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Bogotá

‘Tristeza absoluta’, un libro para entender y no juzgar el suicidio

Carol Malaver, autora del libro.

Carol Malaver, autora del libro.

Foto:Héctor Fabio Zamora / EL TIEMPO

Solo el año pasado, 2.571 personas tomaron la decisión de quitarse la vida en Colombia.

¿Quién no se ha sentido frustrado en la vida o ha lamentado profundamente la muerte de un familiar o el final de una relación? ¿Cuántos, a pesar de tenerlo todo –aparentemente–, no se hallan, nada les produce felicidad? ¿Cuántos han padecido un trastorno mental y han tenido miedo de consultarlo con alguien o de buscar ayuda? ¿Cuántos han tenido curiosidad o, al menos una vez en su vida, una ideación suicida?
Seguramente, muchos han respondido con un sí a por lo menos una de estas preguntas, pero muy pocos han reflexionado sobre qué sucede cuando este tipo de sensaciones pasan de ser un episodio momentáneo a perdurar en el tiempo en la vida de una persona.
De eso se trata el libro ‘Tristeza absoluta, historias detrás del suicidio juvenil’ (Intermedio), un acercamiento a este tema desde el periodismo local, social y literario, un intento por entender a las familias de algunos de los jóvenes que, en Bogotá, un día tomaron la decisión de no seguir más y, claro, por entenderlos a ellos, sin tildarlos de locos o desadaptados. Una investigación periodística que hurga de forma respetuosa y consensuada el pasado de estas personas para tratar de identificar qué pudo haber incidido en una decisión de este talante; pero, sobre todo, un texto que no juzga sino que relata la vida de algunas personas para que los lectores saquen sus propias conclusiones y, luego, detecten alertas tempranas en sus vidas.
Solo durante el año pasado, 2.571 personas tomaron la decisión de quitarse la vida en Colombia, de las cuales 267 eran menores de edad. En Bogotá fueron 347, incluidos 38 menores de edad, ocho menos que en el 2016.
Para el Instituto Nacional de Medicina Legal, que en el 2017 reportó 25.381 muertes violentas, es importante que se considere el aumento de los suicidios (11,3% entre el 2016 y el año pasado), sobre todo en regiones como Antioquia, con 401 casos en el 2017; Atlántico, con 103; Bolívar, con 77; Boyacá, con 83, y Cauca, con 60 casos.
Aunque según algunos expertos, como el doctor Carlos Gómez, decano de la Facultad de Medicina de la Universidad Javeriana, estas cifras aún no representan un problema grave de salud pública –si se las compara con las de otros países–, para las familias que lo sufren sí resulta ser una verdadera tragedia. Eso ya es un fenómeno importante de analizar desde diversas áreas del conocimiento, incluido el periodismo, al que más de una vez se le ha endilgado la culpa, dejando en un segundo plano las problemáticas sociales, familiares y de salud, como los trastornos mentales.
En el mundo, el asunto no deja de ser noticia. Solo este año, la sociedad ha sido sacudida por la decisión de personajes como el chef Anthony Bourdain, el DJ Tim Bergling (más conocido como Avicii) y la diseñadora Kate Spade de acabar con sus vidas.

Solo durante el año pasado, 2.571 personas tomaron la decisión de quitarse la vida en Colombia, de las cuales 267 eran menores de edad. En Bogotá fueron 347 personas

