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Bogotá

Moñona de los taxistas / Voy y vuelvo

Si la Administración quiere estimular el servicio de taxi, primero debe ponerle fin al estigma que se ha generado contra el gremio.

Si la Administración quiere estimular el servicio de taxi, primero debe ponerle fin al estigma que se ha generado contra el gremio.

Foto:Archivo / EL TIEMPO

¿Por qué se debe motivar a este gremio con plata para que obedezca las normas?

Fue una semana redonda para los taxistas: les autorizaron un incremento en la tarifa, les endulzaron el oído con la posibilidad de cobrar 500 pesos más si los accidentes en este tipo de servicio se reducen un 20 por ciento. Y por último, el Alcalde les dijo que analiza ponerle fin al pico y placa, que hoy cobija a por lo menos 11.000 taxis cada día.
Ah, y para rematar, se anunció mano dura para el servicio ilegal de taxis a través de plataformas digitales, tipo Uber, que incluye la inmovilización de los vehículos y la suspensión de licencias de tránsito a sus conductores y de propiedad a sus dueños.
Por eso, el gremio de los ‘amarillos’ está de plácemes. Ni más faltaba. Consiguieron en 48 horas lo que seguramente llevaban pidiendo hace años, incluso, la posibilidad de que se aumente el cupo de taxis.
Las reacciones no se hicieron esperar. Si la gente renegó en un principio por los 200 pesos de alza en el banderazo, no les quiero decir lo que opinaron cuando se supo lo de los 500 pesos extras por hacer lo que todos deberían hacer en la vía, incluidos los conductores de carro particular, de bus, de TransMilenio o de bicicleta: manejar bien, evitar accidentes, no cometer infracciones. Bajo esas circunstancias, todos nos mereceríamos esos 500 pesos.
Pero digamos que como ejercicio pedagógico o como forma de estímulo a un gremio que permanece los siete días de la semana y 24 horas en la calle, el riesgo de verse involucrado en algún incidente es mayor y por tanto la medida lo que busca es reducir esos guarismos en aras del bienestar común. Listo.
Pero ¿por qué tiene que ser con plata como se reconozcan esos logros? ¿Ese buen comportamiento no lo podríamos premiar los usuarios de taxi justamente acudiendo más a ellos a cambio de un buen trato? Si a mí me brindan un excelente servicio y comida de calidad en un restaurante, tengan la seguridad de que regreso y aumento la propina. Eso es exactamente lo que ocurre con Uber.
El ejercicio debería funcionar al revés: que los taxistas den muestra de honestidad, profesionalismo y cuidado al conducir y que los usuarios, en su real saber y entender, decidan si premian o no ese comportamiento. Yo muchas veces he dado algo extra de dinero por una carrera solo porque la charla con el conductor me pareció genial. Pero obligar al pasajero a pagar porque los accidentes en la ciudad se reducen es como decirle que tiene que pagar algo adicional porque las calles lucen más limpias o porque la Policía cumple con su deber de capturar ladrones.
Y a los que pagamos cumplidamente los impuestos, no nos colgamos, donamos el 10 por ciento para obras, hacemos la fila en TransMilenio, no nos colamos, no arrojamos papeles a la calle y hablamos bien de la ciudad, ¿como cuánto nos irán a reconocer, económicamente hablando?
El tema no es fácil de digerir. Por un lado, está la situación misma de los conductores –extensas jornadas de trabajo, la mayoría no son propietarios del carro, no gozan de seguridad social, son profesionales frustrados–, y por otro, que cada vez que se habla de incentivos para los taxistas de inmediato vienen a la mente de los usuarios las imágenes de la última vez que les dijeron que no tenían vueltas, las decenas de veces que no los recogieron porque el taxista iba para otro lado, el día que los amenazó con bajarlos del carro porque le reclamaron por el costo de una carrera. Y mil casos más.
¿Y qué tal las imágenes de conductores que agreden, golpean, amenazan y destruyen carros blancos ante la mirada atónita de la Policía?
Si la Administración quiere estimular el servicio de taxi, primero debe ponerle fin al estigma que se ha generado contra el gremio. Y para ello es esencial que, como lo dijo el propio alcalde Peñalosa, se escuche a los usuarios, que cada vez más acuden a otro tipo de servicios con tal de sentirse seguros y dignamente atendidos.
Mientras tanto, anuncios como los que se produjeron esta semana solamente alegran a los dueños de los ‘amarillos’ –que siguen en deuda con la seguridad de sus conductores– y a mucho taxista irresponsable que siente que comportándose como se comportan es como se consiguen las cosas. ¡Moñona!
ERNESTO CORTÉS FIERRO
Editor Jefe EL TIEMPO
En Twitter: @ernestocortes28
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