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Después del dolor

La campaña 'No es Hora de Callar', que ha movilizado a unas 3.000 mujeres víctimas de violencia sexual en todo el país.

La campaña 'No es Hora de Callar', que ha movilizado a unas 3.000 mujeres víctimas de violencia sexual en todo el país.

Foto:Juan Manuel Vargas

En Tumaco mujeres sobrevivientes de violencia sexual le gritan al país que no perdieron su dignidad.

Esta tarde en la que María me cuenta lo que le pasó estamos sentadas a orillas de un pedazo de playa gris en El Bajito, un barrio de Tumaco (Nariño) en el que parece que nada pasa y todo (lo atroz) ocurre. María dice que fue aquí, a solo unos cuantos metros, donde un hombre perteneciente a una banda criminal abusó de ella en el 2015. Tenía 21 años. Estaba embarazada.
Nunca más había puesto un pie en este lugar. Si lo hizo esta vez fue porque vino acompañada. Ella y un centenar de mujeres caminaron desde la cancha de Ecopetrol hasta aquí lanzando consignas por la dignidad, alentadas por la periodista y activista Jineth Bedoya, directora de la campaña ‘No es Hora de Callar’, una iniciativa promovida por EL TIEMPO que busca visibilizar y dar voz a quienes han sido víctimas de violencia de género y de abuso sexual. Bedoya fue la primera mujer en Colombia que se atrevió a nombrar lo innombrable. Le costó nueve años de silencio, pero lo hizo. Fue ella quien abrió la puerta para que otras mujeres de tantos territorios desatendidos siguieran sus pasos. La primera que tuvo la valentía de narrar su drama como víctima de violencia sexual en el marco de la guerra: el 25 de mayo del 2000, a las puertas de la cárcel Modelo, de Bogotá, tres paramilitares la secuestraron, violaron y torturaron durante 16 horas. Su caso permanece en la impunidad.
La marcha de las mujeres culmina con un gran sancocho colectivo entre música, baile, cantos y lágrimas. Este 16 de septiembre marca el fin de casi un año de idas y venidas de Bedoya y su equipo; de talleres, de jornadas de sanación y aprendizaje, de búsqueda de herramientas para construir otra vida y dejar el dolor atrás, si es que eso es posible en esta tierra abandonada a su suerte. Es el fin de la primera etapa del Proyecto Tumaco, una iniciativa a través de la cual Bedoya reunió a unas 200 mujeres y les ayudó a aliviar esa carga en la que se convirtió su historia después de que los violentos declararan sus cuerpos territorio de guerra. En los últimos años, ya son cerca de 3.000 víctimas de violencia sexual las que se han movilizado bajo el lema ‘No es Hora de Callar’.
Es el fin de la primera etapa del Proyecto Tumaco, una iniciativa a través de la cual Bedoya reunió a unas 200 mujeres.

Es el fin de la primera etapa del Proyecto Tumaco, una iniciativa a través de la cual Bedoya reunió a unas 200 mujeres.

Foto:Juan Manuel Vargas

María se incorporó a la campaña a través del voz a voz. No es fácil hablar de un episodio que le partió la vida, pero el Proyecto Tumaco ha sido un bálsamo que la ha ayudado a soltar. Su relato arranca con el recuerdo de su padre, desplazado, víctima de una bala perdida que lo dejó paralítico pero que no le impidió convertirse en un ejemplo para ella. Un tipo luchador, que lo mismo se adentra en el monte que se sube a un caballo. Que no se queja. Que cree que no caminar no es obstáculo para nada. Tal vez por eso María lo admira tanto. Y lo echa de menos. Hace tiempo que se distanciaron, desde que ella se fue a vivir a casa de su madre y se quedó con sus hermanas cuando la mujer falleció. Antes, dice, no podía hablar con ellas de lo que le pasó. Hasta que una catarsis hizo que descubrieran que a todas, en algún momento, las habían violado. Porque la regla, por lo general, es callar. No contar ni una palabra. Tragarse el horror.
Le ocurrió a Ángela, 55 años, alegre y risueña hasta que abusaron de ella una madrugada que salió de su casa angustiada porque debía llegar temprano para hacer la eterna fila para pedir una cita médica. Durante seis meses se lo guardó. Sus hijos no lo saben aún. Y a su esposo, un maltratador del que acabó separándose, lo único que se le ocurrió fue acusarla de tener un amante porque ella se mostraba esquiva. Las imágenes se asoman en su cabeza de vez en cuando. Todavía no sana del todo –¿quién podría?–, pero poco a poco dice que va recuperando la risa. Ayudan mucho los talleres de Catalina Barragán, miembro del equipo de Bedoya, graduada en Mercadeo y Publicidad y, además, formada en sanación integral. Barragán dirige tres sesiones que buscan que ellas construyan su relato, que aprendan a transformar el dolor y que acudan al reencuentro con su feminidad. Con su cuerpo. Ángela dice que se siente más tranquila y que desde que llegó al ‘Proyecto Tumaco’ solo piensa en aferrarse a la vida para seguir navegando.

