional. ¿Cervezas? En el bar BlueDog.
Día 3. Esta ciudad no se entiende sin el tango. Es como si a Barranquilla le quitaran su carnaval. El pasado agosto se llevó a cabo una nueva edición de su famoso mundial, un evento que reúne a cientos de parejas venidas de muchos países y rendidas ante la fascinación que producen la música y el baile. Para algunos puede resultar un poco artificial, así que si quiere acercarse a este mundo conviene que se sumerja en las milongas, bares populares donde se degusta el tango de verdad, sin tanta elaboración. Uno muy recomendable es La Cachivachería, en el barrio Villa Crespo. La fiesta arranca muy tarde y cualquier día de la semana encuentra gente dispuesta a bailar. Si prefiere algo más sofisticado, vaya a Esquina Carlos Gardel, un clásico. Está en el barrio del Abasto, la cuna del tango porteño.
Día 4. Un paseo dominical que no tiene pierde es la popular feria del barrio Mataderos. Está un poco alejado del centro, pero es una forma de aproximarse al Buenos Aires más popular. Imprescindible probar el locro, una sopa muy sustanciosa a base de maíz. Y si su paladar lo resiste, acérquese a algunos de los puestos de carne asada, encontrará armadillos. Sí, armadillos al carbón.
Día 5. Uno dice La Boca y piensa en el Boca Juniors, pero también en Caminito, ese lugar-postal que se ha convertido en un símbolo de la ciudad. Durante mucho tiempo esta fue una zona pantanosa que se convirtió después en un arrabal lleno de ranchos y de las llamadas pulperías (tiendas). Muchos inmigrantes que llegaban al país en busca de oportunidades (sí, a principios del siglo XX Argentina era El Dorado) se asentaron aquí. En pésimas condiciones, claro. De eso dan fe los conventillos, que era donde vivían hacinados los nuevos habitantes de Buenos Aires y que hoy lucen como pintorescas casitas de colores.
El popular paseo Caminito, en el barrio de La Boca, cuna del equipo de fútbol Boca Juniors.
Día 6. Y claro, no se puede ir por primera vez a Buenos Aires y no visitar sus sitios más simbólicos: la Plaza de Mayo, que es el epicentro de las manifestaciones políticas de la ciudad, el casco histórico, parte del cual se halla en el barrio San Telmo, el Teatro Colón o Puerto Madero, un barrio que se ha convertido en otro punto de referencia. No olvide pasear por la Avenida 9 de Julio, la más ancha del mundo. Y el Obelisco, tampoco se olvide del Obelisco. De lo contrario, no podrá decir que estuvo en Buenos Aires.
Una galería de San Telmo, famoso por albergar numerosas tiendas de antigüedades.
TATIANA ESCÁRRAGA*
Editora Revista CARRUSEL
*Con invitación del Ente de Turismo de la Ciudad de Buenos Aires.
TATIANA ESCÁRRAGA
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