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Bogotá

Una educación sin estratos / Voy y vuelvo

Colegios en concesión han permitido que los colegios oficiales se esfuercen por mejorar su calidad.

Ernesto Cortes
La secretaria de Educación, María Victoria Angulo, cerró su gestión en ese despacho, antes de asumir como nueva ministra del ramo en el gobierno Duque, con la aprobación del Concejo de un cupo de 300.000 millones de pesos para 15 nuevos colegios que se entregarán en concesión, esto es, que serán administrados por instituciones privadas, como ya sucede con otras 22.
Es una buena noticia y habla bien del cabildo, que en las últimas décadas ha respaldado el que, para mí, es uno de los mejores ejemplos de equidad en Bogotá.
Lo demuestra el hecho de que los colegios en concesión han permitido no solo que los colegios oficiales se esfuercen por mejorar sus estándares de calidad, sino que ha representado, y esto es lo más importante, un cambio de vida para los estudiantes y sus familias. Aquí, la única ganancia es para los muchachos, que pueden incluso llegar a hacer intercambios con colegios de otros países para mejorar sus niveles de inglés, lo que genera nuevos lazos de amistad más allá del estrato al que se pertenezca.
Ello, por supuesto, ha significado un desafío para la educación pública, que de tiempo atrás viene presentando, valga reconocerlo, una mejora evidente en las pruebas de Estado, casi a la par de las que registran los que se encuentran bajo el esquema de concesión.
Al final se trata de un ‘todos ganan’. Por eso no se entiende que aún existan sectores que cuestionen el modelo con pocos argumentos y en cambio exaltan los ánimos, como se vio esta semana una vez se aprobó el acuerdo de marras.
La única explicación que uno ve para tal actitud es ese enfermizo discurso de sindicalistas y políticos –que tienen en los primeros su soporte electoral– para ver los colegios en concesión como un enemigo de la educación pública. Tamaño disparate. Que más da que existan colegios bien administrados, bien dotados y con programas para que niños y niñas de estratos bajos puedan tener una educación de excelencia.
Y, si la educación pública mejora, ¿es suficiente argumento para pedir que se acabe con los de concesión? Como dice el adagio: ‘no importa de qué color es el gato con tal que cace ratones’. No hay que rasgarse las vestiduras.
Entre otras razones: si no es por el anterior secretario, Óscar Sánchez, posiblemente hoy ese modelo hubiera desaparecido. Los colegios en concesión son a Bogotá lo que las becas ‘Ser pilo paga’ al país: una muestra de que la buena formación no puede seguir siendo un privilegio de pocos.
¿Es mi impresión o... el Gobierno Nacional quiere hacerle conejo a Bogotá dejando por fuera de los recursos para el metro lo correspondiente a las troncales alimentadoras de este? Ojo.
ERNESTO CORTÉS FIERRO
Correo: erncor@eltiempo.com
En Twitter: @ernestocortes28
Ernesto Cortes
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