Un informe de la organización Oxfam asegura que (...) 16 mujeres cada hora fueron víctimas de algún tipo de violencia sexual en Colombia entre 2010 y 2015.

Es lo que les pasa a tantas mujeres que han sido víctimas de violencia sexual en Colombia. Cada mañana, según me contaría después Jineth Bedoya, se convierte en una lucha contrarreloj para volver a comenzar, para recoger los pedazos de la existencia que se les quebró. Porque la violación es de los fenómenos más terribles que dejaron la guerra y el patriarcado en este país. Es el peor acto de humillación hacia un ser humano. Para el victimario, es su manera de decirle ‘yo soy tu dueño’. Y eso hace la diferencia con un tiro en la cabeza, que te mata y se acabó. Las huellas de la violación, en cambio, permanecen para siempre. El daño psicológico es prácticamente irreparable y no solo se destruye a la víctima, sino a su núcleo familiar. Algunas mujeres incluso optan por el suicidio.
Un informe de la organización Oxfam delimitado entre 2010 y 2015 asegura que, en ese lapso, 875.437 mujeres fueron víctimas de algún tipo de violencia sexual en Colombia. Es decir, 16 mujeres cada hora. En ese universo entran la regulación de la vida social y afectiva (normas sobre cómo vestir y relacionarse, 64,2 %), el acoso sexual (45,2 %) y la violación (16,8 %), que solo en ese apartado equivale a unas 140.000 mujeres. El subregistro, sin embargo, hace pensar que se trata de millones. Millones de mujeres ultrajadas y de las cuales un elevadísimo porcentaje carece de atención psicosocial efectiva.
El mismo informe de Oxfam concluye que en Colombia la violencia sexual “constituye una práctica habitual y frecuente en el marco del conflicto armado y por lo mismo puede ser calificado como generalizado”. El panorama es “desolador”, me dice Bedoya. Lo dice con impotencia. Con la impotencia que da descubrir que este país no ha sido capaz de dimensionar la magnitud de esta tragedia. Y lo peor es que el fenómeno sigue ahí. Se sigue usando como un arma de represión y de intimidación. Ocurre en el Pacífico, donde la situación es dramática; también en Norte de Santander, en zonas que fueron territorio de las Farc y que ahora están ocupando otros grupos armados. Este parece ser un asunto que ocupa el último lugar en la lista de prioridades del Estado.
No es fácil hablar de un episodio que le partió la vida, pero el Proyecto Tumaco ha sido un bálsamo que la ha ayudado a soltar.

No es fácil hablar de un episodio que le partió la vida, pero el Proyecto Tumaco ha sido un bálsamo que la ha ayudado a soltar.

Foto:Juan Manuel Vargas

Como también pareciera serlo Tumaco. Un tierra donde se desciende al infierno. Aquí, donde se conjugan todos los males que durante décadas han azotado al país. Cultivo de coca, narcotráfico, guerrilla, disidencias, bandas criminales, hambre, pobreza extrema…desamparo. Jineth me contó que una vez, cuando fue a pedir ayuda a una institución para poner en marcha su iniciativa le contestaron que desistiera, pues “Tumaco es una cloaca”. Usaron ese término. “Cloaca”.
La realidad es tan grave, que las mujeres temen volver a sufrir la barbarie en sus cuerpos. No hace mucho, Bedoya arrancó del vicepresidente Óscar Naranjo el compromiso de garantizar seguridad y mejores condiciones laborales y de educación para esta población tan vulnerable. Espera que así sea. Pero en Tumaco nunca se sabe. De hecho, esta playa en la que ahora estamos es territorio de muerte. Imposible alejarse unos pocos pasos más allá de la zona que nos delimitan y que cuida la Policía. Las bandas están al acecho.
Jineth Bedoya, activista y periodista, lidera la campaña 'No es Hora de Callar', que ha movilizado a unas 3.000 mujeres víctimas de violencia sexual en todo el país.

Jineth Bedoya, activista y periodista, lidera la campaña 'No es Hora de Callar', que ha movilizado a unas 3.000 mujeres víctimas de violencia sexual en todo el país.

Foto:Juan Manuel Vargas

Y así transcurren los días en Tumaco. Entre la miseria y el horror. Sabiéndose dueño de un potencial turístico increíble pero ahogado en el eterno drama que va de la mano con el narcotráfico. Aquí se cultivan 23.148 hectáreas de coca, el 16 por ciento del total nacional. Prácticamente el único medio de subsistencia, pues el nivel de desempleo alcanza el 70 por ciento. En medio de ese panorama, un grupo de mujeres que no se deja apabullar. Ya consiguieron romper el silencio. Ahora esperan hacerle el quite al destino. Como me dijo María mirándome fijamente: “Ya no soy una víctima. Soy una sobreviviente. Antes me daba vergüenza ponerme la camiseta con el logo de ‘No es Hora de Callar’. Una vez hasta me gritaron por la calle ‘a esa la violaron’, pero ya no me importa. Yo no tengo que decir nada. Con esta camiseta lo digo todo”.
Tatiana Escárraga
Editora de Revista CARRUSEL
Enviada especial
Tumaco
icono el tiempo

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