El papel de la depresión

En muchos casos, el suicidio tiene que ver con la depresión en su forma más grave. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), más de 300 millones de personas sufren de este trastorno, una de las principales causas de discapacidad. Colombia es el octavo país con más gente deprimida en América Latina.
La ansiedad, la depresión, el abuso de alcohol y la conducta suicida son los cuatro principales problemas de salud mental que afectan a los bogotanos, según un estudio realizado por la Secretaría Distrital de Salud y la Organización Panamericana de la Salud (OPS). Se estima que el 32,2% de los ciudadanos presenta entre uno y dos síntomas asociados a la ansiedad; el 12,2%, entre tres y cuatro síntomas, y el 9% presenta cinco o más. Las mujeres son las más afectadas.
En cuanto a la depresión, las cifras no son alentadoras. El 32,8% de los bogotanos presenta entre uno y tres síntomas asociados; el 7%, de cuatro a seis, y el 2,6%, más de siete.
Después de esta relación de cifras, que no muestra ni un solo rostro, hay que decir que el libro es todo lo contrario. El drama va más allá de un número y eso se evidenció durante la investigación, que estuvo cargada de emociones.
‘Tristeza absoluta, historias detrás del suicidio juvenil’ está inspirado en la vida de una mujer y su hijo, cuya historia fue publicada en este diario y despertó la atención de muchas personas que estaban pasando por la misma situación. Se trata de la búsqueda infructuosa de un estudiante universitario por encontrar la felicidad y, luego, el drama de su madre por tratar de evitar lo inevitable: su muerte.
“Durante estos días me di cuenta de algo que siempre temí aceptar, el hecho de que ya me siento muerto. Ni el consumo de heroína ni la participación en sexo desenfrenado me hizo sentirme bien en la vida (...)”. Este es solo un pasaje de las duras cartas de despedida que tuvo que leer esta mujer, una profesional que carga con un pasado familiar complejo y que a pesar de todos los intentos por salvar a su hijo, un día tuvo que verlo partir. Una madre amorosa, una luchadora que sigue superando su historia con una fortaleza envidiable.
Pero hay más historias en este libro: la del adolescente poeta con unos padres maravillosos y que nunca dio muestras de estar deprimido; la de una niña a la que una discusión con su madre le produjo un impulso fatal; la del joven que no pudo superar la partida de su padre y, como valor agregado, la narración de fragmentos de la vida de todos los padres de familia entrevistados.
¿Por qué? Porque ellos mismos saben que hay cosas que pueden surgir en esa línea del tiempo por la que todos navegamos. “Solo me arrepiento de no superar mis miedos, mis tristezas”, dice una madre en uno de los apartados del libro.
Todos son personas buenas, con errores y aciertos, como cualquiera, pero humanos al fin de cuentas, con dificultades y una sola certeza: el hecho de que amaban profundamente a sus hijos.
No despojarse del estigma y el tabú que aparecen cuando se habla de una enfermedad mental y del suicidio le hace daño a la sociedad y evita que muchas personas que piensan en quitarse la vida o que han tratado de hacerlo busquen ayuda.
El Estado está ciego frente a esta realidad, no hay sensibilización respecto del suicidio como un problema grave, ni siquiera se transmite en los medios de comunicación por miedo a que se genere una bola de nieve o por la incapacidad de manejar un tema de este talante. Pocos países han incluido la prevención entre sus prioridades sanitarias y solo 28 han notificado que cuentan con una estrategia nacional de prevención, según un informe reciente de la OMS.

Después de la relación de cifras, que no muestra ni un solo rostro, hay que decir que el libro es todo lo contrario. El drama va más allá de un número

Mil historias hay en la ciudad, pero compunge de manera particular la niñez o la juventud que no ha vivido, pero que ya se siente derrotada. Cuán lesivo puede ser un sentimiento de tristeza en una persona. ¿Qué lo produce, cómo combatirlo? En la vida de un niño o un adolescente estas preguntas pueden ser aún más confusas y las respuestas, quizás, inexistentes. Son como sombras ignoradas tratando de salir de un charco de agua reposada.
Confieso que siempre me cautivó la posibilidad de escribir sobre ellos: los suicidas; sobre todos nosotros, al fin de cuentas, en alguna fracción de nuestra existencia. En un momento de mi vida me faltaron hojas y tiempo para contar esas historias que había encontrado en muchos años de labor.
Esta vez hice una selección previa en función de precedentes que podrían convertirse en un problema mayor. Estas historias son solo un intento ínfimo para llegar al fondo del asunto, un paso respetuoso para entender a las familias, luchadoras e incansables.
La revelación de los motivos y las causas que llevaron a los jóvenes a tomar la decisión se da de forma a veces inclemente, a veces sutil, a veces sorprendente. Ante los ojos de sus familiares, es como si se abriera un telón y se arrojara luz no solo sobre lo que antecedió a la tragedia y las incógnitas detrás de esa elección, sino también sobre la salida que, aunque suene contradictorio, puede representar el suicidio para una persona. Todo esto ocurre en Bogotá, ciudad de contrastes, de vidas invisibles.

Sobre la autora y el libro

Carol Malaver es comunicadora social y periodista, y magíster en Creación Literaria de la Universidad Central, con estudios en periodismo urbano y narrativo. Durante más de diez años ha trabajado en prensa escrita en diarios como ‘El Nuevo Siglo’ y EL TIEMPO. En este último, actualmente es subeditora y cronista de la sección Bogotá. Ha ganado dos premios Álvaro Gómez Hurtado, en la categoría de crónica y reportaje periodístico, y ha sido finalista en los premios del Círculo de Periodistas de Bogotá (CPB) y la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP). El libro, de la editorial Intermedio, ya se encuentra disponible en las principales librerías del país.
CAROL MALAVER
Subeditora de Bogotá
carmal@eltiempo.com
En Twitter: @CarolMalaver
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